Adviento
significa venida. Este tiempo nos prepara para la venida del Señor. La venida
de Cristo al mundo se realiza en un triple plan: PASADO: venida histórica a
Palestina, PRESENTE: venida sacramental, hoy, FUTURO: venida gloriosa al fin
del mundo.
Cristo
está viniendo hoy y aquí, a nosotros, dentro de nosotros. Nos está haciendo
concorpóreos suyos, solidarios de su persona y de su misterio redentor. Mediante
el don de su palabra y de la Eucaristía, Cristo se graba en nosotros. Nos hace
su cuerpo. Su venida gloriosa al final de los tiempos no será otra cosa que la
revelación de las venidas que ahora realiza en nosotros. Hay continuidad real
entre su venida actual y su venida gloriosa. Exactamente igual como la semilla
se prolonga en el fruto. Esta es la verdad de fe más grandiosa. Quien quiera
encontrarse con el Cristo viviente, debe penetrar en el misterio de su
presencia, a través de la liturgia. Es necesario que el cristiano tenga mirada
interior. El adviento es radicalmente cercanía y presencia del Señor.
LOS GRANDES TESTIGOS DEL ADVIENTO
Son
tres: El profeta Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María.
Isaías
anuncia cómo será el Mesías que vendrá. Sacude la conciencia del pueblo para
crear en él actitud de espera. Exige pureza de corazón.
Juan
el Bautista señala quién es el Mesías, que ya ha venido. Él mismo es modelo de
austeridad y de ardiente espera.
María
es la figura clave del adviento. En ella culmina la espera de Israel. Es la más
fiel acogedora de la palabra hecha carne. La recibe en su seno y en su corazón.
Ella le prestó su vida y su sangre. María es Jesús comenzado. Ella hizo posible
la primera navidad y es modelo y cauce para todas las venidas de Dios a los
hombres. María, por su fidelidad, es tipo y madre de la Iglesia.
LAS
ACTITUDES FUNDAMENTALES DEL ADVIENTO
1.
Actitud de espera. El mundo necesita de Dios. La humanidad está desencantada y
desamparada. Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de
comunidad, son terreno preparado para la buena nueva. El adviento nos ayuda a
comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.
2.
El retorno a Dios. La experiencia de frustración, de contingencia, de
ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los
hombres de hoy, puede suscitar la sed de Dios, y la necesidad de «subir a
Jerusalén» como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La
infidelidad a Dios destruye al pueblo. Su fidelidad hace su verdadera historia
e identidad. El adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo.
Nos da conocimiento interno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace
pobre.
3.
La conversión. Con Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros. La voz del Bautista
es el clamor del adviento: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios ... » (Is
40,3-5). El adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la
salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y
la solidaridad plena con los que sufren.
4.
Jesús es el Mesías. Será el liberador del hombre entero. Luchará contra todo el
mal y lo vencerá no por la violencia, sino por el camino de una victimación de
amor. La salvación pasa por el encuentro personal con Cristo.
5.
Gozo y alegría. El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino
interior y profundo. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo
para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el
pecador se arrepiente. El adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su
pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad.