El
proceso de formación de cada uno de los evangelios fue complejo. En un primer
momento la predicación sobre Jesús de desarrolló sólo de forma oral, lo que
daría lugar a que surgieran lo que se ha llamado las primeras tradiciones
orales. Sólo en un segundo momento se elaborarían pequeñas unidades narrativas tal vez ya en forma escrita, que recogerían, cada una de
ellas, milagros, dichos de Jesús, parábolas, etc. Y, por fin, en un tercer
momento, y a partir de esas tradiciones orales y primeras unidades narrativas
escritas, comenzarían a componerse los evangelios que ahora conocemos.
Ahora
bien, los evangelios fueron escritos con una finalidad específica, trataré de
resumirlos en tres puntos:
1.
Fortalecer
y despertar la fe de las comunidades cristianas: El Libro de Juan
nos dice claramente que “estos han sido escritos para que crean que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre”
(Jn 20,31). Los evangelios fueron escritos para fortalecer la fe de los
cristianos, para moverlos a la conversión, para cambiar el rumbo de sus vidas y
para hacer de comunidades creyentes en el Hijo del Dios vivo. El evangelista
Lucas confirma en su prólogo que ha decidido escribir a Teófilo ordenadamente “la
solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1,4).
2.
Hacer
de la vida de Jesús el modelo para comprender sus palabras:
Para los evangelios canónicos, la vida de Jesús es el principio hermenéutico de
sus palabras, porque la aceptación de sus palabras es inseparable del
seguimiento de su vida. La fe cristiana no es un mero contenido doctrinal,
porque esta doctrina está indisolublemente unida a la persona de quien la
proclama. Los evangelios pretender
llevarnos hasta la cruz y decirnos que es a través de la cruz, y de la historia
que necesariamente implica, como se conoce al Hijo de Dios (Cf. Mc 15,39).
3.
Establecer
una visión teológica, literaria, sintética y equilibrada: Los
relatos evangélicos se caracterizan por incorporar tradiciones diversas,
integrándolas en una visión unitaria y equilibrada, que evita las
unilateralidades e, incluso, los errores a que estaba expuesta cada tradición
tomada aisladamente. Desde el punto de vista literario, los evangelios se articulan
como una visión completa de la vida pública de Jesús.
La
Iglesia siempre acepto la pluralidad de los evangelios y se opuso a los
intentos de quedarse con uno solo o de realizar el relato de la síntesis de
ellos. La primera posibilidad de
síntesis tratada de ser llevada a la práctica fue por Marción (85-160), que
solamente aceptaba una versión mutilada de Lucas, sin embargo no fue posible
suplantar al “evangelio tetramorfo”.
En
resumen, la finalidad de los evangelios es presentarnos la vida de Jesús, el
Hijo de Dios, que vino al mundo como hombre para enseñarnos el verdadero camino
a seguir, y para decirnos que tenemos un Padre que nos ama hasta el extremo,
que no desprecia al pecador, pero si aborrece el pecado. En los evangelios hay
un llamado constante a la conversión, a entrar a formar parte del reino de
Dios.
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