Juan
presenta el relato de los primeros discípulos de Jesús (1,35-42). Juan el
Bautista estaba con “dos”( δύο gr. dúo) de sus discípulos, “viendo”
pasar a Jesús (ἐμβλέψας gr. emblépsas. Aquí se describe una mirada atenta),
dijo: “Ahí está el Cordero de Dios” (Ἴδε ὁ Ἀμνὸς τοῦ Θεοῦ gr. Ide ho amnós tou
Theou). Los discípulos al oírlo hablar así “siguieron” (ἀκολουθοῦντας gr. akolouthountas)
a Jesús, se “volvió” (στραφεὶς gr.
strafeis. Del verbo stréfo que significa hacer dar la vuelta o revertir) y les dice:
“¿Qué buscan?”. La palabra strafeis aparece 8 veces en el NT, cuando Jesús se vuelve hacia alguien o algo ocurren
varias cosas: a) Sana; A la hemorroísa Mt 9,22, b) Reprende; a Pedro y lo llama
Satanás Mt 16,23, a Simón Lc 7,44 a los discípulos Lc 9,55 c) Se admira por la
fe del centurión Lc 7,9 d) Declara dichosos a los discípulos Lc 10,23 e) Invita al seguimiento (Multitud Lc 14,25),
f) Mira con tristeza a Pedro Lc 22,61 g)
No quiere lamentos Lc 23,28).
Los
discípulos le responden a Jesús: “Rabí” ¿Dónde vives? (Ῥαββί gr. Rabbí). Jesús
los invita para que vengan y vean, ese día se quedaron con él. Uno de los dos discípulos
que habían oído a Juan y había seguido a Jesús fue y busco a su “hermano” (ἀδελφὸς
gr. adelfos) Simón Pedro y le dice que ha encontrado al Misias (Μεσσίαν gr. Messían),
lo condujo hacia Jesús, lo miró y le dijo. “Tú eres Simón, hijo de Juan, ahora
te llamarás “Cefas”( Κηφᾶς gr.Kefas). Jesús
llama en este pasaje a Pedro “Hijo de Juan” (también en Lc 21,15-17), mientras
que en Mt 16,17 lo llama “Hijo de
Jonás” (Βαριωνᾶ gr. Bariona).
ACTUALIZACIÓN
Los
dos discípulos que están sin nombre en el evangelio, dejan a Juan, y por causa
de su testimonio siguen a Jesús. Viendo que le seguían, Jesús le pregunta ¿Qué buscan?
Estas son las primeras palabras de Jesús en el evangelio de Juan. Él quiere
saber qué es lo que buscamos en nuestra vida. Muchas veces estamos inertes,
esperamos el llamado de Jesús, pero no somos capaces de ir a su encuentro. La pregunta
que Jesús hizo a sus discípulos nos la hace diariamente a cada uno de nosotros ¿Qué
buscan? Si esa pregunta no la resolvemos pronto, la vida no tendrá sentido.
Buscamos todo lo que el mundo nos ofrece, pero la invitación de Dios a formar
parte de su reino no la tomamos en cuenta. San Juan Crisóstomo nos habla del
motivo de la pregunta de Jesús y el anhelo de los discípulos de hablar con Él:
“¿Qué
buscáis? ¿Cómo es esto? El que conoce los corazones de los hombres y a quien
están patentes todos nuestros pensamientos, ¿pregunta eso? Es que no lo hace
para saber (¿cómo podría ser eso ni afirmarse tal cosa?), sino para mejor
ganarlos preguntándoles y para darles mayor confianza y demostrarles que pueden
dialogar con El. Porque es verosímil que ellos, como desconocidos que eran,
tuvieran vergüenza y temor, pues tan grandes cosas habían oído a su maestro
respecto de Jesús. Para quitarles esos afectos de vergüenza y temor, les hace
la pregunta, y no permite que lleguen a su morada en silencio. Por lo demás,
aun cuando no les hubiera preguntado, sin duda habrían perseverado en seguirlo
y habrían llegado con él hasta su habitación. Entonces ¿cuál es el motivo de
que les pregunte? Para lograr lo que ya indiqué; o sea, para dar ánimos a ellos
que se avergonzaban y dudaban y ponerles confianza. Ellos demostraron su anhelo
no solamente con seguirlo, sino además con la pregunta que le hacen. No sabiendo
nada de Él, ni habiendo antes oído hablar de Él, lo llaman Maestro, contándose
ya entre sus discípulos y manifestando el motivo de seguirlo, esto es, para
aprender de Él lo que sea útil para la salvación. Observa la prudencia con que
proceden. Porque no le dijeron: Enséñanos alguna doctrina o algo necesario para
la vida eterna, sino ¿qué le dicen?: ¿En dónde habitas? Como ya dije, anhelaban
hablar con Él, oírlo, aprender con quietud. Por esto no lo dejan para después
ni dicen: Mañana regresaremos y te escucharemos cuando hables en público. Sino
que muestran un ardiente deseo de oírlo, tal que ni por la hora ya adelantada
se apartan
Andrés
al encontrar y seguir a Jesús, sale inmediatamente al encuentro de su hermano,
es una invitación para que también busquemos y presentemos a Jesús a nuestros
familiares, amigos, conocidos, desconocidos e incluso a nuestros enemigos. La
luz del Señor debe ser proyectada en cada momento de nuestra vida para que el
otro se contagie.
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