La
Biblia no habla directamente sobre el hábito de fumar, implícitamente nos da
algunos consejos para determinadas situaciones que son contraproducentes para
el hombre. Primero debemos determinar si es positivo o no fumar para luego leer
algunos pasajes bíblicos que nos ayudaran a tener una perspectiva correcta
sobre tal acción.
Lo
primero que debo decir, es que está científicamente comprobado que el fumar es
nocivo para la salud, de hecho en las cajetillas se puede leer que puede causar
cáncer, sin embargo las personas con toda esta advertencia siguen fumando. El fumar
es una adicción que daña a todo el cuerpo, estudios han declarado que el fumar
1 cigarrillo acorta la vida 11 minutos. Lo primero que debemos preguntarnos es
si Dios te daría 11 minutos más de vida ¿Qué
harías? El tiempo en esta vida es corto y si lo desaprovechamos de esa manera
aun más.
Según
la OMS hay casi mil millones de hombres y 250 millones de mujeres que fuman en
el planeta. Se calcula que cada día empiezan a fumar alrededor de 90 mil jóvenes,
muchos de ellos son menores de edad.
Es
increíble los daños que sufren los niños
por la exposición involuntaria a otras personas que fuman, y las tasa son altas
según la OMS. Casi la mitad de los niños que nunca habían fumado estaban
expuestos al humo ajeno tanto en su casa (46,8%) como fuera de ella (47,8%).
Otro dato importante, es que los niños al estar expuestos al humo del tabaco
pueden aumentar 4 veces el riesgo de padecer cáncer de pulmón en la adultez y
aumentar casi un 40% el riesgo de cáncer de vejiga.
Ya
viendo solo algunas de las consecuencias que trae el fumar, puedo decirles que
el ser humano debe cuidar su cuerpo. Dios lo proporcionó para que lo cuidara y
le sirviera ya que es templo del Espíritu Santo (1 Co 6,19). Son muchas las
adicciones que nos ofrece el mundo, sin embargo el hombre está en la capacidad
de determinar lo que es bueno y es malo, Pablo dice a los Corintios: “Todo me está
permitido, pero no todo me conviene, todo me está permitido, pero no me dejaré
someter por nada” (1 Co 6,12). Toda adicción como dije es mala, y si queremos
cumplir el mandamiento principal de “amar al prójimo” (Mt 22,39) debemos
empezar entonces por amarnos nosotros mismos, y el cuerpo es parte fundamental.
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