El
término «bendición, bendecir» tiene una densidad particular en la
espiritualidad judía. Dicha por el hombre, esta palabra significa admiración,
alabanza, agradecimiento. Dicha por Dios significa garantía de bienes, promesa
de favores, expresión de benevolencia, compromiso de don. La importancia que
reviste en la espiritualidad judía está muy bien expresada por una parábola
rabínica, la de las 22 letras del alfabeto. Narra la parábola que cuando Dios estaba
a punto de crear el mundo con su palabra, cada una de las 22 letras del
alfabeto hebreo pretendía que el mundo fuera creado a partir de ella, y cada
una aportaba sus razones. El cuento pasa entonces revista a todas las letras
empezando por la última, la tau (para nosotros sería la zeta). Sin embargo, las
razones aportadas por cada letra son rechazadas porque cada letra encabeza no
solamente palabras del bien, sino también palabras del mal. Por ejemplo, en
español, la «c» es la letra inicial de «celo», pero también de «contienda»; la
«v» es inicial de «valor», pero también de «venganza»; y así
sucesivamente. Al llegar a la letra «b»,
ésta dice: «Señor del mundo, crea el mundo, te lo ruego, por medio de mí, a fin
de que todos los habitantes del mundo te alaben cada día por medio de mí, como
está dicho: Bendito sea el Señor ahora y por siempre». El Señor acogió la petición de la letra «b» y
efectivamente la primera palabra de la Biblia es «bereshit», que significa «en
el principio»: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra». La letra «b» es
también inicial de «bendición», «bendecir», «bendito». Bendito seas,
Señor. La primacía de la bendición es
subrayada por otro dicho hebreo: «El que utiliza los bienes de este mundo sin
pronunciar una bendición, profana una cosa sagrada».
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