EL HOMBRE DE FE PUEDE ABRIR AGUJEROS EN EL CIELO (MC 2,1-12)

viernes, 17 de febrero de 2012

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Este episodio es relatado por los tres sinópticos (Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26), aunque en contextos distintos, por lo que es más fácil situarlo en el suyo propio.


Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa y pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Cafarnaúm en griego significa “ciudad de Nahúm o también ciudad de consuelo”. Era una ciudad en la ribera noroeste del lago de Galilea, en la región de Zabulón y Neftalí.
No es nombrada en el AT, siendo posible que no existiera sino después de la cautividad. Era un centro de comercio referente a la pesca y un control de aduana, debido a encontrarse en la ruta comercial que discurría desde Siria al Mediterráneo. En Cafarnaúm Jesús la hizo su residencia habitual (Mt 9,1), frecuentó la sinagoga con regularidad para enseñar en ella (Jn 6,59; Lc 4,33). Allí escogió a Mateo mientras recogía los impuestos (Mt 9,9-13), sanó la fiebre de la suegra de Pedro (Mt 8,14-17; Mc 1,29), a un endemoniado (Mc 1,21-28), al hijo del oficial real (Jn 4,46-54) y a otros números de enfermos (Mt 8,16-17; Mc 1,32-34).
A pesar de las enseñanzas y de las obras de Jesús sus habitantes no aceptaron su mensaje. El Señor anuncio su ruina (Mt 11,23-24), que efectivamente se cumplió.

Mientras Él enseñaba su doctrina le quisieron presentar un paralitico que llevaban entre cuatro. Jesús tenía como oficio principal exponer la Palabra de Dios y este interés se lo contagió a sus apóstoles, los cuales exclamaron “No está bien que nosotros abandonemos el trabajo de predicar la Palabra de Dios para dedicarnos a administrar” (Hch 6,2).
Existe un dato bien interesante en el pasaje evangélico  y es que los camilleros “quisieron” llevar al paralitico a Jesús y no lo pudieron lograr por la gran cantidad de personas, sin embargo su fe era solida y no se desanimaron al primer intento. Cuantos cristianos hoy día se desaniman en su fe al primer inconveniente en sus vidas, su fe es inmadura.
Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Los camilleros nunca desfallecieron en su fe y se fortalecieron la dificultad. El paralitico es incapaz de hacer algún movimiento y es por ello que “quitan parte del techo”  y bajan al enfermo. Los camilleros abrieron un agujero en el techo, un buen ejemplo para todos los cristianos que también pueden “abrir agujeros en el cielo” para que venga la bendición divina a nuestras vidas.
San Agustín dice al respecto: “Pertenece a la fortaleza cristiana no sólo obrar el bien, sino también tolerar el mal. Quienes parecen enfervorizarse en obrar el bien, pero no quieren o no pueden tolerar los sufrimientos inminentes, son los débiles. Quienes por un mal deseo, siendo amantes del mundo, se retraen de las buenas obras, yacen enfermos y lánguidos; éstos, por su misma enfermedad, como hallándose sin fuerza alguna, no pueden obrar bien alguno. Tal fue en el alma aquel paralítico: los que le llevaban no pudiendo presentarlo al Señor, abrieron el techo y por él lo dejaron caer (Mc 2,3-4). Es como si quisieras hacer esto con el alma: abrir el techo y poner ante el Señor el alma paralítica, descoyuntada en todos sus miembros y sin obra buena alguna, cargada con sus pecados y sufriendo con el mal de su deseo. Quizá están descoyuntados todos los miembros y padeces una parálisis interior y no puedes llegar al médico; tal vez se oculta el médico y está dentro, es decir, quizá está oculto el auténtico sentido de la Escritura; abre el techo y baja al paralítico, descubriendo lo que está oculto. Escuchasteis ya lo que oirán quienes no hacen esto o lo realizan negligentemente: no fortalecisteis a la que estaba débil y a la que estaba fracturada no la vendasteis”. (Sermón 46,13)
Las casas de los judíos eran de ladrillos y en menor cantidad de piedra, por su parte el techo era llano, formado por ramas mezcladas con tierra arcillosa y piedras pequeñas. Estaba rodeado de un parapeto y formaba una terraza de múltiples usos; para dormir en las noches de verano, para los trabajos domésticos, las conversaciones y la oración.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres le dijo: “Hijo tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban ahí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”
El milagro se activo no por la presencia del paralitico sino por la fe de los camilleros, por su perseverancia.
Jesús quiere sanar primeramente nuestra alma para ofrecernos luego la salud corporal, por eso dijo: “Hijo tus pecados te quedan perdonados”.
El término pecado en hebreo no tiene un concepto técnico, sin embargo para designar una transgresión, una falta se utiliza la familia de términos griegos de la raíz “hamart” que es la más frecuente. El termino griego principal es “harmatia” que literalmente significa la acción de errar en el blanco.
Entre los múltiples términos tenemos:
        Paráptôma: Significa “paso en falso, caída” (Mt 6,14; 18,35; Mc 11,25; Rom 4,15; 5,15).
        Parábasis: termino que denota “pie que traspasa” siempre en relación con la ley:
        Ofeilema: Metafóricamente se expresa del pecado como “deuda”, por cuanto exige una expiación (Mt 6,12)
        Anomía: Es la “carencia de ley, desorden”, en sentido de rechazo del principio mismo de la Ley o voluntad de dios (1Jn 3,4).
        Adikía: Termino afán al anterior que indica un estado de “injusticia, irrectitud” (Lc 13,27; 16,18; 18,6; 1Co 13,6; 2Ts 2,10; Rom 1,18).
En última instancia el pecado siempre es una ofensa contra el carácter santo de Dios y sus mandamientos.
Siguiendo el texto dice que estaban allí uno escribas y que empezaron a reprochar las palabras de Jesús. El término viene del hebreo “sôfér” que significa contar. Del griego “grammateus” que significa las letras, los escritos los textos.
El escriba era un especialista e intérprete oficial de las escrituras santas. Hacia la edad de 40 años de prolongados estudios, esta  persona era nombrada escriba, lo que le confería autoridad en las decisiones jurídicas, especialmente en el Sanedrín, donde tenía derecho a un puesto. En muchos ocasione Jesús reprocha a los escribas por sus excesos debido a su ciencia y a la preocupación por los honores (Mt 21,3-33; Lc 11,45-52).
Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué pensaron así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralitico “Tus pecados te son perdonados o decirle: -Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa? Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados. Le dijo al paralitico: “Yo te mando, levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”.
Jesús conoce nuestras intenciones y Él es el único que tiene autoridad o mando para erradicar alguna enfermedad en nuestro cuerpo. El mismo Jesús se hace llamar “Hijo del hombre”, expresión tomada de  dos traducciones: La primera se remonta a Ezequiel 2,1 y la segunda a Daniel 7,13 y es de tipo apocalíptico. La expresión la realizo Jesús en 3ra persona como lo hace ordinariamente sin preocuparse por definirse como Mesías y hace referencia a su misión, que es misión del Padre, mediante la cual lleva a cabo su acción salvadora de la humanidad sometido a los poderes terrenales de la inhumanidad.
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”.
El paralitico tomó su camilla que ya no la necesitaba más y salió de allí dando la gloria a Dios. Hoy también los cristianos deben dar las gracias por la gran cantidad de bendiciones de Dios en nuestras vidas.










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