El
texto que vamos a estudiar (Lc 15,1-32) presenta tres parábolas: la oveja
perdida (15,1-7), la dracma perdida 815,8-10) y el hijo pródigo (15,11-32).
La Oveja Perdida:
La parábola responde a las murmuraciones de los fariseos por la acogida de
Jesús con los pecadores, incluso come con ellos (Lc 14,1-6). Es muy familiar en
la vida del campo palestinense. Los vv. 5-6 son propios de Lucas. Llevar una
oveja sobre sus hombros, es un gesto corriente entre los pastores,
especialmente cuando se trata de un animal débil o cansado. Es un gesto de
cariño y ternura. El pensamiento de la parábola hay que buscarlo en las dos
conclusiones ( la de Lucas v.7 y v.14 de
Mt). La de Lc se refiere exclusivamente a la alegría del pastor, mientras que
la de Mt insiste más bien en la búsqueda. Lo concluyente de la parábola es que
Dios no abandona al pecador, sino que busca con amor su conversión, y cuando la
consigue, se alegra grandemente. La intención de las dos parábolas son muy
distintas, en Mt 18,12-14 es una orientación para la comunidad de cómo
preocuparse por los pecadores en general, en Lc, quiere justificar la conducta
de Jesús con los publicanos y pecadores. Él no puede adoptar una conducta
distinta a la de Dios.
La Dracma Perdida:
Es la parábola gemela de la oveja perdida y es exclusiva de Lucas. Una dracma
tenía el valor correspondiente de un denario romano (el jornal diario de un
trabajador manual). Según Fitzmeyer “ambas parábolas insisten en la misma idea:
por la predicación de Jesús, la iniciativa salvífica y la benevolencia de Dios
rebasan todas las fronteras humanas, incluso el alejamiento del pecador, al que
buscan insistentemente para que se convierta. Si un pobre ser humano despliega
tales energías para recobrar una pérdida de sus posesiones, ¿cuánto mayor será
la actividad de Dios para recuperar lo que, por derecho, es inalienablemente
suyo? Así es como, en el Evangelio según Lucas, Jesús responde a las críticas
de los fariseos y de los doctores de la ley, que le echan en cara su
familiaridad con la gente de más baja ralea”1.
El Hijo Pródigo:
La parábola es exclusiva de Lucas y está tomada de “L”. De acuerdo a las
intenciones de la parábola, el título es el menos indicado, porque lo de
“pródigo” no es la característica principal del muchacho de la parábola. El
texto se divide en dos partes de
contenidos distintos, aunque estrechamente relacionados, la primera parte (vv.
11-24) habla del hijo menor, de su marcha al extranjero, de su regreso y del
recibimiento festivo que le da el padre, la segunda (vv. 25-32) registra las
reacciones adversas del hijo mayor y la justificación que hace el padre de su
proceder. El padre se encuentra presente en los dos contenidos de la parábola
por lo que parece apropiado llamarla “El Padre Misericordioso”.
En
cuanto al contexto histórico Augustinovich afirma que la parábola “no fue
pronunciada en la misma oportunidad que las dos anteriores. La introducción
“pero él dijo” no denota una continuación. Además, su estructura es también
distinta. En las dos anteriores el esquema es el siguiente: un animal o una
cosa se pierde, es recuperado, y se hace una fiesta por el hallazgo. Este
esquema es conservado sólo en la primera parte, el hijo perdido es encontrado,
se hace una fiesta por la recuperación, pero la segunda parte añade elementos
nuevos”2.
Un
dato bien importante es que según el derecho sucesorio judío, establecido en Dt
21,17, a la muerte del padre debía el primogénito, como heredero principal,
recibir el doble de los bienes muebles que los demás hijos, mientras que los
bienes inmuebles no podían, en principio, ser vendidos (cf. Lev 25,23ss). Si el
padre, en cambio, quería ya durante su vida repartir él mismo su hacienda, no
estaba sometido de manera estricta a tales disposiciones. Que este
procedimiento de repartición de los bienes no era insólito, lo prueba Eclo
30,28ss. Pero también en este caso, el padre tenía, mientras vivía, el derecho
al usufructo de la hacienda familiar inmueble, que era inalienable (cf. 21,31).
Como
conclusión “la parábola reprocha a los fariseos, que con el desprecio que
sienten por los pecadores y el escándalo que toman de la solicitud pastoral de
Jesús por ellos, se colocan contra Dios mismo y no entienden los planes de su
voluntad salvadora. Su propia piedad egoísta se basa en una falsa idea de Dios.
Frente a ellos, la última parte de la parábola pretende destacar que, en las
relaciones entre el hombre y Dios, está fuera de lugar toda exigencia de
derecho humana, por ser la actuación de Dios para con el hombre sólo bondad
libre y generosa (cf. Mt 20,1-16). Por ello, el capítulo final de la parábola
no es un simple apéndice de mano tardía o un segundo punto culminante, ya que
el tono no va en la parábola en la conducta de los dos hijos; sino en la del
padre, cuya figura representa a Dios”3.
ACTUALIZACIÓN
Las
tres parábolas que acabamos de estudiar nos hablan del corazón tan grande y
misericordioso de Dios. En la oveja perdida se nos dice que es Dios quien busca
siempre al pecador, es tanto su amor, que entregó a su Hijo para nuestra
salvación a través de la enseñanza de la verdad (Jn 1,17;3,21;8,32;17,17). Dios
se alegra por cada pecador que entra a formar parte del reino. Envió a su Hijo
para que tengamos vida y vida en abundancia (Jn 10,10).
En
la parábola de la dracma perdida también está presente la búsqueda que Dios
hace constantemente para lograr la conversión del pecador. Sin embargo dicha
conversión no es posible si el mismo pecador no pone su corazón en Dios, es
decir si se arrepiente de todas sus malas acciones. Hoy vemos en aumento los
males del mundo por falta de conversión, cada día hay más homicidios, guerras,
drogas y ausencia de Dios. Actualmente se encuentra en puerta una guerra entre
Siria y Estados Unidos, Dios quiera y no sea así, parece ser que la vida humana
no vale nada para ninguno de estos países, incluso da dolor ver una encuesta
entre “católicos” que trabajan en el gobierno de Obama apoyando la guerra. Es
necesario que nuestra Iglesia sea más activa e impulse una evangelización
integral, donde se salga de las cuatro paredes para poder llegar al hermano que
ansía una palabra de consuelo y de amor.
En
la parábola de Hijo Pródigo, que particularmente yo llamo la del “Padre
Misericordioso”, se nos enseña el amor incluyente de Dios hacia todos. Muchas
veces solemos señalar con el dedo los pecados de nuestros hermanos, pero no
miramos los nuestros, a muchos que formamos la Iglesia nos da incluso pena
llegarles a las personas que viven debajo de los puentes, que están tirados en
la cera, que viven deambulando, que son alcohólicos, que son drogadictos, somos
rápido para juzgar pero no nos interesamos por la vida de esa persona que ha
tenido algún percance en algún momento y por ello ha llegado al extremo de
perder su vergüenza. Estas personas necesitan de nuestro amor, nuestra
comprensión, pero sobre todo, de hacerles llegar un mensaje de parte de Dios
donde él los quiere como “la niña de sus ojos” (Dt 32,10).
BIBLIOGRAFÍA
1. FITZMEYER, Joseph, El Evangelio Según San Lucas, Tomo
3, cap 4, Cristiandad, Madrid 1987, 1ra Edición, p 666
2. AGUSTINOVICH, Agustin, Historia de
Jesus II, Triode, Venezuela 1981, p 145
3. SCHMID, Josef, El Evangelio Según San Lucas, Herder,
Barcelona 1968, 1ra Edición, p 367
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