En los tres pasajes precedentes,
Lucas ha expresado la relación entre Juan Bautista y Jesús; a ésos añade ahora
un nuevo episodio en el que Jesús perdona a una pecadora pública en casa de un
fariseo llamado Simón, que le ha invitado a comer con él (Lc 7,36-50).
Todavía
estamos en la llamada «interpolación menor» de Lucas (Lc 6,20-8,3), a la que,
naturalmente, pertenece este episodio. El pasaje en sí no tiene ninguna
relación directa con los tres episodios precedentes, y no es fácil determinar
los motivos de su inserción precisamente en este punto del relato. Se ha
querido ver una cierta conexión —desde luego, bastante superficial— en el hecho
de que en Lc 7,34 se presenta a Jesús como el Hijo de hombre «que come y bebe»;
pero, en realidad, la narración evangélica de Lucas todavía no ha presentado a
Jesús bajo este aspecto. Quizá sea más pertinente una cierta correlación con Lc
7,34, precisamente en el reproche que se le hace a Jesús: «amigo de.. .
pecadores»; el presente episodio sería una prueba de esa acusación. También
sería posible ver en este pasaje la reacción típica de los fariseos ante la
figura de Jesús; eso haría de este relato una buena ilustración de Lc 7,30.
Pero el episodio, en su propia individualidad, es bastante más complicado.
Según
Fitzmeyer “la narración proveniente de «L» es, casi con toda seguridad, el resultado
de una combinación de elementos. Desde el punto de vista de historia de las
formas, se compone de una «declaración» de Jesús (vv. 36-40 y 44-47ab) y de una
parábola sobre un prestamista y dos deudores (vv. 41-43). No hay ningún motivo
para pensar que Lucas sea el responsable de esta combinación de elementos; lo
más probable es que lo haya tomado de la tradición tal como él mismo lo
reproduce. El v. 47c (ho de oligon aphietai oligon ágapa = «en cambio, al que
poco se le perdona muestra menos amor») es una adición redaccional para unir la
parábola con la «declaración» propiamente dicha. Los vv. 48-50 son una especie
de apéndice, cuya función consiste en redondear narrativamente la combinación
de los dos componentes originarios”.
La
naturaleza combinatoria de la narración se confirma por un análisis sinóptico
del pasaje, ya que está indudablemente relacionado con el episodio de la unción
de Jesús en Betania (Mc 14,3-9; cf. Mt 26,6-13; Jn 12,1-8). La semejanza entre
Lc 7,36-50 y Mc 14,3-9 se puede deducir de los siguientes detalles:
1)
En Lc 22 se omite cuidadosamente todo paralelismo con esta unción de Jesús; eso
prueba que Lucas es coherente con su método de evitar duplicados.
2)
El hecho mismo de la unción por una mujer anónima que, sin estar invitada, irrumpe
en la celebración del banquete.
3)
En ambos episodios, Jesús aparece «recostado a la mesa».
4)
La mujer lleva un «frasco de alabastro lleno de perfume» (alabastron myrou).
5)
El nombre del anfitrión es idéntico en ambos relatos: «Simón».
6)
La reacción de los circunstantes, que lleva implícita una desaprobación del
hecho.
7)
El comportamiento de Jesús decididamente favorable a la actuación de la mujer.
Junto
a estas afinidades no se puede negar que existen considerables divergencias
entre las dos versiones. En Marcos, Jesús se encuentra en Betania, no en
Galilea; el episodio tiene lugar poco antes de la fiesta de Pascua; la mujer
unge la cabeza de Jesús, no los pies; Simón es un leproso, no un fariseo; los
reparos sobre la unción proceden de «algunos» (tines) o, según una variante
textual, de «sus discípulos» y no precisamente del fariseo; se presenta a la
autora del despilfarro y se hace mención de los pobres, pero no se dice una
sola palabra sobre la condición de la mujer; la unción de Jesús se relaciona
con su sepultura, no con el amor o el arrepentimiento de la mujer. Por otra
parte, entre la redacción de Lucas y la narración de Juan hay una serie de
detalles comunes, aunque la versión del cuarto evangelista sigue más de cerca
las narraciones de Mateo y Marcos; en Lucas y en Juan, la mujer unge los pies
de Jesús y se los seca con sus cabellos. No se puede negar un cierto contacto
entre las tradiciones reproducidas por Juan y por Lucas.
El
sentido de la narración de Lucas, en su globalidad, es fácilmente
identificable. El arrepentimiento, el perdón de los pecados y la salvación se
han hecho realidad en una persona perteneciente a uno de los sectores más
marginados de la sociedad israelita: una mujer y, además, pecadora. La
transformación experimentada se hace patente en una serie de muestras de
afecto, que revelan una actitud profunda de amor y de fe; amor a Jesús y fe en
Dios.
La
parábola de los dos deudores, introducida en el núcleo de la declaración
propiamente dicha, tiene dos aspectos muy significativos: por un lado tiene su
propio mensaje sobre la relación que existe entre perdón de los pecados y amor
(es decir, el pecador manifiesta más agradecimiento a Dios que el intachable,
pero crítico, fariseo), y por otro, alegoriza la narración: el arrepentimiento
de sus innumerables pecados abre el corazón de la mujer a la misericordia de
Dios mucho más que la mezquina complacencia del anfitrión, que quiere honrar a
Jesús invitándole a su mesa. El amor de la pecadora, manifestado en sus
lágrimas, en sus besos y en el derroche de un costoso perfume revela una más
radical orientación a Dios, es decir, una fe que le lleva a experimentar la
salvación. Por eso Jesús termina diciéndole: «vete en paz». Así, el episodio se
cierra con una alusión a dos modalidades fundamentales con las que Lucas
expresa los efectos del acontecimiento Cristo: salvación y paz.
El
amor de Jesús a los pecadores no es una prueba de que tomara el pecado menos en
serio que los fariseos, sino al contrario, de que el pecado es el mayor y único
verdadero mal para el hombre, por separarle de Dios (cf. Lc 15,18.21) y tener
como consecuencia la pérdida de la salvación. Su amor a los pecadores no radica
en una simpatía natural, en gusto por lo deforme y lo abyecto, sino que es amor
para salvar, cura de almas.
Todo
pecado, aún el más grave, puede, según palabras de Jesús, ser perdonado, si el
pecador se convierte. Sólo para la blasfemia contra el Espíritu Santo, que
consiste en el hecho de no reconocer los adversarios de Jesús su lucha contra
Satán, declarándole a él mismo en alianza con el demonio, no hay perdón alguno
(Mc 3,28-30).
EVANGELIO TOMADO DE LA TRADUCCIÓN DE LA BIBLIA DE BOVER-CANTERA
7,36
Rogaba a Jesús uno de los fariseos que comiese con él; y entrando en casa del
fariseo, se recostó a la mesa. 37 Y he aquí que se presenta una mujer,
que era conocida en la ciudad como pecadora; la cual, enterándose que comía en
casa del fariseo, tomó consigo un botecillo de alabastro lleno de perfume, 38
y puesta detrás junto a sus pies, llorando, comenzó con sus lágrimas a bañarle
los pies, y con los cabellos de su cabeza se los enjugaba, y le besaba
fuertemente los pies y se los ungía con el perfume. 39 Viendo esto el
fariseo que le había invitado, dijo para sí: Ese, si fuera profeta, conociera
quién y qué tal es la mujer que le toca, cómo es una pecadora. 40 y
respondiendo, díjole Jesús: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo:
Maestro, di. 41 Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía
quinientos denarios, el otro cincuenta. 42 No teniendo ellos con qué
pagarle, les perdonó a entrambos. ¿Quién, pues, de ellos le amará más? 43
Respondiendo Simón, dijo: Entiendo que aquel a quien más perdonó. Él le dijo:
Rectamente juzgaste. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esa
mujer? Entré en tu casa, no me diste agua a los pies; más ésta bañó mis pies
con sus lágrimas y los enjugó con sus cabellos. 45 No me diste ósculo;
mas ésta, desde que entré, no cesó de besar fuertemente mis pies. 46
No ungiste con óleo mi cabeza; mas ésta ungió mis pies con perfume. 47 Por
lo cual te digo: le son perdonados sus muchos pecados, por que amó mucho. Mas a
quien poco se perdona, poco ama. 48 y dijo a ella: Quedan perdonados tus
pecados. 49 Y empezaron a decir entre sí los que con él estaban a la mesa:
¿Quién es éste, que también perdona pecados? 50 Y dijo a la mujer: Tu fe
te ha salvado; vete en paz.
8,1
Y aconteció luego de esto que recorrió él una tras otra las ciudades y aldeas
predicando y anunciando la buena nueva del reino de Dios, y con él iban los
Doce 2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malos y
enfermedades: María la llamada Magdalena, de la cual habían salido siete
demonios, 3 y Juana la mujer de Cusa, procurador de Herodes, y Susana, y
otras muchas, las cuales le servían de sus haberes.
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