El Evangelio de este domingo es un texto lleno de amor donde Jesús nos habla acerca de la salvación universal. Una
mujer extranjera, sirofenicia, le pide a Jesús que cure a su hija enferma, que
está "poseída por un demonio muy malo". Jesús no le pone la cosa
fácil a la mujer. Primero hace ver como que no la oye.
Sólo ante la petición de los apóstoles (a los que molesta esa mujer "que viene detrás gritando"), responde, pero parece que negativamente, alegando que él ha sido enviado sobre todo para los que pertenecen al pueblo elegido de Israel. A la mujer, no sólo parece no atenderla, sino que pone a prueba su fe, con la comparación, que a nosotros nos puede parecer ofensiva, de que el pan es para los hijos y no para los perros, aludiendo al pueblo de Israel, como "los hijos", y a los demás como no pertenecientes a la casa. Pero la mujer contesta finamente que en cualquier casa, sin quitar el pan a los hijos, se procura que quede algo para los perritos. Jesús, entonces, le concede lo que pide, alabándole su fe: "mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas".
Sólo ante la petición de los apóstoles (a los que molesta esa mujer "que viene detrás gritando"), responde, pero parece que negativamente, alegando que él ha sido enviado sobre todo para los que pertenecen al pueblo elegido de Israel. A la mujer, no sólo parece no atenderla, sino que pone a prueba su fe, con la comparación, que a nosotros nos puede parecer ofensiva, de que el pan es para los hijos y no para los perros, aludiendo al pueblo de Israel, como "los hijos", y a los demás como no pertenecientes a la casa. Pero la mujer contesta finamente que en cualquier casa, sin quitar el pan a los hijos, se procura que quede algo para los perritos. Jesús, entonces, le concede lo que pide, alabándole su fe: "mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas".
A
las primeras generaciones de cristianos les costó convencerse de que la puerta
del Reino y de la fe estaba abierta también a los paganos. Basta recordar los
diversos episodios de los Hechos de los Apóstoles, como cuando Pedro tuvo que
rendir cuentas a la comunidad porque había admitido a la fe a la familia del
centurión romano, o la mesa redonda que se tuvo que organizar sobre el tema en
el llamado "concilio de Jerusalén".
Todos
solemos tener problemas anímicos a la hora de incluir en nuestra esfera de
convivencia a gentes de otra cultura o religión o edad, o a los de ideología
política distinta. La primera reacción, ante estas personas, es la
desconfianza, y las discriminamos fácilmente de mil maneras.
Cada
vez más, en nuestra sociedad, convivimos con personas de otra cultura y
religión, y tendríamos que saber superar los prejuicios. No es que todas las
religiones sean iguales. Pero toda persona puede ser fiel a Dios según la
conciencia en la que ha sido formada, y puede darnos ejemplos tan hermosos como
el de la fe que Jesús alabó en la mujer cananea. Que problemas trajo aquella
frase “Solo en la Iglesia Católica hay salvación”. Todavía hay personas tan
radicales que piensan lo mismo, es cierto que dentro de ella hay caminos
seguros para llegar a nuestra redención, la Iglesia católica nos presenta el
verdadero camino, eso no quiere decir que no se puede entrar por otra religión.
Si confesamos que Jesús es el Señor y seguimos sus mandatos seguro estoy que
seremos bien recibidos.
Sería
bueno que releyéramos dos documentos del Vaticano II, el que trata de nuestra
relación con las otras confesiones cristianas, la Unitatis Redintegratio,y la
que habla de las religiones no cristianas, entre otras de modo preferente la
judía: la Nostra Aetate. Nos enseñan a afinar nuestra caridad cristiana y
nuestra amplitud de miras en las relaciones con todas estas personas, a la vez
que damos testimonio de fidelidad a nuestras convicciones.