TODA PERSONA PUEDE SER FIEL A DIOS (Mt 15,21-28)

martes, 12 de agosto de 2014

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El Evangelio de este domingo es un texto lleno de amor donde Jesús nos habla acerca de la salvación universal. Una mujer extranjera, sirofenicia, le pide a Jesús que cure a su hija enferma, que está "poseída por un demonio muy malo". Jesús no le pone la cosa fácil a la mujer. Primero hace ver como que no la oye. 

Sólo ante la petición de los apóstoles (a los que molesta esa mujer "que viene detrás gritando"), responde, pero parece que negativamente, alegando que él ha sido enviado sobre todo para los que pertenecen al pueblo elegido de Israel. A la mujer, no sólo parece no atenderla, sino que pone a prueba su fe, con la comparación, que a nosotros nos puede parecer ofensiva, de que el pan es para los hijos y no para los perros, aludiendo al pueblo de Israel, como "los hijos", y a los demás como no pertenecientes a la casa. Pero la mujer contesta finamente que en cualquier casa, sin quitar el pan a los hijos, se procura que quede algo para los perritos. Jesús, entonces, le concede lo que pide, alabándole su fe: "mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas".

A las primeras generaciones de cristianos les costó convencerse de que la puerta del Reino y de la fe estaba abierta también a los paganos. Basta recordar los diversos episodios de los Hechos de los Apóstoles, como cuando Pedro tuvo que rendir cuentas a la comunidad porque había admitido a la fe a la familia del centurión romano, o la mesa redonda que se tuvo que organizar sobre el tema en el llamado "concilio de Jerusalén".

Todos solemos tener problemas anímicos a la hora de incluir en nuestra esfera de convivencia a gentes de otra cultura o religión o edad, o a los de ideología política distinta. La primera reacción, ante estas personas, es la desconfianza, y las discriminamos fácilmente de mil maneras.
Cada vez más, en nuestra sociedad, convivimos con personas de otra cultura y religión, y tendríamos que saber superar los prejuicios. No es que todas las religiones sean iguales. Pero toda persona puede ser fiel a Dios según la conciencia en la que ha sido formada, y puede darnos ejemplos tan hermosos como el de la fe que Jesús alabó en la mujer cananea. Que problemas trajo aquella frase “Solo en la Iglesia Católica hay salvación”. Todavía hay personas tan radicales que piensan lo mismo, es cierto que dentro de ella hay caminos seguros para llegar a nuestra redención, la Iglesia católica nos presenta el verdadero camino, eso no quiere decir que no se puede entrar por otra religión. Si confesamos que Jesús es el Señor y seguimos sus mandatos seguro estoy que seremos bien recibidos.

Sería bueno que releyéramos dos documentos del Vaticano II, el que trata de nuestra relación con las otras confesiones cristianas, la Unitatis Redintegratio,y la que habla de las religiones no cristianas, entre otras de modo preferente la judía: la Nostra Aetate. Nos enseñan a afinar nuestra caridad cristiana y nuestra amplitud de miras en las relaciones con todas estas personas, a la vez que damos testimonio de fidelidad a nuestras convicciones.


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