DIOS NOS PRESENTA EL MODELO DE FAMILIA

viernes, 26 de diciembre de 2014

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Los padres de Jesús, fieles a las tradiciones de su pueblo y a lo mandado por el Señor, cumplen con tres ritos establecidos por la Ley: La circuncisión del niño a los ocho días (Lv 12,3), la presentación al Templo  por tratarse del primogénito varón (Ex 13,2) y la purificación  de “ellos” (αὐτῶν gr. auton), algunos manuscritos dicen de “ella”.  
Al presentar a Jesús en el Templo sus padres no tenían para ofrecer un cordero y ofrecieron un par de tortolas (τρυγόνων gr. trugónon) o dos pichones (νοσσοὺς gr. nossous) tal como lo establece el Levítico 12,6-8: “Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda de las Citas, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante Yavé haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre. Esta es la ley referente a la mujer que da a luz a  un niño o una niña. Si la mujer no puede ofrecer una res menor, ofrecerá dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; el sacerdote hará expiación por ella y quedará pura”. La situación económica de los padre de Jesús no era de la mejor, sin embargo no vivían en la precariedad absoluta ya que si no se tenía para dos tórtolas o pichones, debían hacer una ofrenda de una “decima de medida de flor de harina” (Lv 5,11).
En Jerusalén (Ἰερουσαλὴμ  gr. Ierousalem) había un hombre llamado Simeón (Συμεών gr. Sumeón) que era un hombre justo (δίκαιος gr. díkaios) y piadoso (εὐλαβής gr. eulabes). El evangelista llama también justo a José el padre de Jesús (Mt 1,19), y piadoso a Ananías hombre observante de la Ley (Hch 22,12; También aparece 3 veces más Lc 2,25; Hch 2,5: 8,2). Simeón era un hombre  que esperaba la consolación (παράκλησιν gr. paráklesin) de Israel. El libro del profeta Isaías (40,1-2 cf. 49,13; 57,18; 61,2) dice acerca de la esperanza mesiánica: “Consuelen, dice Yavé, tu Dios, consuelen a mi pueblo. Hablen a Jerusalén, hablen a su corazón, y díganle que su jornada ha terminado, que ha sido pagada su culpa, pues ha recibido de manos de Yavé doble castigo por todos sus pecados”. A Simeón el Espíritu Santo “le había revelado” (ἦν αὐτῷ κεχρηματισμένον gr. en autoi kechrematismenon) que no moriría  sin antes haber visto  al “Cristo del Señor” (Χριστὸν  Κυρίου gr. Jriston kuríou). Movido (También “conducido, hacer entrar” viene del verbo en griego eisago. La palabra utilizada por el evangelista es “eisagagein”) por el Espíritu (Πνεύματι gr. Pneúmati), vino al Templo (ἱερόν gr. hierón), y  en el momento en que los padres del niño (παιδίον gr. paidíon) Jesús lo introdujeron  para cumplir con lo que la Ley prescribía sobre él, entonces Simeón lo tomó entre sus brazos y “bendijo” (εὐλόγησεν gr. eulógesen del verbo “eulogeo” que significa “agradecer, hacer invocación sobre, prosperar”). Simeón dijo que “ahora “(Νῦν, gr.nún), podía, según su “palabra” (ῥῆμά gr. rhéma) “dejar que tu siervo se vaya en paz (gr. eirene. El texto original (Lc 2,30) continua diciendo que Simeón había visto la “salvación” (σωτήριόν gr. sotérion cf. ) de Dios. Es  de hacer notar que en muchas biblias la palabra “sotérion” la traducen por “”Salvador” siendo la misma incorrecta aunque este implícito.
Las palabra finales del llamado cantico de  Simeón (Lc 2,31-32) tienen un valor incalculable para los cristianos, ya que nos dice para que vista está preparada la salvación (Lc 2,31): “de todos los pueblos” (πάντων τῶν λαῶν gr. pánton ton laon). Luego afirma que el objetivo primordial del nacimiento del Salvador es proporcionar “luz” (φῶς gr, fós) a las gentes y él será “gloria” (δόξαν gr, dóxan) de su pueblo.
Tanto María como José estaban “admirados” (θαυμάζοντες gr. thaumazontes) de lo que se decía de Jesús. Simeón los bendijo y le dijo a María que el niño esta puesto para “caída” (gr.ptosin), y “levantamiento” (gr. anástasin)  de “muchos” (gr. pollon) en Israel. Otra observación gramatical es que aparece en algunas biblias la palabra “pollon” traducida por “todos” cuando la correcta es “muchos”. María será traspasada por una “espada” (ῥομφαία gr. romfaía) en su alma (gr. psujé). Cuán duro para María habrían sido las palabras de Simeón, que parecían tan fuera de lugar en medio de las cosas gloriosas que habían sido anunciadas, una aguzada espina en sus rosas, un anuncio verdaderamente agridulce. Pero un día María se encontrará ante la Cruz de Cristo con esta  jabalina tracia traspasando limpiamente su alma (cf. Jn. 19,25).
A la reunión también se había incorporado una profetisa (προφῆτις gr. profetis cf. Ap 2,20 Jezabel profetiza que engañaba ) llamada Ana que no se apartaba del Templo de unos 106 años aproximadamente por cuanto tenía quince años al casarse, habiendo estado casada 7 años, y viuda durante 84. Ana se presentaba a la misma hora de la Presentación de Jesús, y “alababa” a Dios (ἀνθωμολογεῖτο gr. anthomologeito), y hablaba (ἐλάλει gr. elálei) del niño a todos los que esperaban la  redención (λύτρωσιν gr. lútrosin cf. Hb 9,12) de Jerusalén.
Actualización
Jesús no quiere presentarse a nosotros como un modelo aislado, sino que quiso darnos también un modelo familiar. Esa familia piadosa nos invita a preguntarnos si nosotros tratamos de vivir nuestra fe en familia, si tratamos de darle un sentido religioso a los momentos importantes que compartimos como familia. La ofrenda que ellos entregan junto con el niño, un par de palomitas, era una de las ofrendas de los más pobres, que no podían presentar una ofrenda mayor (Lev. 12, 8), y así se ve cómo Jesús quiso que también su familia viviera como las familias más pobres de su pueblo. Y se descubre en ellos la actitud de profunda docilidad (v. 27) y la capacidad de admiración (v. 33) propias de los pobres de Yavé. Ellos son los que presentan al niño a los hombres y mujeres de su pueblo para que el pueblo pueda descubrir su presencia. Y los piadosos del pueblo reaccionan con una alabanza donde muestran que ese niño venía a realizar las esperanzas del pueblo fiel. Con Jesús ya no había nada que esperar y las promesas alcanzaban su cumplimiento.
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