EL DISCURSO AMBIGUO DEL CARDENAL DE PAOLIS

miércoles, 13 de julio de 2011

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 A un año de haber sido nombrado  Delegado Pontificio para la Legión de Cristo, el Cardenal Velasio de Paolis hizo un esbozo de lo que ha sido su actuación en un discurso ofrecido en  el Centro de Estudios Superiores de la Legión en Roma el pasado 3 de julio.
Realmente quede sorprendido por dicho discurso donde el cardenal con todo el respeto que se merece, parece no haber entendido lo sucedido en esta Congregación.  A un año de haber sido nombrado, solo se ha acusado al Sr Maciel por los horrendos crímenes cometidos, y pareciera según el criterio del Cardenal que solo él fue el causante y  promotor  de todas las aberraciones. Las autoridades de esta congregación que estuvieron de la mano con el Sr Maciel todavía permanecen en sus puestos,  el cardenal habla en su discurso que las decisiones tomadas por  él han sido en conjunto con dichas autoridades.
La mayoría  de las personas que han seguido este caso entre las que me incluyo pensábamos que se iba a llevar a cabo una depuración a fondo, quitando lo podrido dentro de esta, cuyo ideal es amar a Cristo, servir a los hombres y construir la Iglesia.
En su discurso el cardenal ataca aquellas personas que le han exigido más contundencia y les dice que “parecen gozarse con mirar las llagas y reabrirlas continuamente”. Déjeme decirle mi querido Cardenal que las llagas seguirán abiertas mientras no se haga justicia y se siga encubriendo a personas que estaban y sabían todas las acciones delictivas, morbosas y aberrantes del Sr Maciel. No pretendo ser juez, ni mucho menos señalar la paja en el ojo del otro, pero el mismo Señor Jesús nos lo ha dicho El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo desparrama.” (Lc 11,23).

A continuación presento el discurso del Cardenal de Paolis publicado en el diario Milenio el 12 de Julio del 2011.
“Buenas tardes. Ha pasado un poco de tiempo en que no nos habíamos visto y me dicen que mañana o pasado mañana muchos de ustedes parten y por eso, antes de que nos separemos por las vacaciones, queremos tener este breve encuentro. Un encuentro que quiere ser un poco una síntesis del trabajo que hemos realizado este año y también una valoración, por cuanto es posible. Ciertamente una valoración provisoria. De hecho, es casi ya un año que nosotros trabajamos juntos.

Yo recuerdo que el primer encuentro que he tenido con ustedes, no con los superiores sino con la comunidad, ha sido en la celebración eucarística del 10 de julio del 2010. En alguna semana, más o menos, llegamos al cumplimiento de un año; y entonces, en la homilía que tuvimos, me presenté con confianza. Así, al menos yo, recordando aquella homilía, decía: “con confianza y acompañado por la oración de muchos, cuantos sabían que yo era Delegado Pontificio, decían “tarea difícil”, pero nosotros, padre, lo sostenemos con nuestra oración.

Pero sobre todo había una carta que me acompañaba, una carta con la que el Papa me nombraba; con esa carta, después, estaba expresado el pensamiento del Papa sobre vuestra congregación: una realidad que viene de Dios, que tiene una tarea, que tiene, sin embargo, que ser purificada; debe, por eso, recorrer un camino; y si el Papa no hubiera tenido confianza en este camino no lo hubiera hecho comenzar a recorrer. Por tanto, un juicio positivo, sin duda.

El Papa expresaba el pensamiento sobre vuestra congregación y dedicaba también algunas líneas a la tarea del Delegado y sobre el camino que debíamos recorrer. El camino era principalmente un camino de purificación con la revisión de las Constituciones con la meta de un capítulo general extraordinario que debería aprobar las nuevas Constituciones y nombrar los superiores. Me parece que esta carta del Papa fue particularmente significativa porque, si no me equivoco, era la primera vez que el Papa se expresaba en primera persona sobre la misma congregación, personalmente; y después de los eventos que hacían relación al fundador y que hacían relación a las visitas -estaban en conclusión- eran la tercera etapa, el inicio de una tercera etapa. Y este fue el punto de partida que nosotros hemos tomado como camino a recorrer. Después, en este camino, he sido ayudado de los consejeros que estaban previstos desde el comienzo pero que fueron de hecho nombrados y publicados solamente un poco más tarde.

En el camino tomado nosotros hemos recorrido un tramo significativo, un tercio, desde el momento en que el camino completo es estimado en tres años. Se ha dado el encuentro con muchos de ustedes, sea individualmente por medio del coloquios, sea a través de las cartas (podríamos decir que las cartas han sido, sobre todo, unidireccionales en el sentido de que yo he respondido a muy pocas, en cuanto no podía permitirme encontrar el más mínimo tiempo para responder a sus cartas, pero ciertamente me han sido de ayuda); después el encuentro a nivel individual (al inicio eran muy frecuentes, el primer mes, los primeros dos meses eran casi exclusivamente escuchar a aquellos que querían hablar); sea después a nivel de grupo. Y hemos afrontado algunos problemas. Quizá no eran los más importantes, pero eran los que se ponían con mayor urgencia, como era la constitución de diversas comisiones que deberían tratar diversos problemas. De estas comisiones algunas están todavía activas. Están estudiando algunos temas que después de haber sido objeto de reflexión esperan una decisión por parte de los superiores: se trata del estudio de la situación económica que ha sido confiado a una comisión apropiada bajo la presidencia del secretario del APSA (Siglas correspondientes, en castellano, a la “Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica”), su Excelencia mons. Calcagno; de ella es también parte mons. Mario Marchesi, mi consejero. Se trata de una tarea económica muy laboriosa. Su situación económica, aun no siendo grave, es, sin embargo, seria y exigente. Requiere una detallada tención.

La cuestión de los resarcimientos económicos, tratada por otra comisión especial, presidida por mons. Mario Marchesi, se ha mostrado al día de hoy activa. La comisión, después, para el estudio de la Universidad Europea de Roma, presidida por el padre Gianfranco Ghirlanda, ya ha llevado a cumplimiento su trabajo. Los superiores deberán tomar sus decisiones al respecto. El trabajo desempeñado por mí y mis consejeros ha sido realizado, sobre todo, acompañando a los superiores en su servicio de la autoridad, particularmente delicado en este periodo. Hemos creído oportuno ampliar el consejo general con dos nuevos consejeros nombrados después de la consulta a toda la congregación. He participado habitualmente en las reuniones del consejo general, abierto también a mis consejeros; hemos tenido el modo de encontrar a todos los superiores territoriales. Se ha dado así la reflexión sobre todos los temas propuestos al orden del día. Hemos buscado involucrar a los consejeros y a los religiosos en los diversos niveles; hemos afrontado diversos problemas que se presentaban con mayor urgencia como el de delimitar la figura del fundador y de sus escritos en la vida de la congregación; la legislación sobre el foro interno y foro externo; sobre la relación entre superior director espiritual-confesor respecto a los religiosos en particular; se ha hecho una aproximación al tema del Regnum Christi, en particular de la rama de los consagrados, especialmente de las consagradas, en cuyo tiempo se desarrolló también la visita apostólica concluida precisamente durante estos días. Examinaremos atentamente la cuestión cuando el visitador ofrezca sus conclusiones.

Se puede decir que hasta el día de hoy el Delegado Pontificio nunca ha sustituido la autoridad de los superiores del instituto. Las decisiones han sido tomadas siempre por los mismos superiores, con la reflexión común hecha con el Delegado y sus consejeros personales. Pero el tema más importante que el Papa nos ha dado es el de la revisión de las Constituciones en cuanto modela las Constituciones, modelan vuestro estilo de vida, vuestra espiritualidad, vuestro apostolado; contienen vuestro carisma y los instrumentos para vivirlo. La necesidad de la renovación implica, sobre todo, que nos confrontamos con el estilo de vida del legionario así como él viene descrito por las constituciones y precisado en tantos otros documentos accesorios en base, sobre todo, a una praxis que se ha delineado y afirmado en el tiempo. Hemos puesto en marcha este trabajo con empeño. Todos están implicados. Una de las preocupaciones ha sido la de evitar que la revisión de las Constituciones no se transformase en la ocasión para desentenderse de su observancia y de la fidelidad a la vida religiosa. El camino parece proceder expeditamente, superadas algunas incertezas de procedimientos iniciales. Esto ha sido acompañado por la conferencia de consejeros del Delegado Pontificio, particularmente del P. Gianfranco Ghirlanda y del P. Agostino Montan. Han constituido, sin duda, la revisión de temas fundamentales de la vida religiosa: P. Ghirlanda ha tratado de las mismas constituciones, del carisma, de la relación entre foro interno y foro externo, del ejercicio de la autoridad, de la relación entre superior y su consejo; su exposición bien preparada, rica y profunda, ha sido entregada por escrito y cada uno puede disponer para profundizar los diversos temas. P. Agostino Montan ha subrayado la necesidad de que el instituto religioso esté abierto también a la iglesia particular, en la cual es llamada a trabajar según la admirable síntesis hecha del documento “Mutuae relaciones”: “por una parte los religiosos no deben estar en una iglesia particular de un modo vago y confuso” -dice el texto-, “por otra los religiosos, aun siendo para la Iglesia universal, operan en el interior de la iglesia particular y bajo la autoridad del pastor de la misma iglesia particular”. Ellos han expresado, los consejeros y conferencistas, una óptima síntesis de la doctrina de la Iglesia, más allá de la acentuación particular que cada uno lleva consigo y que evidencian aspectos diversos y complementarios y, por tanto, enriquecedores. No es por tanto aceptable una lectura parcial de conflicto que alguno puede ser tentado de hacer. También el P. Agostino Montan ha entregado por escrito su conferencia. Hemos tratado de evitar, por cuanto es posible, intervenciones sobre las Constituciones, es decir, cambiarlas inmediatamente, prefiriendo que sea el capítulo quien tome las decisiones definitivas. Sobre algún punto hemos pensado intervenir ya desde ahora aun remitiendo todo al próximo capítulo general. Hemos hecho pequeños decretos sobre los nuncios, sobre el uso de los medios de comunicación.

Este periodo ha ofrecido también un motivo para una mayor serenidad al interior de la congregación y de una consolidación de la renovada fidelidad de los miembros a la congregación. Sabemos cómo tantos han tenido alguna turbación, pero después ha estado inmediatamente el tema de la continuación, de la fe y de la paz interior. Podemos decir que este punto de llegada hoy, para gran parte, es pacífico.

Si es verdad que 2010 ha sido el año que el instituto ha sufrido las mayores pérdidas –y no podía ser diversamente porque ha sido el periodo que ha llevado al juicio severo de la Santa Sede sobre la congregación de los Legionarios con la comunicación del boletín de la sala de prensa vaticana– es también verdad que la salida ha estado más bien contenido si tenemos presente a los sacerdotes: estos después han pasado al clero diocesano mientras que han sido poquísimos aquellos que han abandonado definitivamente el sacerdocio.
Motivo de mayor reflexión, quizá, es el abandono de los estudiantes durante el periodo de la profesión temporal. Este número ha tenido siempre una cierta consistencia, común, por lo demás, a tantos otros institutos religiosos.

Entre las causas se deben contar, sin duda, una deficiencia de formación religiosa que por su naturaleza propia implica un esfuerzo perpetuo. No se puede negar, de todos modos, el influjo negativo ejercitado por algunos compañeros que al entrar en el proceso de renovación se ponen ante él de un modo absolutamente crítico hacia el camino de renovación. De hecho, parecen ver la renovación como conquista de espacios de libertad a adquirir y son habitualmente críticos hacia la posibilidad misma de una renovación por cuanto interpretan a su modo, equivocada, la frase que califica como “contaminada” la estructura misma de la congregación, y sienten casi como una misión personal tal género de esfuerzo; explotan a su fin el uso de internet con gran despliegue de energías que podrían ser empeñadas para mejores causas. Los superiores están llamados a vigilar sobre el uso mismo de internet para hacer propaganda y el papel que algunos religiosos desempeñan sobre el uso negativo que ejercen sobre la comunidad. Si es necesario deberán tomar las adecuadas medidas.

Desde el inicio se ha constituido un grupo que ha sido calificado, no sé por quién, de “disidentes”. En realidad no es muy numeroso, en cuanto se trata de poquísimas personas que lo guían. Estos, haciendo énfasis sobre la “contaminación” así dicha “estructural” de la congregación han manifestado una radical desconfianza hacia la continuación y la renovación de la congregación. Y, en cualquier modo, se han puesto en antagonismo a los mismos superiores legítimos, casi considerándose custodios de la ortodoxia del camino a recorrer, utilizando largamente el instrumento de internet, con una red que se extiende a 200 o quizá más personas: legionarios, ex legionarios o amigos de legionarios que son habitualmente encontrados.

La finalidad para ellos es el de “informar correctamente”, como se dicen, y casi siempre en modo crítico; parecen depositarios de una misión profética donde algunos piensan tener una particular vocación de sustituir a los superiores, de erigirse maestros de vida espiritual y hacerse maestros de sana doctrina.

Se ha creado un cierto estancamiento por parte de más. Algunos reflejan un influjo negativo sobre los más jóvenes. Este tipo de información para algunos sería motivo por la cual los más jóvenes abandonan la Legión. Algunos que guían este grupo están inquietos por su vocación y hacen recaer sobre los demás sus inquietudes sin un fin positivo; interpretan el presente según un viejo esquema ya consolidado: no saben ver más que o viejo que continúa en el hoy. Para ellos “lo nuevo” no existe ni aparece en el horizonte. En este modo tienen prisionera la reflexión en un cuadro angosto y sin vía de salida, suscitando desconsuelo y desamor por la vocación. Firmes como están en la herida sufrida en la congregación, parecen gozosos de mirar las llagas y reabrirlas continuamente, en lugar de mirar más en profundidad y con esperanza hacia el futuro, trabajando por la verdadera renovación, tomando el verdadero camino de conversión.

Quiero recordar lo que dije al inicio de mi tarea que ha partido, como ya he recordado, no de la “contaminación” sino de la visión positiva de la congregación que después debe renovarse continuamente y con el concurso de todos. Si la congregación tiene necesidad de purificarse, de renovarse, esto puede y debe llegar a través de la conversión y la renovación de las personas individualmente. ¿Qué quiere decir renovación estructural? El mensaje evangélico no se detiene en la denuncia del pecado sino que va al anuncio de la gracia salvífica, a la posibilidad ofrecida de la conversión.

En los años 70 se hablaba frecuentemente de pecado estructural. Y era objeto de discurso de quien tenía siempre de qué acusar a los otros, y no pensaba que la renovación viene a través de la conversión de las personas. Puede tener también un significado esta frase “pecado estructural”, como ya ha revelaba el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica post sinodal Reconciliatio et paenitentia, pero en realidad el Evangelio no conoce las conversiones de las comunidades, conoce las conversiones de las personas. Y las personas por cuanto pueden estar “contaminadas”, son siempre redimibles con la gracia del Señor. Es más, el sentido del Evangelio es precisamente esto, es la esperanza.

Del pecado tenemos ya bastante. Subrayar continuamente los pecados, retornar siempre sobre los pecados, como si lo hiciese el Señor con nosotros, no llevará a un paso adelante. Tenemos necesidad, sí, de ser conscientes que somos pecadores. ¡Pero detenerse ahí es la muerte! Si aquello es un momento para darse cuenta que tenemos necesidad de Dios, entonces es gracia, y la gracia es la que viene al encuentro. ¡Y es la gracia la que ha venido al encuentro a través de la Iglesia, a través del Papa! Ha venido al encuentro porque la gracia es más fuerte que el pecado y esta es la esperanza cristiana.

Es necesario renovarse. Quiero recordar también mi primera homilía del 10 de julio, como ya les había dicho. Les recordaba que el Papa ha creído en ustedes. Que esto sea activado. Quiero recordar también la homilía del 3 de enero por los 70 años de la Legión. Recordaba la persona y el nombre de Jesús, que nuestra vida tiene un sentido en referencia a nuestro Señor Jesucristo el cual no se escandaliza nunca de los pecados, son los hombres los que se escandalizan de los pecados. Y en ocasiones son los más pecadores, los que no quieren convertirse, los que se escandalizan de los pecados. Basta mirar la agresión de que ha sido objeto la Iglesia de hoy. Viene acusada de las más grandes cosas nefandas como si la Iglesia fuera la más grande pecadora y los acusadores no son, ciertamente, mejores. Y si la acusan no es porque quieran verla más bella sino para encontrar una justificación a sí mismos.

Quiero recordar de modo particular mi homilía al inicio de la Cuaresma: metanoia, kénosis, diaconía, koinonía. Son los cuatro pasos para llegar a la reconciliación, a la koinonía. Debemos renovarnos desde dentro. Es siempre posible y un deber. Eh aquí el anuncio evangélico. Si al anuncio evangélico quitamos el anuncio de Jesús -que el Reino de Dios es cercano, “convertíos y creed en el Evangelio”- el Evangelio no es más una alegre noticia. La noticia alegre no es que seamos pecadores, esa es la mala noticia: la buena noticia es que Dios, con su gracia, viene al encuentro. Y si nosotros tenemos necesidad de convertirnos nos renueva desde dentro y nos permite recorrer el camino nuevo; y esto nos lleva a la kénosis, a la humildad, a la disponibilidad, ¡a la apertura de corazón, a la liberación interior de modo que nosotros ponemos nuestras energías al servicio de los otros, no a la destrucción de los demás!

Es el diablo el que empeña sus energías para destruir, es la fatiga del diablo. ¡Cuánta empeño pone el diablo! ¿Pero para hacer qué? Para destruir el Reino de Dios. Quien trabaja bajo la acción del Espíritu edifica. Y edifica primero que nada con su ejemplo; edifica con su humildad; edifica anunciando la gracia y la esperanza, no la destrucción. Y entonces nuestra vida se convierte en diaconía. Y el fruto de la conversión, de la kénosis, de la diaconía, será precisamente la koinonía, el reencontrarse unidos como hermanos. Es verdad que podemos litigar, es verdad que podemos estar en un estado de conflicto; pero el conflicto y el litigio por sí mismos no tienen valor. Deben ser un momento de superación. Delante al mal, que siempre ha existido en la Iglesia, son diversas las reacciones. Decía Kierkegaard, este autor protestante –no sé si ya lo he citado alguna otra vez– cuando en el tiempo de Lutero, qué había en la Iglesia… Y Lutero ha venido a Roma porque todavía tenía fe. Después ha visto lo que ha visto y ha perdido la fe, y habiendo perdido la fe, ha perdido la esperanza. Y su conclusión, ¿cuál ha sido? La de salirse de la Iglesia, de elaborar una teología que sabemos cómo es: de fe, sí, pero de creer pensar que la conversión es imposible, de creer que la justificación no existe.

La Iglesia católica, que sentía ser pecadora, ha creído en la gracia. Y mediante la gracia se ha encendido un movimiento de renovación que ha producido muchos santos. Es la potencia de la gracia. Y sobre esta gracia es que nosotros debemos dar confianza, es sobre ella que debemos empeñar nuestra vida; es sobre ella que nosotros debemos poner el énfasis para tener fe en una renovación. La gracia es la cosa más bella, el don de Dios, Cristo Jesús, que viene de Dios y nos es ofrecido a nosotros pecadores. Cuando al interior de la comunidad se crean estas situaciones de personas que crean continuamente conflictos, divisiones, yo amo recordar aquello que decía san Juan, “después estos salen”; san Juan dice “salen porque no eran de los nuestros”. ¿Cómo hace uno para vivir en una comunidad continuamente en disidencia? Siembra cizaña y después se va. Se va porque no había amor, no había amor… Se puede también criticar –de la mañana a la tarde– pero para edificar, por amor. Y si amo mis ojos saben ver algo de bueno. Si veo sólo el mal mis ojos están enfermos; porque nuestros ojos son la ventana de nuestro corazón.

Algunas veces sucede que legionarios que han salido y llaman porque quieren después explicarme el motivo por el cual han salido. Y yo he respondido más de una vez: “te escucho con gusto pero me maravillo que no has sentido la necesidad de preguntarme cuando has salido. Y ahora por qué quieres interrogarme”. Y normalmente esto es para justificar su salida. Pero no hay necesidad de justificar la salida. La has hecho, yo pienso que la has hecho bien; las has hecho con meditación, con ponderación, estate tranquilo; hay otros que no la han hecho y no lo han hecho con ponderación, con conciencia, y ¿por qué quieres influenciar al otro ahora? ¿Por qué quieres disgregar al otro para justificarte a ti mismo?

Ciertos debates son tiempo perdido. De todos modos no son debate de vida comunitaria, sea en internet o extra internet; son cosas que tocan la conciencia del individuo, la profundidad del espíritu. Pero no somos tan niños como para pensar que cuando decimos las cosas nos abrimos con el corazón en la mano a los otros. Cuando hablamos, tantas veces hablamos para justificarnos, pero aquello que realmente uno es lo sabe solamente él y delante al otro nos ponemos en silencio y con respeto.

Hay también un pudor de la conciencia. Si alguno quiere hacer de maestro se haga nombrar maestro. Parece que algunos tienen la vocación de ser maestros de todos, de ser director espiritual. Si alguno tiene problemas, vaya a interrogar personas expertas. Si alguno quiere tener un director espiritual vaya al director espiritual. Pero eso de transformar en foro público todos los problemas, esto es banalizar las situaciones y no reflexionar y no confrontarse y dañar la relación fraterna. Se trata de problemas muy serios como para tratarlos así. Tengamos respeto de los demás. La comunidad, o nuestro grupo de interés, no es la posibilidad que tenemos de desfogar nuestras frustraciones o encontrar nuestras justificaciones. Nuestra comunidad no es la “escupidera”. Y debemos sentirnos humillados cuando venimos instrumentalizados de esta manera. Si tenemos necesidad de dirección espiritual vamos al director espiritual. Si tenemos necesidad de confrontar nuestras ideas vayamos a quien puede ayudarnos. Si no estamos contentos de nuestra pertenencia a la comunidad, no intentemos alargar el espacio de la insatisfacción sino que reflexionemos con personas preparadas que puedan ayudarnos y después tomamos nuestras decisiones. Si nos encontramos siempre descontentos con los otros, la causa no puede estar sino dentro de nosotros. Invito a hacer discernimiento. Invito a leer de modo particular el capítulo quinto de la carta a los gálatas, versículos que tocan… mejor los leemos juntos y concluimos nuestra reflexión.

El discernimiento del espíritu, la carta a los gálatas, las obras de la carne y los frutos del espíritu: “Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes…”. Noten, habla de obras de la carne, es decir, de aquello que el hombre abandonado a sí mismo cumple y es la disgregación, la división, la incapacidad de dominarse a sí mismo y de relacionarse correctamente con los demás. Los frutos del espíritu, al contrario, como dice el mismo san Pablo, el fruto (las obras de la carne son múltiples porque no tienen unidad, son sólo dispersión), el espíritu es unidad y da un solo fruto: el fruto de la caridad que, sin embargo, tiene diferentes presentaciones, diversos aspectos: “El fruto del Espíritu –dice san Pablo– es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley”.

Yo deseo que el camino recorrido nos haya acercado un poco a esta meta y estoy convencido de que nos ha acercado, pero hay todavía necesidad de recorrer un ulterior camino; de reencontrar el empuje unitario de sí, confrontarse, y cada uno aporte su contribución, pero lo traiga al interior de la comunidad y lo ponga al servicio de la comunidad. No haga el partido a sí. Gracias por su atención"
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