EL PECADO ES EL MAYOR MAL DEL HOMBRE (Lc 7,36-8,3)

lunes, 10 de junio de 2013

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En los tres pasajes precedentes, Lucas ha expresado la relación entre Juan Bautista y Jesús; a ésos añade ahora un nuevo episodio en el que Jesús perdona a una pecadora pública en casa de un fariseo llamado Simón, que le ha invitado a comer con él (Lc 7,36-50).
Todavía estamos en la llamada «interpolación menor» de Lucas (Lc 6,20-8,3), a la que, naturalmente, pertenece este episodio. El pasaje en sí no tiene ninguna relación directa con los tres episodios precedentes, y no es fácil determinar los motivos de su inserción precisamente en este punto del relato. Se ha querido ver una cierta conexión —desde luego, bastante superficial— en el hecho de que en Lc 7,34 se presenta a Jesús como el Hijo de hombre «que come y bebe»; pero, en realidad, la narración evangélica de Lucas todavía no ha presentado a Jesús bajo este aspecto. Quizá sea más pertinente una cierta correlación con Lc 7,34, precisamente en el reproche que se le hace a Jesús: «amigo de.. . pecadores»; el presente episodio sería una prueba de esa acusación. También sería posible ver en este pasaje la reacción típica de los fariseos ante la figura de Jesús; eso haría de este relato una buena ilustración de Lc 7,30. Pero el episodio, en su propia individualidad, es bastante más complicado.


Según Fitzmeyer “la narración proveniente de «L» es, casi con toda seguridad, el resultado de una combinación de elementos. Desde el punto de vista de historia de las formas, se compone de una «declaración» de Jesús (vv. 36-40 y 44-47ab) y de una parábola sobre un prestamista y dos deudores (vv. 41-43). No hay ningún motivo para pensar que Lucas sea el responsable de esta combinación de elementos; lo más probable es que lo haya tomado de la tradición tal como él mismo lo reproduce. El v. 47c (ho de oligon aphietai oligon ágapa = «en cambio, al que poco se le perdona muestra menos amor») es una adición redaccional para unir la parábola con la «declaración» propiamente dicha. Los vv. 48-50 son una especie de apéndice, cuya función consiste en redondear narrativamente la combinación de los dos componentes originarios”.

La naturaleza combinatoria de la narración se confirma por un análisis sinóptico del pasaje, ya que está indudablemente relacionado con el episodio de la unción de Jesús en Betania (Mc 14,3-9; cf. Mt 26,6-13; Jn 12,1-8). La semejanza entre Lc 7,36-50 y Mc 14,3-9 se puede deducir de los siguientes detalles:
1) En Lc 22 se omite cuidadosamente todo paralelismo con esta unción de Jesús; eso prueba que Lucas es coherente con su método de evitar duplicados.
2) El hecho mismo de la unción por una mujer anónima que, sin estar invitada, irrumpe en la celebración del banquete.
3) En ambos episodios, Jesús aparece «recostado a la mesa».
4) La mujer lleva un «frasco de alabastro lleno de perfume» (alabastron myrou).
5) El nombre del anfitrión es idéntico en ambos relatos: «Simón».
6) La reacción de los circunstantes, que lleva implícita una desaprobación del hecho.
7) El comportamiento de Jesús decididamente favorable a la actuación de la mujer.
Junto a estas afinidades no se puede negar que existen considerables divergencias entre las dos versiones. En Marcos, Jesús se encuentra en Betania, no en Galilea; el episodio tiene lugar poco antes de la fiesta de Pascua; la mujer unge la cabeza de Jesús, no los pies; Simón es un leproso, no un fariseo; los reparos sobre la unción proceden de «algunos» (tines) o, según una variante textual, de «sus discípulos» y no precisamente del fariseo; se presenta a la autora del despilfarro y se hace mención de los pobres, pero no se dice una sola palabra sobre la condición de la mujer; la unción de Jesús se relaciona con su sepultura, no con el amor o el arrepentimiento de la mujer. Por otra parte, entre la redacción de Lucas y la narración de Juan hay una serie de detalles comunes, aunque la versión del cuarto evangelista sigue más de cerca las narraciones de Mateo y Marcos; en Lucas y en Juan, la mujer unge los pies de Jesús y se los seca con sus cabellos. No se puede negar un cierto contacto entre las tradiciones reproducidas por Juan y por Lucas.

El sentido de la narración de Lucas, en su globalidad, es fácilmente identificable. El arrepentimiento, el perdón de los pecados y la salvación se han hecho realidad en una persona perteneciente a uno de los sectores más marginados de la sociedad israelita: una mujer y, además, pecadora. La transformación experimentada se hace patente en una serie de muestras de afecto, que revelan una actitud profunda de amor y de fe; amor a Jesús y fe en Dios.

La parábola de los dos deudores, introducida en el núcleo de la declaración propiamente dicha, tiene dos aspectos muy significativos: por un lado tiene su propio mensaje sobre la relación que existe entre perdón de los pecados y amor (es decir, el pecador manifiesta más agradecimiento a Dios que el intachable, pero crítico, fariseo), y por otro, alegoriza la narración: el arrepentimiento de sus innumerables pecados abre el corazón de la mujer a la misericordia de Dios mucho más que la mezquina complacencia del anfitrión, que quiere honrar a Jesús invitándole a su mesa. El amor de la pecadora, manifestado en sus lágrimas, en sus besos y en el derroche de un costoso perfume revela una más radical orientación a Dios, es decir, una fe que le lleva a experimentar la salvación. Por eso Jesús termina diciéndole: «vete en paz». Así, el episodio se cierra con una alusión a dos modalidades fundamentales con las que Lucas expresa los efectos del acontecimiento Cristo: salvación y paz.

El amor de Jesús a los pecadores no es una prueba de que tomara el pecado menos en serio que los fariseos, sino al contrario, de que el pecado es el mayor y único verdadero mal para el hombre, por separarle de Dios (cf. Lc 15,18.21) y tener como consecuencia la pérdida de la salvación. Su amor a los pecadores no radica en una simpatía natural, en gusto por lo deforme y lo abyecto, sino que es amor para salvar, cura de almas.

Todo pecado, aún el más grave, puede, según palabras de Jesús, ser perdonado, si el pecador se convierte. Sólo para la blasfemia contra el Espíritu Santo, que consiste en el hecho de no reconocer los adversarios de Jesús su lucha contra Satán, declarándole a él mismo en alianza con el demonio, no hay perdón alguno (Mc 3,28-30).

EVANGELIO TOMADO DE LA TRADUCCIÓN DE LA BIBLIA  DE  BOVER-CANTERA 
7,36 Rogaba a Jesús uno de los fariseos que comiese con él; y entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. 37 Y he aquí que se presenta una mujer, que era conocida en la ciudad como pecadora; la cual, enterándose que comía en casa del fariseo, tomó consigo un botecillo de alabastro lleno de perfume, 38 y puesta detrás junto a sus pies, llorando, comenzó con sus lágrimas a bañarle los pies, y con los cabellos de su cabeza se los enjugaba, y le besaba fuertemente los pies y se los ungía con el perfume. 39 Viendo esto el fariseo que le había invitado, dijo para sí: Ese, si fuera profeta, conociera quién y qué tal es la mujer que le toca, cómo es una pecadora. 40 y respondiendo, díjole Jesús: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maestro, di. 41 Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. 42 No teniendo ellos con qué pagarle, les perdonó a entrambos. ¿Quién, pues, de ellos le amará más? 43 Respondiendo Simón, dijo: Entiendo que aquel a quien más perdonó. Él le dijo: Rectamente juzgaste. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esa mujer? Entré en tu casa, no me diste agua a los pies; más ésta bañó mis pies con sus lágrimas y los enjugó con sus cabellos. 45 No me diste ósculo; mas ésta, desde que entré, no cesó de besar fuertemente mis pies. 46 No ungiste con óleo mi cabeza; mas ésta ungió mis pies con perfume. 47 Por lo cual te digo: le son perdonados sus muchos pecados, por que amó mucho. Mas a quien poco se perdona, poco ama. 48 y dijo a ella: Quedan perdonados tus pecados. 49 Y empezaron a decir entre sí los que con él estaban a la mesa: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? 50 Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz.
8,1 Y aconteció luego de esto que recorrió él una tras otra las ciudades y aldeas predicando y anunciando la buena nueva del reino de Dios, y con él iban los Doce 2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malos y enfermedades: María la llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios, 3 y Juana la mujer de Cusa, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas, las cuales le servían de sus haberes.


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