Continuando
con el Mashál de la “Vid y los Sarmientos” (Jn 15,9-17) se profundiza el tema
del amor y de la observancia de los mandamientos (13,34; 14,15.21.23-24). Jesús les dice a los discípulos “permanezcan”
(μείνατε gr. meínate del verbo méno que significa quedarse, permanecer,
estar, vivir, morar) en mi amor (Jn 15,9). Para permancecer en Jesús hay
que obedecer sus mandamientos, él ha dicho estas palabras para “que mi gozo
esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado” (Jn15,11).
El
mandamiento principal de Jesús es que se amen como él los ha amado, por eso Jesús
dice que “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn
15,13), él fue capaz de dar su vida por cada uno de nosotros muriendo en la
cruz.
Una
observación muy importante que dice Jesús es “no me eligieron ustedes a mí, yo
los elegí a ustedes para que den fruto”. (La palabra fruto “καρπός gr. karpós
significa Fruta, grano, cosecha, resultado, producto, obra, acción de
beneficio, utilidad, provecho, alabanza, tributo, prole, descendiente. En el At
אֵב Dn 4,12; בִּכּוּרִים Nah 3,12; זִמְרָה Gn 43,11; יְבוּל Dt 11,17; יְגִיעַ Sal 127,2(Sal 128,2); יִצְהָר Jer 38,12; פְּרִי Gén 4,3; פָּרָה
Eze 19,10; תַּאֲוָה Pro 19,22; תְּבוּאָה Lv 25,3; תְּנוּבה Isa 27,6).
Una fe en la que no importan las obras se convierte en un estado en la
que el hombre puede amar, pero también puede odiar, puede abrazar pero también
puede golpear. Por eso Jesús les dice a sus discípulos que “den frutos”, y
frutos en su amor, para ello es necesario obrar en el bien todo el tiempo.
En
el Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo
dice que “el amor que Jesús siente por
«los suyos» y que demostrará muriendo por ellos (13,1) es el fundamento del
amor mutuo de los discípulos. El lector ha visto ya reflejada en el relato de
Lázaro la profundidad del amor de Jesús por sus amigos (11,3.11.36). El término
«amigos» aparece en Filón para designar a los «sabios», que son «amigos de
Dios» en lugar de ser sus esclavos (p.ej., De sobr. 55; De migr. Abr. 45; Leg.
alleg. 3.1). Sal 7,27 se refiere también a «los sabios» como amigos de Dios.
Aquí, esta tradición se extiende a todos los que creen. No es el privilegio de unos
pocos elegidos. La tradición de ser «amigos» y no «esclavos» de Dios
probablemente se halle implícita en la polémica de Jn 8,32-36, donde se afirma
que el Hijo del hombre ha venido a traernos la libertad. Uno de los atributos
de Moisés como «amigo de Dios» era poder hablarle con total libertad. Esta
tradición quizás se refleje en la segunda referencia de Jesús a la oración (v.
16). Como hemos visto en otros pasajes evangélicos, también aquí queda claro
que nadie puede «escoger a Jesús» sin antes haber «sido escogido» por Jesús o
el Padre (p.ej., 6,70; 13,18). Sin embargo, a diferencia de los primeros
capítulos del evangelio que vinculaban la salvación al hecho de creer, esta
sección enfatiza el hecho de «dar fruto» como consecuencia de haberse
convertido en amigo de Dios”.
Nuevamente
Jesús insiste aquel que permanece en él (cf. Jn 15,7), y da frutos que
permanezcan, todo lo que le” pida “(αἰτήσητε gr. aitésate del verbo aiteo del
cual ya hable en la lección anterior Jn 15,1-8) al Padre se los “concederá” (δῷ
gr. “do” del verbo “didomi”. Tiene muchos usos y hay que tomar su sentido del
contexto. Dar, donar, entregar, pagar, ofrecer, presentar, transmitir,
permitir, designar, producir. Se traduce “poner” en Lc 15,22 del anillo en el dedo del pródigo vuelto al
hogar; en 2 Co 8,16 «dio» y Ap 17,17, de poner en el corazón por parte de Dios;
Hb 8,10, de leyes, en la mente).
Actualización
El auténtico amor a Jesucristo lleva consigo el esfuerzo
por guardar los mandamientos divinos, y, ante todo, el mandato del amor
fraterno a la medida de la cruz de Cristo. La exigencia de estos mandamientos
no es ya el temor, sino el amor: es la respuesta a Dios que nos ha amado
primero, y nos ha mostrado su amor en la cruz de Jesús.
San Gregorio especifica bien claro cuál es el fruto que
deban llevar, “lo indica cuando añade: "Y vuestro fruto permanezca".
Porque todo lo que trabajamos en este siglo, apenas dura hasta la muerte, y
llegando ésta, corta el fruto de nuestro trabajo. Pero lo que se hace por la
vida eterna, aun después de la muerte dura, y entonces empieza a aparecer,
cuando ya dejan de verse las obras de la carne. Produzcamos, pues, tales
frutos, que permanezcan, y que la muerte, que todo lo acaba, sea el principio
de su duración”. El cristiano debe producir más que frutos en abundancia,
frutos de calidad, que permanezcan por siempre porque ha sido Cristo quien ha
iniciado la obra y él la ha culminado, simplemente somos instrumentos. Muchas
veces se observa como muchos cristianos queremos estar metido en todos los movimientos
de la parroquia, y de tanto querer hacer, muchas veces hacemos poco.
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