DISCÍPULOS QUE SON ALEGRÍA Y TESTIMONIO (Mt 5,13-16)

lunes, 3 de febrero de 2014

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En esta breve pericopa (Mt 5,13-16) no hay relación lógica con las bienaventuranzas y tampoco constituye, por sí misma, una  unidad originaria. Con esto queda dicho que Mateo ha sido quien la ha reunido en esta forma e introducido en este lugar. En Lucas, los v. se encuentran separados en pasajes diferentes (Lc 11,33.35; 12,3; 14,34), y también sin estrecha relación lógica con su contexto.
“Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres” (Mt 5,13).
Jesús utiliza dos características que deben proveer los discípulos al mundo. En primer lugar deben ser “sal”. Es cosa común en Siria y Palestina ver sal dispersada en montones en el suelo debido a que ha perdido su sabor, «se desvirtúa», la cosa más indigna imaginable. Jesús puede haber empleado aquí un proverbio entonces corriente.

La sal (gr. halas) sirve al hombre para condimentar los manjares. Los alimentos desprovistos de sal son insípidos y desabríos. La sal es como una fuerza interna y condimento de toda la nutrición que tomamos. Como el manjar necesita sal, así también la tierra, es decir toda la humanidad. Aguarda que la vigoricen y sazonen. Ésta es la vocación de los discípulos. Si hacen todo lo que antes se ha dicho, es decir, si son pobres y misericordiosos, mansos y limpios de corazón, si son pacíficos, y se regocijan en todas las persecuciones, entonces son la fuerza de la humanidad desvaída. Esta existencia pura que vive del reino de Dios y confía en él, es el vigor interno de la humanidad.
La segunda característica a la que se refiere Jesús, es acerca de ser “luz” (gr. “fós”; hb. “ôr”), por ello les dice: “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16).
Juan Mateos nos describe el significado de la luz en el  AT y NT, al respecto dice:
·        En el AT se presenta a menudo la luz como una especie de atributo de Dios: luz es su vestidura (Sal 104,2: «Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto»). La cercanía y presencia de Dios están indicadas por luz (Éx 13, 21s: la columna de fuego; Dn 2,22: «la luz habita en él»; Hab 3,4: «su esplendor era como la luz»; Is 60,19s: «Será el Señor tu luz perpetua»). En particular, la actitud favorable de Dios se compara a la luz del rostro, imagen de la sonrisa y símbolo del favor divino (Sal 4,7: «¿Quién podrá darnos la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»; 44,3: «No fue su espada la que ocupó la tierra, ... sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro»; 89,16: «Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, Señor, a la luz de tu rostro»). Es un rasgo de la manifestación divina más que del ser de Dios… En Isaías, la salvación se describe a menudo con la metáfora de la luz. Así, Is 2,4s: «[Dios] será el arbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas... Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor»; 42,16: «Conduciré a los ciegos por el camino que no conocen ... Ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano»; 60,2s: «Mira: las tinieblas cubren la tierra; la oscuridad, los pueblos; pero sobre ti [Jerusalén] amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti, y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora»; 60,19s: «Ya no será el sol tu luz en el día, ni te alumbrará la claridad de la luna; será el Señor tu luz perpetua y tu Dios será tu esplendor ... y se habrán cumplido los días de tu luto.»
En los evangelios, el simbolismo de la luz continúa el del AT. Así, la nube luminosa que aparece en la transfiguración (Mt 17,5: «Una nube luminosa los cubrió con su sombra») delata la presencia de Dios. También Jesús aparece radiante, señal de su condición divina (Mt 17,2: «Su rostro brillaba como el sol, y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz»; Me 9,3: «sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador»; Lc 9,29: «sus vestidos refulgían de blancos»). La luz acompaña también la presencia de personajes que llegan de la esfera divina (Lc 9,30s: «Se presentaron dos hombres que conversaban con él: eran Moisés y Elías, que se habían aparecido esplendentes»; 24,4 [en el sepulcro]: «Se les presentaron dos hombres con vestiduras refulgentes»; cf. Hch 1,9: «Dos hombres vestidos de blanco») o de ángeles mensajeros (Mt 28,3: «Tenía aspecto de relámpago y su vestido era blanco como la nieve»)…. Resumiendo: En los evangelios, siguiendo la línea del AT, la luz es símbolo de la presencia y manifestación divina, especialmente en Jesús, y acompaña a los que pertenecen a la esfera de Dios. En oposición a la tiniebla significa liberación, vida v salvación, seguridad y alegría, verdad y generosidad. (Mateos, Juan, Evangelio, Figuras y Símbolo, Almendro, pág. 76-80).
Esta breve parábola nos indica como dije anteriormente las características de las que deben impregnar al mundo los discípulos, no pueden ser unos seguidores sin alegría, sin testimonio. Por eso san Pablo en la carta a los Efesios dice: “Sed, pues, imitadores de Dios” (Ef 5,1), y luego les  dice que ellos ya no son tinieblas sino “luz en el Señor, vivid como hijos de la luz, pues el fruto de la luz consiste en todo tipo de bondad, justicia y verdad” (Ef 5, 8-9).



ACTUALIZACIÓN
Sin lugar a dudas que nuestra sociedad necesita de más cristianos que le den sabor a la vida de otros, por lo tanto que sean sal, pero también se necesita el testimonio, es decir que sean luz, que irradien el amor de Cristo a cada creatura.
En la primera carta del apóstol San Juan nos dice que debemos caminar en la luz (1 Jn 1,5), en Dios no hay tinieblas. Cuantos hermanos hoy día andan en tinieblas, se han sumergido en el mundo de las drogas, el alcohol, la prostitución y el robo, y no consiguen el camino de vuelta  a la luz, es por ello que la Palabra de Dios como dijo San Pablo hay que esparcirla, decirla a “tiempo y destiempo”, nunca está de más que un hermano drogadicto escuche la Palabra, ya que ella será su única vía de regreso a la vida, en algún momento lo confrontará, pues se ha metido “hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y medulas, y discierne sentimientos y pensamientos de corazón” (Hb 4,12).

En nuestro caminar predicando la Palabra de Dios he podido observar para su gloria grandes testimonios, Dios ha hecho cosas maravillosas de las que a veces no comprendo, por supuesto “mis pensamientos no son tus pensamientos”, el tiene su tiempo aunque a veces nos parece que tarda, que se agota la existencia, sin embargo muchas veces no comprendemos que Él es el dueño del oro y la plata, el tiempo y la vida. 
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