Recientemente
un hermano no muy avanzado en la fe, pero con un deseo de conocer a Dios me
hizo estas cuatro preguntas. Las mismas las presento con sus respuestas.
Muchos de nosotros también nos hacemos preguntas sobre Dios, lo cierto del caso es que si existe y nos ama.
¿Es posible conocer a Dios? (CIC
27-43) Si.
San Pablo en su Carta a los Romanos nos dice muy claramente: “pues lo que de
Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque
lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la
inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma
que son inexcusables” (Rom 1,19-20). Cuando observamos el mundo y a nosotros
mismos, podemos conocer dos cosas, 1) que Dios existe y 2) podemos reconocer
algunos de sus atributos divinos. Cuando observamos el mundo y la naturaleza
espiritual del hombre, podemos ver claramente que debe existir un ser divino,
perfecto, no creado, para haberlos traído al mundo. Estas verdades sobre Dios
pueden darse a conocer solamente a través de la razón humana. Nuestra Madre, la
santa Iglesia nos enseña que podemos conocer con certeza la existencia de Dios.
Por medio de “pruebas,” razonables y creíbles, cada hombre está obligado a
reconocer la existencia de Dios y algunos de sus atributos específicos (incambiable,
no creado, puro, espíritu, infinito, etc).
¿Quiere Dios que yo lo conozca? (CIC
50-65)
Si.
El creó el mundo y nos dotó con inteligencia para que nosotros tuviéramos la
capacidad de conocerlo. No solo la creación revela quién es Dios. El fue más
allá. Desde el principio de la existencia humana, Dios dispuso hablar a los
hombres y revelarse a sí mismo. No lo hizo por una necesidad personal o por un
deseo egoísta, lo hizo por una decisión enteramente libre. La creación revela
su poder y su grandeza, pero Dios quería que nosotros conociéramos su amor,
para nuestro propio beneficio, no para el de EL. Dios vivió entre nosotros
(Jesús), para que nosotros lo conociéramos plenamente y ahora, a través del
Espíritu Santo, vive en nosotros. Nosotros, al pecar, dañamos nuestra relación
con Dios, pero El desde toda la eternidad ha trabajado para restaurarnos, para
así poder conocerlo, y amarlo nuevamente con completa claridad y entendimiento.
¿Cómo yo sé lo que Dios ha revelado
al hombre? (CCC 74-94)
Las
dos Fuentes de la Revelación Divina (lo que quiso Dios revelar a los hombres)
son las Sagradas Escrituras y la Tradición. La Revelación Divina es un
conocimiento al cual no podemos llegar por nuestras propias fuerzas a través de
la simple razón; al contrario debe ser Dios mismo quien nos la revela. La
Sagrada Escritura es la “palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del
Espíritu Santo” (Dei Verbum 9). En otras palabras, es la Palabra de Dios
escrita (la Biblia). La Tradición es la transmisión viva que ha sido transmitida
de los Apóstoles a sus sucesores, los Obispos. Algunas personas se refieren a
esto como a la parte oral de la Palabra de Dios revelada. Sin embargo, mucho de
esta transmisión oral también ha sido escrita y registrada. Para ayudar a
explicar este tema un poco mejor: Cuando San Pablo fue a las diferentes
ciudades, El vivía ahí por un tiempo, enseñando las verdades y el camino de la
Fe Cristiana. Todo lo que El les enseño puede referirse como Tradición.
Después, los Obispos consiguientes pasaron este mismo conocimiento a sus
sucesores. Sin embargo, después que Pablo se fue, El escribía muy
frecuentemente cartas a esas mismas comunidades, instruyéndolos en los asuntos
de la fe. Generalmente, estas eran cartas dirigidas a asuntos y problemas que
las comunidades tenían en relación con temas de la fe, tanto en la práctica
como en la creencia. Después, estas cartas fueron parte de las Sagradas
Escrituras (Carta a los Romanos, Carta a los Corintios, etc).
¿Quién es el que decide lo que
verdaderamente significan las Escrituras y la Tradición? (CCC 85-90)
Solamente
el Magisterio de la Iglesia Católica tiene el derecho y la responsabilidad de
interpretar las Escrituras y la Tradición. El Magisterio consiste del Papa y
los Obispos en comunión con El. Este es un don de Cristo para con nosotros.
Antes que Cristo dejará esta tierra, El sopló el Espíritu Santo a sus apóstoles
de una manera especial, dándoles el poder de perdonar pecados y “de ser” Su
presencia en el mundo después de su partida. Conociendo la tendencia de los
hombres de apartarnos de la verdad, El nos prometió que aquellos que guían a Su
Iglesia, a través del Espíritu Santo, siempre proclamarán la verdad en asuntos
de fe y moral. Estos hombres no son perfectos, pero ellos han recibido el poder
perfecto de Cristo para poder interpretar la Revelación Divina. En otras
palabras, Jesús nos ama tanto que dijo en esencia: “2000 años después que dejé
el mundo, Yo me quiero asegurar que ustedes todavía conocen la verdad acerca de
mi, es por eso que les prometo que el Espíritu Santo guiará a mis sucesores
para que siempre interpreten correctamente lo que Yo he enseñado y revelado. ”
Este es un hermoso regalo que Dios nos ha dado para que nosotros siempre
podamos estar seguros que tenemos la Verdad a través del Magisterio de la
Iglesia.