En
su Encíclica Laudato Si Sobre el “cuidado de la casa común” el Papa Francisco abordo el tema
sobre el daño que el ser humano le ha provocado a la tierra donde existimos,
el Papa ha dicho que se debe “al uso irresponsable y del abuso de los bienes
que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios
y dominadores, autorizados a expoliarla”.
Sin embargo hay un dato bien importante que
muchos biblistas y apologetas católicos radicales
no han querido darse cuenta. El Papa Francisco hablo de lo que la Biblia nos
dice con respecto al cuido de la tierra desde el inicio del libro del génesis.
Muchos biblistas y apologetas siempre han querido ver el libro del génesis como
un texto histórico desde su inicio, lo leen muchas veces literalmente, pues
bien, el Papa menciono dos puntos bien importantes:
1. El
sentido simbólico y narrativo del texto.
2. La
mala interpretación que hacemos de las Sagradas Escrituras.
El texto de las palabras del Papa Francisco es el
siguiente:
II.
La sabiduría de los relatos bíblicos
65. Sin repetir aquí la entera
teología de la creación, nos preguntamos qué nos dicen los grandes relatos
bíblicos acerca de la relación del ser humano con el mundo. En la primera
narración de la obra creadora en el libro del Génesis, el plan de Dios incluye
la creación de la humanidad. Luego de la creación del ser humano, se dice que
«Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gn 1,31). La Biblia enseña
que cada ser humano es creado por amor, hecho a imagen y semejanza de Dios (cf.
Gn 1,26). Esta afirmación nos muestra la inmensa dignidad de cada persona
humana, que «no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas»[37].
San Juan Pablo II recordó que el amor especialísimo que el Creador tiene por
cada ser humano le confiere una dignidad infinita. Quienes se empeñan en la
defensa de la dignidad de las personas pueden encontrar en la fe cristiana los
argumentos más profundos para ese compromiso. ¡Qué maravillosa certeza es que
la vida de cada persona no se pierde en un desesperante caos, en un mundo
regido por la pura casualidad o por ciclos que se repiten sin sentido! El
Creador puede decir a cada uno de nosotros: «Antes que te formaras en el seno
de tu madre, yo te conocía» ( Jr 1,5). Fuimos concebidos en el corazón de Dios,
y por eso «cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno
de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario».
66. Los relatos de la creación en el libro del Génesis contienen, en su
lenguaje simbólico y narrativo, profundas enseñanzas sobre la existencia
humana y su realidad histórica. Estas narraciones sugieren que la existencia
humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la
relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres
relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de
nosotros. Esta ruptura es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad
y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios,
negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. Este hecho desnaturalizó
también el mandato de « dominar » la tierra (cf. Gn 1,28) y de «labrarla y
cuidarla» (cf. Gn 2,15). Como resultado, la relación originariamente armoniosa
entre el ser humano y la naturaleza se transformó en un conflicto (cf. Gn
3,17-19). Por eso es significativo que la armonía que vivía san Francisco de
Asís con todas las criaturas haya sido interpretada como una sanación de
aquella ruptura. Decía san Buenaventura que, por la reconciliación universal
con todas las criaturas, de algún modo Francisco retornaba al estado de
inocencia primitiva[40]. Lejos de ese modelo, hoy el pecado se manifiesta con
toda su fuerza de destrucción en las guerras, las diversas formas de violencia
y maltrato, el abandono de los más frágiles, los ataques a la naturaleza.
67. No somos Dios. La tierra nos
precede y nos ha sido dada. Esto permite responder a una acusación lanzada al
pensamiento judío-cristiano: se ha dicho que, desde el relato del Génesis que
invita a « dominar » la tierra (cf. Gn 1,28), se favorecería la explotación
salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como dominante y
destructivo. Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la
entiende la Iglesia. Si es verdad que
algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras,
hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios
y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las
demás criaturas. Es importante leer los
textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar
que nos invitan a «labrar y cuidar» el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras
«labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger,
custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de
reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. Cada comunidad
puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia,
pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su
fertilidad para las generaciones futuras. Porque, en definitiva, «la tierra es
del Señor » (Sal 24,1), a él pertenece « la tierra y cuanto hay en ella » (Dt
10,14). Por eso, Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta: « La tierra
no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois
forasteros y huéspedes en mi tierra » (Lv 25,23).
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