El
evangelio de este domingo nos lo presenta Juan (15,9-17). En el versículo 10,
Jesús habló de sus mandamientos (plural), ahora en el versículo 12 habla de “el
mandamiento”, el cual resume a todos los demás “que se amen unos a otros como
yo los he amado”. El amor que describe Jesús es mutuo, fraterno e intracomunitario.
Jesús ya no llama ni a sus discípulos
ni a nosotros “siervos” sino “amigos”.
No se trata de una amistad sentimental, sino de una amistad práctica, que
consiste en conformar la propia vida a los deseos de la persona amada. Ya no
somos esclavos sino amigos porque estamos en comunión con Cristo.
El amor fraterno del cual habla Jesús,
es un antídoto contra el odio en este mundo tan hostil. El mundo se mueve en
una dimensión opuesta a la de Dios. Su característica principal es la incredulidad
o el rechazo de Dios. El odio es una expresión natural de incredulidad, como el
amor lo es a la fe.
El Señor nos ha dicho que nosotros no lo hemos elegido a él sino “he sido yo quien los eligió a ustedes”.
No hacemos ningún favor siguiendo su llamada, el favor nos lo hace Él a
nosotros, por eso debemos estar agradecidos
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