EL INCIENSO SE IDENTIFICA CON LA ORACIÓN QUE SE DIRIGE A LOS CIELOS

martes, 23 de octubre de 2012

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El incienso constituye  un elemento litúrgico en las celebraciones de los ritos de oriente y occidente, así como en las de otras religiones. Se trata de una sustancia resinosa aromática extraída del árbol del olíbano, que encontramos en Omán y en algunas zonas de Somalia.

El uso del incienso en el campo religioso pasó a ser un elemento de oblación, signo de oración y adoración de las divinidades.

En Egipto era utilizado en los rituales que se ofrecían a los dioses, los cuales, representados como objetos divinizados, eran sometidos  a complicados rituales de adoración.

Con mucha probabilidad, el contacto con las costumbres egipcias, previo al Éxodo, llevo a los israelitas a incorporar en sus ritos el incienso el cual aparece en el Antiguo Testamento la cantidad de 133 veces.  De hecho, se puede leer en el libro del Éxodo que a los efectos de preparar la construcción del santuario, Moisés les ordenó reservar entre otras cosas aceite para el alumbrado, aromas para el óleo de la unción y para el incienso aromático (Ex 35,8), más adelante fue efectuada la construcción de los objetos litúrgicos, específicamente el altar del incienso (Ex 37,25-29).

El Éxodo señala:
Harás también un altar para quemar el incienso. Lo harás de madera de acacia y tendrá medio metro de largo y de ancho; es decir, que será cuadrado. Tendrá un metro de altura, y de sus cuatro ángulos saldrán sus cuernos, haciendo un cuerpo con él.  Lo revestirás de oro puro, tanto su parte superior como sus costados, así como sus cuernos. Pondrás en su derredor una moldura de oro,  y debajo de la moldura, a los costados, harás dos anillos de oro. Los harás a ambos lados para meter por ellos las varas con que transportarlo.  Estas serán de madera de acacia y las revestirás de oro.  Colocarás el altar delante de la cortina que abriga el Arca del Testimonio y ante el Lugar del Perdón que cubre el Testimonio, allí mismo donde yo te hablo.  Aarón quemará cada mañana sobre él incienso aromático, al preparar las lámparas,  y hará lo mismo al atardecer cuando alimente las lámparas. Este será el Incienso ante Yavé, de generación en generación. No se ofrecerá sobre este altar incienso profano, ni holocausto, ni víctima, ni se derramará sobre él vino alguno. (30,1-9).

El incienso prescrito para estos rituales es denominado “incienso sagrado” y consiste en una mezcla compleja de elementos igualmente descrita en el Éxodo:
“Yavé dijo a Moisés: «Procúrate en cantidades iguales los siguientes aromas: resina, espinos y gálbano, especias aromáticas e incienso puro.  Prepara con ellos según el arte del perfumista un incienso perfumado, sazonado con sal, puro y santo;  molerás una parte, que pondrás delante del Testimonio, en la Tienda de las Citas, donde yo me reúno contigo. Será para ustedes cosa sacratísima. No harán perfume de semejante composición para uso personal; lo tendrán por cosa reservada a Yavé.  Cualquiera que haga otro igual para recrearse con su fragancia será exterminado de entre los suyos.” (Ex 30,34-38). Finalmente fue ejecutado el ritual colocando el altar de oro frente a la tienda del Encuentro, delante del velo y “quemó sobre él incienso aromático como Yavé había mandado a Moisés” (Ex 40,27).
El uso del incienso va apareciendo en todas las instituciones de Israel; en los sabios, el rey, los sacerdotes y el culto y finalmente en los profetas. En el libro de Judith encontramos: “Judit se arrodilló con el rostro inclinado, puso ceniza sobre su cabeza y dejó ver el saco que tenía puesto. Era precisamente a la misma hora en que se ofrecía en la Casa de Dios de Jerusalén el incienso de la tarde”  (Jdt 9,1).

Por su parte el profeta Malaquías hace una referencia litúrgica acerca del incienso: “Desde donde sale el sol hasta el ocaso, en cambio, todas las naciones me respetan y en todo el mundo se ofrece a mi Nombre tanto el humo del incienso como una ofrenda pura. Porque mi Nombre es grande en las mismas naciones paganas, dice Yavé de los ejércitos” (1,1).
Simbólicamente, el humo del incienso que se va elevando, se identifica con la oración que se dirige a los cielos, a fin de que sea escuchada por Dios. Se erige en un código visual pero, obviamente, también olfativo, con lo cual se convierte en un elemento comunicativo multisensorial, especialmente en las liturgias de Oriente, en las cuales no solo se observa o se huele, sino que se escucha, pues los incensarios llevan campanillas.
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