Si
fuéramos buenos, querríamos estar siempre los últimos, y no los primeros. Rogaríamos
no ser invitados al escenario, ni a tomar el micrófono, ni a estar bajo el haz
de los reflectores del mundo.
Si
fuéramos buenos, disputaríamos dar lo mejor, y no recibir lo mejor. Insistiríamos
ante quienes nos rodean, con fuerza y convicción, en que nos permitan darles lo
mejor que tenemos, rechazando lo bueno que ellos nos ofrecen, para que sean
ellos quienes lo disfruten.
Si
fuéramos buenos, no pensaríamos mal de los demás, sino que buscaríamos todo el
tiempo la forma de comprender los actos de nuestros hermanos, como surgidos de
una buena intención.
Si
fuéramos buenos, viviríamos la vida con optimismo y esperanza, confiados en que
cada día es un regalo maravilloso e irrepetible. Sin lugar para la depresión o
las tristezas no justificadas, iluminaríamos el mundo con nuestras alegres
miradas.
Si
fuéramos buenos, nos alegraríamos infinitamente de todo lo bueno que les ocurre
a los demás, sin hacer comparaciones con lo que nosotros somos o tenemos.
Si
fuéramos buenos, daríamos gracias cada día a Dios por todo lo que Él no nos da,
porque ésta es Su forma de invitarnos a compartir Su Cruz.
Si
fuéramos buenos, obedeceríamos con alegría a quienes Dios pone en nuestro
camino como guías, sean nuestros padres, jefes, o nuestros maestros.
Si
fuéramos buenos, buscaríamos por todos los medios no utilizar palabras que
puedan herir a los demás, suavizando nuestro lenguaje hasta hacerlo un medio de
transmitir hasta la noticia más dura, con ternura y sinceridad.
Si
fuéramos buenos, no dejaríamos de hacer aquellas cosas que nos duelan, pero que
por amor y justicia corresponden ser hechas.
Si
fuéramos buenos, no sentiríamos vergüenza de dar testimonio de ser hijos de
Dios, de amarlo sobre todas las cosas, supeditando todos los actos de nuestra
vida a Su Voluntad.
Si
fuéramos buenos, seríamos verdaderos paladines en la defensa de la verdad, de
la justicia, y de la búsqueda del camino de la luz.
Si
fuéramos buenos, no dejaríamos sin ayuda a ese niño que hoy nos pidió dinero en
la calle.
Si
fuéramos buenos, le diríamos a nuestro padre y a nuestra madre que los amamos,
que los necesitamos, y que el mundo no sería el mismo sin ellos.
Si
fuéramos buenos, escucharíamos a nuestros hijos cuando nos dicen que nos aman,
que nos necesitan, aunque lo hagan con palabras que no comprendemos totalmente.
Si
fuéramos buenos, amaríamos la vida que Dios nos da, y la defenderíamos a
muerte. Millones de niños abortados tendrían un ejército de mujeres y hombres
dispuestos a luchar hasta detener esta matanza.
Si
fuéramos buenos, daríamos el ciento por uno en retribución, por cada don que
Dios nos da.
Si
fuéramos buenos, veríamos en cada paso de nuestra vida, una oportunidad de ver
la Mano de Dios obrando a nuestro alrededor. Y dejaríamos que sea El el que
guíe nuestro camino.
Si
fuéramos buenos, amaríamos...
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deja tus comentarios