El Bautista como el que se acerca al Evangelio con
buena disposición, sabe que detrás hay una realidad oculta, hay algo más que
descubrir ya que “viene uno con más poder que yo” o más “poderoso”, La palabra
“poderoso” que también traduce por fuerte,
viene del griego “ἰσχυρός”
transliterado por “isjurós” y aparece más de 25 veces en el Nuevo
Testamento. (Mt 3,11; 12,29; 14,30; Mc
1,7; 3,27; Lc 3,16; 11,21,22;15,14;1Co 1,25,27; 4,10; 10,22; 2Co 10,10; Hb 5,7;
6,18; 11,34; 1Jn 2,14; Ap 5,2; 6,15;10,1; 18,2,8,10,21; 19,6,18).
Existían unas costumbres bautismales precristianas
donde los baños sagrados eran usuales no sólo en los misterios helenísticos (en
el culto a Attis y de Mitra era conocido y normal el baño de sangre), sino
también en Egipto, Babilonia e India, donde el Nilo, el Éufrates y el Ganges,
respectivamente favorecían la aparición de tales ritos. La virtud o eficacia
atribuida al baño sagrado era sobre todo la purificación de impurezas legales o rituales,
incidentalmente también el aumento de la fuerza vital y el don de la inmortalidad.
Por su parte La Tóra conocía el baño de agua como medio legal de purificación
para personas impuras (Lev 14,8; 15,16.18). En ocasiones, debían también ser
lavados los objetos (madera, paño de cuero, bolsa, cama, vestidos etc) antes de
ser usados nuevamente (Lev 11,32.40; 15,5.7). También en el AT se conoce en
algunas frases proféticas el simbolismo del baño de agua para significar la
interna purificación moral (Is 1,16; Ez 36,25; Zac 13,1; Sal 51,9).
Muchas personas se siguen preguntando hoy día ¿Por
qué, Jesús se hizo bautizar? Para “cumplir toda la justicia” (Mt 3,15), que
significa cumplir todo lo que Dios ha dispuesto, aceptar su plan y su voluntad.
Dios quería que Su Mesías fuese su siervo por excelencia, que se sacrificase
por todos en la humildad y en el ocultamiento (Is 53). Jesús no tenía necesidad
de purificación, pero debía cumplir la voluntad (justicia) del Padre.
Los cielos se abren σχίζω “sjízo” ( También denota rasgar, partir, desgarrar, dividir Mt 27,51; 15,38; Lc 5,36;
23,45; Jn 19,24; 21,11; Hch 14,4; 23,7)
para que Dios esté presente entre los hombres. Esta imagen ya se halla en el
Antiguo Testamento (Is 63,19). Cabe preguntarse entonces ¿Qué es lo que hace
que el cielo se rasgue y el Espíritu de Dios descienda sobre Jesús? El libro
del Éxodo muestra claramente el porqué de la llegada de Dios, “Yavé dijo, «He visto la humillación de mi pueblo
en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo
conozco sus sufrimientos, y por esta razón estoy bajando, para librarlo del
poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a
una tierra que mana leche y miel.” (Ex 3,7-8). En el hombre-Jesús, por lo tanto, se reaviva para los oprimidos la
experiencia de Dios que actúa en la historia para liberarlos.
Los padres de la Iglesia al interpretar estos
versículos nos dicen: “Se abren para que
de los cielos se conceda la santificación a los hombres, y para que lo terreno
se una a lo celestial. Se dice también que el Espíritu Santo bajó sobre El, no
como si viniese a El por primera vez ya que jamás lo abandonó, sino para
manifestar que éste era el Cristo que predicaba San Juan, señalado a todos como
con el dedo de la fe”. (San Crisóstomo), por su parte San Jerónimo nos
comenta que, “desciende el Espíritu Santo
en forma de paloma, porque en el Cántico se dice de la Iglesia (Ct 2,10 Ct 5,2), "Esposa mía,
amiga mía, prójimo o compañero mío, amada mía, paloma mía". Esposa de los
patriarcas, amiga de los profetas, prójimo en José y María, amada en Juan
Bautista, paloma en Cristo y los apóstoles, a quienes se dice (Mt 10,16), "Sed prudentes como
las serpientes y sencillos como las palomas".
En los sinópticos (Mc 1,11; Mt 3,17; Lc 3,22) parece
que tenemos una cita mixta de Isaías 42,1 y el Salmo 2,7 “He aquí a mi Siervo, que yo estimo, mi predilecto, en el que me
complazco”. Según Isaías 42,1, al siervo de Dios tenía que ser concedido el
Espíritu. Jesús ha podido sentirse como el Siervo de Dios de Isaías.
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