Es
común en las personas pedir a Dios siempre que algo les va mal. Pocas veces
observamos claramente las grandes bendiciones que Dios trae a nuestras vidas,
Él no quiere que le contemos solamente nuestros problemas, también desea saber
de nuestras alegrías, decepciones Y estados de ánimo.
El
libro de Mateo 14,13-22 (cf. Mc 6,30-45, Lc 9,10-17; Jn 6,1-15) nos relata la
forma como Dios da y los medios necesarios para que ello ocurra.
Estando
Jesús con sus discípulos y una gran
multitud que lo seguía al otro lado de la orilla de Galilea (Jn 6,1), sintió
lastima de la multitud y sanó a dos enfermos, mas tarde los discípulos le dicen
a Jesús que ya es tarde y que despida a la gente, sin embargo Jesús les dice
que no, y que ellos mismos le den de comer puesto que ya era tarde. Los
discípulos según la narración de Mateo le dicen a Jesús que solamente tienen
cinco panes y dos peces. En el Evangelio de Juan se menciona al muchacho de
estos dones. Jesús les dice a los discípulos que traigan los cinco panes y los
dos peces, ordeno sentarse a la multitud, alzó la vista al cielo, dio gracias,
partió el pan y se lo dio a los discípulos, ellos inmediatamente se lo dieron a
la multitud (Mt 14,19).
Mateo
relata que todos los presentes comieron hasta quedar satisfechos y eran cinco
mil hombres sin contar mujeres y niños, es decir la cifra de las personas que
estaban con Jesús seguramente pasaba de diez mil personas.
Un
dato bien importante y que solamente lo narra Marcos y Lucas es la forma como
se agruparon las personas, Marcos 6,40
dice que Jesús ordenó que se sentarán en grupos de cincuenta y cien, mientras
Lucas dice que en grupo de cincuenta. El numero cincuenta en hebreo está
representado por la letra “Nun” y como
imagen simbólica representa los hijos del hombre, todo ser producido y
particular, mientras que el número cien está representado por la letra “Cuf”
representa un arma cortante, todo lo que sirve de instrumento para el hombre.
En pocas palabras las personas que presenciaron la multiplicación de los panes
representan a todos los hijos de Dios, y todos son instrumentos para esparcir
la semilla del reino de Dios.
La
clave del relato y del milagro se encuentra en la acción que Jesús hace a
través de la donación de los alimentos que tenía el joven (Jn 6,9) que pasa
desapercibido y que representa a todos los que confían en el Señor. El joven
donó espontáneamente lo que tenia, los discípulos no se lo quitaron a la
fuerza. Él perfectamente pudo haberse negado a entregarles los cinco panes y
los dos peces diciéndoles quizás que era su único sustento o el de su familia.
Sin embargo sabía que algo grande iba a ocurrir porque estaba en la presencia
de Jesús.
El
resultado de la entrega de los alimentos
del joven fue que Jesús le dio de comer nada más y nada menos que a cinco
mil personas sobrando todavía doce canastos de panes.
Nuestro
Dios siempre nos devuelve en grandes proporciones nuestras oraciones y
peticiones siempre y cuando sean de su agrado. Solamente es necesario poner los
medios necesarios y el milagro se activa, la clave es que debemos ofrecer lo
mejor de nosotros, teniendo en cuenta que nuestro tiempo no es el tiempo de
Dios.
Soy
de los que opinan que cualquier esfuerzo nuestro por recibir una bendición de
Dios es insignificante para lo que vamos a recibir. Solamente con la muerte en
la cruz por nosotros es una medida inigualable.
Otros
pasajes que confirman medidas desproporcionadas que el Señor dio, fue el pasaje
del joven rico que le dijo que si dejaba todo lo que tenía iba a recibir los
“tesoros del cielo” (Mt 19,21). A los discípulos les dijo “el que deje su casa
o hermano, madre, padre o hijos por mi ha de recibir en esta vida cien veces
más y en el mundo futuro tendrá vida eterna” (Mc 10,29-31).