El
evangelista Mateo 4,12 dice que Jesús se retiró a galilea al saber que Juan
había sido arrestado. Todos los sinópticos cuentan de este viaje (cf. Mc 1,14;
Lc 4,14) ya que no tiene otra actividad de Jesús entre las tentaciones y el
viaje inmediatamente después. El verbo “retirarse” siempre indica alejamiento
de algún peligro (cf. Mt 2,12.13.14.22; 12,15, 14,13, 15,21). Significa
concretamente que Jesús quiere alejarse del peligro de ser Él también encarcelado. Sin embargo se
dirige hacia la boca del lobo, yendo al territorio de Herodes, lo que quiere
decir que no es a Herodes directamente a quien Jesús le tiene miedo. Él quiere
alejarse de alguien que pueda intrigar en contra de Él como le pasó al Bautista
que fue encarcelado. ¿Pero quién podría ser? Seguramente se quería alejar de
los fariseos ya que el evangelista Juan dice que “los fariseos se enterraron de que Jesús tenía más discípulos y
bautizaba más que Juan” (Jn 4,1-2).
Mt
y Mc hacen llegar directamente a Jesús a Cafarnaúm, no se ocupan de la parada
en Caná, de la cual habla Jn (4,46-54). Mateo dice que Jesús se “estableció en
Cafarnaúm” (4,13), es decir que fijó su residencia allí. Ya no cuenta la
familia carnal de Nazaret. El nuevo domicilio es el símbolo de una ruptura.
Allí también estaban la casa de Pedro y Andrés y posteriormente la de Leví.
Mateo
ve en este hecho un sentido providencial, el cumplimiento de la profecía de
Isaías (8,23-9,1) donde se anunciaba la liberación y bienestar de este país del
norte. En otro tiempo, cuando los asirios conquistaron el reino del norte (722
a.C), en el que se encontraba Galilea. Dios humilló la tierra de Zabulón y
Neftalí. Pero Dios la rehabilitará cuando empiece la salvación de Dios (Is 8,23).
Las palabras siguientes de Isaías sobre la luz en las tinieblas hay que
referirlas a todo el pueblo, no sólo al que mora en Galilea. San Mateo lo
entiende así: la luz ha salido precisamente aquí, en los lugares designados con
precisión por el profeta.
Mateo
nos informa que Jesús “caminaba junto al
lago de Galilea, vio a dos hermanos: Simón llamado Pedro, y Andrés, su hermano,
que estaban echando la red al lago, pues eran pescadores y les dijo: Vengan
conmigo que los haré pescadores de hombres” (Mt 4,18-19). Sin lugar a dudas
que Mateo tomó su fuente de Marcos (1,16-20) y de Lucas se establecen algunas
diferencias, el relato de Lucas es más
coherente ya que Jesús ha ejercido su ministerio de enseñanza, ya ha obrado
curaciones, y el propio Simón ha sido testigo ocular de una de esas acciones
portentosas (Lc 4,38-39). Por tanto, los episodios precedentes en Lucas crean
un adecuado marco psicológico para la llamada de Pedro, el pescador.
A
la llamada de Jesús para seguirlo, los dos hermanos (Pedro y Andrés) dice el
evangelista que “de inmediato dejaron las redes y le siguieron” (Mt 4,20). Pero
no todo quedo allí, más adelante Jesús también vio a dos pescadores, los hijos
de Zebedeo que eran Santiago y Juan que estaban arreglando las redes, a ellos
también los llamó e “inmediatamente, dejando la barca y a su padre, le
siguieron” (Mt 4,22). Un dato bien importante
es que en Lucas la gente se encontraba aglomerada escuchando a Jesús,
quien luego de enseñarles, se subió a la barca de Pedro y navegaron en lago de
Genesaret y pescaron tal cantidad de peces que el temor se había apoderado de
ellos porque pensaban que se iban a hundir. Al ver todo esto Pedro “cayo a los pies del Señor “(Lc 5,8).
Es luego de la pesca donde Lucas nos informa que ocurrió el seguimiento de los
cuatro primeros discípulos (Lc 5,11).
ACTUALIZACIÓN
Cuantos
jóvenes hoy día en lugar de retirarse de los peligros se acercan más a él, no
existe una identificación plena de lo que significa “no permitido”, creemos que
todo lo podemos hacer, que nada es prohibido, vivimos en una sociedad disociada
de la realidad. Los homicidios, asesinatos, la violencia aumentan cada día, y
lo peor del caso es que vemos a los que gobiernan hacerse de la vista gorda, ni
hablar de los padres, no educan a sus hijos para enfrentarlos a un mundo
terrible.
Jesús
nos llama a formar parte de su equipo para la recomposición de nuestra vida y
la sociedad, para cambiar al mundo tenemos que empezar por nosotros mismos de
lo contrario todo será en vano.
El
llamado de Jesús no es de un ya para ya, exige oración, es decir comunicación
con Dios para discernir que quiere de mi, exige entrega, ya no seremos del
mundo sino de la familia celestial, tenemos que trasladar el cielo a la tierra,
de lo contrario cada día será menos habitable.
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