El Centurión de Cafarnaúm, Lucas 7,1-10 (Mateo 8,5-13)
1 Cuando hubo acabado de pronunciar estos discursos a oídos del pueblo, entró en Cafarnaúm. 2 Estaba a punto de morir un siervo de cierto centurión que le era muy querido. 3 Este, oyendo hablar de Jesús, envió a El algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniese para salvar de la muerte a su siervo. 4 Llegados éstos a Jesús, le rogaban con instancia, diciéndole, Merece que le hagas esto, 5 porque ama a nuestro pueblo, y El mismo nos ha edificado la sinagoga. 6 Jesús echó a andar con ellos. Ya no estaba lejos de la casa, cuando el centurión envió a algunos amigos que le dijeron, Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo. 7 Ni yo me he creído digno de ir a ti. Pero di sólo una palabra, y mi siervo será sano. 8 Porque también yo soy hombre sometido a la autoridad, pero tengo a la vez soldados bajo mi mando, y digo a éste, Ve, y va; y al otro, Ven, y viene; y a mi siervo, Haz esto, y lo hace. 9 Oyendo esto Jesús, se maravilló de él y, vuelto a la multitud que le seguía, dijo, Yo os digo que tal fe como ésta no la he hallado en Israel. 10 Vueltos a casa los enviados, encontraron sano al siervo.
TÍTULO: Jesús y el centurión (1571)
AUTOR: Pablo Veronés (1528?-1588)
Pintura italiana (Siglo XVI)
TÉCNICA: Óleo sobre lienzo
MEDIDAS: 192 x 297 cm.
Este relato lo traen Lucas y Mateo. Pero hay una fuerte divergencia entre ellos, aunque manifiestamente es el mismo relato. En Mateo es sintético, el centurión viene al encuentro de Cristo a pedirle la curación de su “siervo” (δούλος), Mt pone “muchacho” (παις). Pero ésta era forma corriente griega para designar un joven esclavo. En Lucas, en cambio, el centurión no ruega directamente a Cristo por esta curación, sino que le envía dos embajadas. La primera está compuesta por algunos “ancianos de los judíos.” Estos no deben de ser los jefes de la sinagoga, ya que a éstos se los nombra ordinariamente por su título oficial. Son personas representativas de la ciudad, que se las envía para que rueguen venga a curar a su siervo. Llegados a su presencia, le rogaban “insistentemente” que lo curase; prueba de que no eran fariseos. Y abonaban su deseo presentando a aquel centurión como un bienhechor del pueblo, hasta haberles levantado la sinagoga local. Era para ellos un caso de gratitud patria. Un caso semejante se registra históricamente. El “jefe de la policía” de Atribis, que probablemente no era judío, se unió a éstos para que se levantase la sinagoga local. Se discute si los restos actualmente conservados de la sinagoga de Cafarnaúm son las ruinas de la sinagoga levantada por este centurión.
Cristo recibe la propuesta con agrado, y, diciendo que va a curarlo, se pone en camino con ellos a casa del centurión, probablemente un hombre temeroso de Dios (Mateo 23,10). Este tipo de personas que salen en el Ν.Τ son personas honradas y humanitarias. Ya cercanos a la casa, el centurión le envía otra representación de “amigos,” diciéndole que no se moleste en entrar en su casa. Que basta una palabra suya a distancia para la curación de su siervo. Además, ni él se creyó digno de ir personalmente a suplicárselo, ni se considera digno de que entre en su casa. Y los “amigos” dicen a Cristo las palabras que Mt pone en boca del centurión, que si él manda a sus subordinados, mayor es el poder de Cristo.
Esta insistencia en evitar a Cristo el venir a su casa acaso pudiese obedecer al concepto de que el judío se contaminaba por entrar en casa de un “gentil” (Juan 18,28).
Se explica bien la abreviación del relato por Mt, según su procedimiento. En cambio, de no ser histórico, no se vería una razón suficiente de que Lucas, escribiendo para gentiles, hubiese incluido una catequesis en la que así se consideraba al “gentil,” ya que en este relato no se dice que Cristo entrase en su casa (v.10). Esta doble embajada no deja de extrañar. Lo primero fue el impulso precipitado, rogando su presencia para curarle, creyendo acaso más seguro esto, como estaba en el medio ambiente (2 Reyes 5,11; Juan 11,21). Pero, al oír la noticia de su llegada, brota la fe en su poder a distancia con la excusa de su indignidad gentil, que causaba impureza “legal” a un judío. En cambio, pensar en una “dramatización” de la petición del centurión en esta doble embajada no se explica bien, parece muy teatral y forzada. El centurión tuvo que pensar que personas judías de representación local habían de pesar más en el ruego que le hiciesen a Cristo, judío, que el que le hiciese un gentil. Era el medio ambiente que se respiraba. Aunque acaso la solución sea efecto de una combinación de “fuentes” retocadas, sin olvidar que, en el evangelio de Lucas, Cristo no predica inmediatamente a los gentiles.
Lucas resalta, sin decir la enfermedad que fuese, que este siervo “estaba a punto de morir.” Esto mismo explica la urgencia de su súplica.
Lucas omite aquí el pasaje de Mt (8,11-12) sobre la reprobación judía y vocación de los gentiles. Pero la trae en otro contexto (13,28-30) escatológico, y que, probablemente, sea el original.
En la humildad del centurión, que no se considera digno de que Cristo entre en su casa, se presiente la acogida de los gentiles al “mensaje” de Cristo, como se ve en los Hechos de los Apóstoles.
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