Tenemos que diferenciar el tiempo
cronológico del tiempo de Dios. En hebreo “˓et” , significa «tiempo; período;
tiempo determinado, propicio o apropiado; estación». El vocablo también se encuentra en fenicio, hebreo
posbíblico, arábigo (los mismos radicales constituyen un verbo cuyo significado es «aparecer») y acádico
(cuyos radicales conforman un adverbio que significa «el tiempo en que»). “˓et” aparece unas 290 veces
en todos los períodos de la Biblia.
El tiempo cronológico en griego (χρόνος)
transliterado por “cronos” denota un lapso de tiempo sea prolongado o no, marca
cantidad, mientras que el tiempo de Dios (καιρός) “kairos” designa una medida
apropiada, una proporción ajustada, un tiempo oportuno, un momento decisivo que
tiene reservado para cada uno de nosotros.
Dios no llega antes ni después, Dios
siempre llega a tiempo, somos nosotros quienes retardamos esa llegada, lo que
nos mantiene desesperados, Dios ya lo tiene cronometrado en el tiempo perfecto
que él maneja, por tal razón no debemos desesperarnos, rendirnos ni cansarnos ya
que Dios siempre es puntual.
Dios tiene un tiempo para propicio
para cada uno de nosotros; Un tiempo de arrepentimiento (El Malhechor en la
cruz Lc 23, 40-41), un tiempo de sanidad (La Suegra de Pedro Mt 8,14-15), un
tiempo se salvación (Zaqueo Lc 19,5-10), un tiempo fecundo y fértil aún cuando
los hombres digan lo contrario (Esterilidad de Ana IS 2,21), un tiempo para la
prueba (St 1,12-18), un tiempo de muerte y resurrección (1Ts 4,16-18).
El apóstol Pablo dijo que
“acerca de las fechas y los momentos no hace falta que les escriba” (1Ts
5,1) dejándonos ver que ya habían sido enseñados, por lo tanto debemos pedirle
a Dios que nos permita discernir los tiempos y las oportunidades que tiene para
nosotros con el anhelo de aprovecharlos.
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