Contra el peso que la genética cumple en la inteligencia, lamentablemente nada se puede hacer. Pero no se aflija. Lo que la naturaleza no entrega, la constancia y algunos pasos desde los primeros años pueden hacer la diferencia.
1 Evitar la televisión antes de los dos años:
Sí, la entretención más usual de los pequeños no es de ayuda. Roberta Golinkoff, experta en educación de la U. de Delaware, resalta en su libro Einstein nunca usó ayuda memorias: cómo nuestros niños realmente aprenden, y por qué tienen que jugar más y memorizar menos, que la TV afecta las habilidades cognitivas y el progreso del cerebro. Esa desventaja, explica, es porque limita el tiempo que el niño debería interactuar con personas reales y adquirir el lenguaje. El lenguaje es crucial para el aprendizaje y la comunicación que reciben de la TV no se adapta a sus necesidades: “La TV no va a responder a sus preguntas y no seguirá la conversación de los niños, que es como se crean los niños inteligentes”, dice Golinkoff.
2 La lactancia materna.
El académico Michael Kramer, de la Universidad de McGill, investigó a 7.108 bebés alimentados exclusivamente con leche materna y 6.781 con leche materna combinada con otro tipo de alimentación. En su estudio, McGill siguió a los bebés al año y a los seis. ¿Los resultados? Los bebés amamantados presentan un coeficiente intelectual promedio de seis puntos más altos a los seis años de edad, en relación con niños que no recibieron leche materna. La leche humana tiene un mayor porcentaje de grasa que la leche de vaca, necesaria para la formación de las células del cerebro. Otro argumento que entrega Kramer es que el amamantamiento incrementa la interacción verbal entre madre y niño, lo que a su vez podría ayudar al desarrollo de su inteligencia.
3 Esperar por el dulce.
Aquel niño que es capaz de esperar por una recompensa tiene más posibilidades de éxito. Es lo que comprobó un estudio, en el que se les señaló a un grupo de niños que podían comer dos galletas, pero con una condición: sólo si eran capaces de esperar por comer la primera galleta, se les daría la segunda. Aquellos que pudieron esperar 15 minutos antes de comer la primera galleta tuvieron 210 puntos más en las pruebas SAT, que miden lectura crítica, escritura y razonamiento matemático, que aquellos que no podían esperar más de un minuto. El control de los impulsos es determinante en la función ejecutiva, capacidad que permite cambiar entre diferentes tareas, mantener la memoria de trabajo e inhibir los impulsos, que está mucho más conectado con el éxito que el coeficiente intelectual.
4 Hogar con libros y padres que leen.
Un niño que es criado en un hogar con, al menos, 500 libros tiene 36% más de probabilidades de terminar la escuela secundaria y un 19% más probabilidades de graduarse de la universidad que un niño criado en un hogar que contiene pocos o ningún libro, indica un estudio de 20 años de la socióloga Mariah Evans, de la U. de Nevada.
5 Hacer malabarismo.
La estructura del cerebro está determinada en gran parte por los genes, pero no del todo. En un estudio publicado en 2010, científicos de la U. de Oxford determinaron que hacer malabarismo produce un aumento de hasta el 5% en la materia blanca cerebral, la parte del cerebro que contiene las fibras que transmiten impulsos eléctricos de una neurona a otra. “La estructura del cerebro puede cambiar. Demostramos que es posible que el cerebro acondicione su propio sistema de conexiones neuronales para operar de manera más eficiente”, afirma la doctora Heidi Johansen-Berg, a cargo del estudio.
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