El
texto que vamos a estudiar (Jn 13,31-35) es de vital importancia, pues, en el
contexto de la Pascua, promulga el estatuto fundacional de la nueva comunidad
humana; él sustituye la Ley mosaica, estatuto del antiguo pueblo y de su
alianza.
Jesús
ha explicado con su ejemplo que el amor consiste en el servicio al hombre hasta
dar la vida (lavado de los pies); luego ha mostrado que ese servicio se
extiende a todos, incluso al enemigo (traición de Judas) aún a costa de la
vida; excluye así toda violencia y respeta totalmente la libertad, haciendo ver
que el amor es más fuerte que el odio. Ahora, en este texto, comprende en su
único mandamiento lo antes explicado y lo hace distintivo de los que lo siguen
en su éxodo.
El
paso de la tercera a la segunda persona divide claramente esta perícopa de la
anterior; al mismo tiempo la perícopa enlaza los dos episodios precedentes con
la que sigue. Por una parte, el anuncio de su marcha y la imposibilidad de
seguirlo por el momento (13,33), recogido en la perícopa siguiente (13,36-38),
prepara el tema del camino (cap. 14). Por otra parte, el mandamiento del amor
(13,34-35) resume para los discípulos el comportamiento de Jesús en las dos
escenas precedentes.
Pueden considerarse dos momentos:
13,33: Anuncio de su marcha
inminente.
13,34-35: El nuevo mandamiento.
Jesús
inicia su discurso declarando que ahora el Hijo del hombre es glorificado, y
que al mismo tiempo en él, es decir, por medio de él, es glorificado Dios.
Varios comentaristas entienden estas palabras en el sentido de que Jesús,
mirando retrospectivamente su vida a la luz de su muerte ya próxima, declara
que toda su actividad sobre la tierra ha sido una revelación de la gloria,
antes oculta, del Hijo del hombre, y viene a ser al mismo tiempo glorificación
de Dios, ya que su actividad no ha sido otra cosa que la ejecución de las obras
del Padre.
13,33a «Hijos míos, ya
me queda poco que estar con vosotros».
Jesús
se dirige a los discípulos con un término de afecto. El momento es emocionante,
porque va a anunciarles su próxima partida, de la que es plenamente consciente
(13,1.3). Con esto, las palabras que siguen toman carácter de testamento.
Aunque ellos no se han dado cuenta (13,28), la traición se ha consumado y la
entrega es inminente.
Este
«poco» va a ser completado en 16,16ss por otro «poco», cuando los discípulos
volverán a ver a Jesús. Por el momento, les habla de su marcha, que es la que
da carácter definitivo al mandamiento que va a comunicarles.
13,34a «Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros».
El
se marcha, pero ellos van a quedarse (13,1; 17,11). Jesús los va a constituir
como comunidad, dándoles su estatuto y su identidad. Ellos, que lo han
reconocido por Mesías (1,41.45.49), van a saber ahora cuál es el fundamento y
la característica de la comunidad mesiánica. Les da el mandamiento nuevo, por
oposición a la Ley antigua; la Ley de Moisés queda sustituida por el
mandamiento de Jesús. Va a establecerse ahora la diferencia entre las dos
alianzas: la del legislador y la del Mesías (1,17), la del que habla desde la
tierra y la del Esposo-Hijo que pronuncia las exigencias de Dios (3,29.31.34).
La alianza basada sobre la realidad del amor y lealtad de Dios no puede tener
más Ley que la del amor, que es al mismo tiempo el culto que el Padre busca
(4,23s) y el Espíritu que él comunica.
Si la gloria de Dios es amor y lealtad (1,14), no puede ser otra su exigencia a
los hombres: un amor que responde a su amor (1,16). En realidad, la nueva ley
es Jesús mismo como señal alzada que manifiesta y expresa el amor de Dios.
Jesús
lo llama mandamiento para oponerlo a los de la antigua Ley. En realidad, el
amor no es ni puede ser un precepto impuesto desde fuera, como tampoco lo es
para Jesús. El hace lo que ve hacer a su Padre (1,18), lo que el Padre le
enseña (5,19s). Obra por sintonía e identificación con el Padre (10,30; 14,10).
En
su mandamiento, Jesús no pide nada para él mismo ni para Dios, sólo para el
hombre. Vuelve a mostrarse que Dios no es absorbente ni acapara al hombre; por
el contrario, es un dinamismo expansivo de amor universal, cuyas ondas empujan
cada vez más lejos. Es fuente de amor personal, don de sí, que impulsa a darse
a los demás. Toda la vida y la actividad han de ser una variada expresión de
ese único afán, el de expresar en obras el amor por los otros.
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