El presente artículo se lo dedico a una amiga protestante con la cual tuve una tertulia sobre las imágenes.
Israel
es el único pueblo de la historia que tuvo un culto sin imágenes. Las
excavaciones arqueológicas en palestina no han dado hasta ahora con ningún ídolo
que pueda identificarse con certeza como
imagen de Yahvé. El Decálogo prohíbe tajantemente fabricar imágenes tanto de
Yahvé como de otros dioses (Ex 20,4; Dt 5,8), con lo cual se pretendía cortar
el influjo de la religión cananea en las prácticas cultuales de Israel.
La
adoración del becerro de oro en el Sinaí (Ex 32), y la erección de toros
sagrados en los santuarios de Dan y Betel (1R 12,32), son un desafío abierto y
una transgresión de las condiciones de la alianza.
El
culto sin imágenes hay que entenderlo en Israel en el contexto de la mentalidad
semítica, donde la imagen no era sólo un signo sensible de una realidad
superior, sino que tenía un valor casi mágico y se pensaba que quien tenía una
imagen obtenía en algún sentido como un poder sobre la divinidad. De modo que
la Ley y los Profetas al oponerse a la representación visual de Yahvé no buscan
sólo defender la espiritualidad de Dios, sino afianzar la trascendencia de
Dios, que no puede ser apresado por hombre, y por tanto utilizado con fines mágicos
o de cualquier otro tipo.
Sin
embargo, hay que señalar que la prohibición de imágenes de talla o fundición no
fue absoluta, en el mismo Sinaí se manda que el arca de la la Alianza estuviera
protegida por imágenes de querubines. En el candelabro de siete brazos estaban cinceladas flores de
almendro. Salomón mandó construir el templo con decoraciones de formas
vegetales, animales: toros y leones, e incluso angélicas: querubines, sin
recibir por ello reprensión profética (1R 6,27; 7,25; 10,19-20). Ezequiel, en
su visión del nuevo templo, describe los querubines y las palmas que lo han
adornado (Ez 41,18-20). El llamado “mar
de bronce” del templo era sometido por doce estatuas de toros (1 R 7,25). El
mismo Moisés mandó construir, por orden de Yahvé, una serpiente de bronce que
puesta sobre un bastón elevado podía sanar a cuantos la miraran de lo mordidos
por serpientes (Nm 21,6-9), pese a los peligros de idolatría que esto
entrañaba, por haber salido recientemente del politeísta Egipto, donde se
adoraba las serpientes. Al parecer, esta serpiente de bronce se conservó durante
siglos con suma veneración en Israel, hasta que el rey Ezequías mando
destruirla, porque los israelitas, influidos por los cultos idolátricos cananeos,
quemaban incienso ante ella, considerándola como un craso ídolo material (2 R
18,4).
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