JESUS ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO (Jn 1,29-34)

lunes, 13 de enero de 2014

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La escena de este relato se abre con la indicación “al día siguiente” (Jn 1,29). Juan  el Bautista  ve acercarse a Jesús y dijo: “Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” y luego dijo: “yo les dije que detrás de mí viene un hombre que es más importante que yo, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel” (Jn 1,29-31). Algunos autores relacionan al “Cordero de Dios” de Juan con el Siervo Sufriente de Is 53, otros con el cordero triunfante del Apocalipsis (cf. Ap 7,14-17). Son varias las interrogantes que se presentan con está pericopa. Juan parece conocer de antemano a Jesús y le dice “Cordero de Dios” (gr. amnos),  para referirse al Cordero que Dios provee, al cordero pascual señalado por Dios para el sacrificio en Israel (cf. Ex 12,5; 14,27; Nm 6,12; Lv 4,32; 5,6.18; 14,12-17). El cordero ofrecido tenía que ser sin tacha (Ex 12,5; Lv 23,5-8).

En opinión de Xavier León Dufour:
·        Jesús es ciertamente el «cordero» de Dios, pero no en el mismo sentido (y mucho menos en el mismo plano) que los corderos de los sacrificios judíos; lo es por el hecho de que, por sí sola, su venida suprime de parte de Dios la necesidad de los ritos por los cuales, durante el tiempo de la espera, Israel tenía que renovar continuamente su vínculo existencial con YHWH. Constatando que con la presencia del Mesías se ha hecho ya realidad la promesa de la salvación —se ha perdonado el pecado de Jerusalén, decía Is 40,2, el Bautista expresa en una imagen densa de contenido que con Jesús Dios concede la plenitud del perdón a Israel y al mundo. Jesús no es aquí la nueva víctima cultual, sino aquel por el que Dios interviene ofreciendo a los hombres la reconciliación perfecta con él”.
Es Dios mismo quien proporciona el cordero para la nueva pascua liberadora, como aparece por 3,16: Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único. Este pasaje continúa precisa-mente la mención de la muerte de Jesús, el Hombre levantado en alto (3,14s, cf. 12,32s), puesta en relación con el nuevo nacimiento por el Espíritu (3,3: nacer de nuevo I de arriba; 3,5s: nacer del Espíritu). Son los mismos temas que aparecen en la declaración de Juan (1,29: Dios provee el cordero; 1,33: él va a bautizar con Espíritu Santo).
Jesús viene a traer salvación al mundo, es aquel que “quita el pecado”. A la luz del prólogo de Juan puede definirse cuál es la actitud negativa del mundo calificable de «pecado»; es su rechazo de la palabra-vida que interpelaba a la humanidad ya antes de su llegada histórica en Jesús: el mundo no la reconoció (1,10). Por otra parte, se mencionaba también en el prólogo «la tiniebla», el enemigo declarado de la luz-vida, de la obra creadora. «El pecado» consiste, por tanto, en oponerse a la vida que Dios comunica, frustrando así su proyecto creador. Dado que el anhelo de vida existe en el hombre por la interpelación del proyecto creador, inserto en su mismo ser, el pecado es siempre un acto voluntario, por el que se reprime ese deseo, en contra de la propia naturaleza.
Juan ha visto con sus propios ojos al Espíritu que bajaba y se quedaba en Jesús (Jn 1,32-34). No se afirma que Juan bautizase a Jesús, el hecho queda en la sombra; el evangelista no quiere insinuar ni la más momentánea subordinación de Jesús a Juan. No describe ninguna relación directa entre ambos. La calidad del Espíritu está marcada por su procedencia: «desde el cielo», equivalente de Dios.
Juan afirma que el  Espíritu descendió en forma de paloma. Juan Mateos da una descripción de este simbolismo:
·        La “paloma» era frase común para denotar el cariño al nido: el Espíritu encuentra su nido, su lugar natural y querido en Jesús; la paloma representa, pues, el amor del Padre, que establece en Jesús su habitación permanente (cf. Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22); la comparación «como paloma», en conexión sintáctica con «bajada», indicaría el tipo de movimiento. Sin embargo, el verbo usado por Juan: He contemplado, añade a esta idea la de una imagen visible, por tratarse de una experiencia sensible que sirve de señal (1,33: Aquel sobre quien veas). No existen simbolismos bíblicos de la paloma aplicables a esta escena; sin embargo, una antigua exégesis rabínica (Ben Zoma, ca. 90 d. C.) compara el cernirse del Espíritu de Dios sobre las aguas primordiales al revolotear de la paloma sobre su nidada. Esta interpretación, ya común sin duda en la época en que se escriben los evangelios, cuadra perfectamente con la escena descrita por Jn, que interpreta la obra de Dios y la de Jesús en clave de creación (Jn 1,1 ). El descenso del Espíritu en forma de paloma sería una alusión al principio de la creación, que ahora queda completada en Jesús. La escena, por tanto, aparece como una descripción visual de 1,14a; La palabra/proyecto se hizo hombre, la encarnación del proyecto divino en Jesús, cumbre y meta de la creación entera.
1. Xavier, Leon Dufour, El Evangelio de Juan, Sígueme, Salamanca 1989, pag 138
2. Mateos, Juan, el Evangelio de Juan, Cristiandad, España 1979, pag 107


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