Interesante
el comentario de San Agustín sobre los que seguimos a Cristo y predicamos su
mensaje. "Hermanos, os exhortamos
vivamente a que tengáis caridad, no sólo para con vosotros mismos, sino también
para con los de fuera, ya se trate de los paganos, que todavía no creen en
Cristo, ya de los que están separados de nosotros, que reconocen a Cristo como
cabeza, igual que nosotros, pero están divididos de su cuerpo. Deploremos,
hermanos, su suerte, sabiendo que se trata de nuestros hermanos. Lo quieran o
no, son hermanos nuestros. Dejarían de serlo si dejaran de decir: Padre
nuestro.
Dijo
de algunos el profeta: A los que os dicen: «No sois hermanos nuestros»,
decidles: «Sois hermanos nuestros.» Atended a quiénes se refería al decir esto.
¿Por ventura a los paganos? No, porque, según el modo de hablar de las
Escrituras y de la Iglesia, no los llamamos hermanos. ¿Por ventura a los
judíos, que no creyeron en Cristo?
Leed
los escritos del Apóstol y veréis que cuando dice «hermanos» sin más, se refiere
únicamente a los cristianos: Y tú, ¿cómo juzgas a tu hermano?, o ¿por qué
desprecias a tu hermano? Y dice también en otro lugar: Vosotros hacéis
injusticias y despojáis, y esto con hermanos. Esos, pues, que dicen: «No sois
hermanos nuestros», nos llaman paganos. Por esto quieren bautizarnos de nuevo,
pues dicen que nosotros no tenemos lo que ellos dan. Por esto es lógico su
error, al negar que nosotros somos sus hermanos. Mas, ¿por qué nos dijo el
profeta: Decidles: «Sois hermanos nuestros», sino porque admitimos como bueno
su bautismo y por esto no lo repetimos? Ellos, al no admitir nuestro bautismo,
niegan que seamos hermanos suyos; en cambio nosotros, que no repetimos su
bautismo, porque lo reconocemos igual al nuestro, les decimos: Sois hermanos
nuestros.
Si
ellos nos dicen: «¿Por qué nos buscáis, para qué nos queréis?», les
respondemos: Sois hermanos nuestros. Si dicen: «Apartaos de nosotros, no
tenemos nada que ver con vosotros», nosotros sí que tenemos que ver con ellos:
si reconocemos al mismo Cristo, debemos estar unidos en un mismo cuerpo y bajo
una misma cabeza.
Os
conjuramos, pues, hermanos, por las entrañas de caridad, con cuya leche nos
nutrimos, con cuyo pan nos fortalecemos, os conjuramos por Cristo nuestro
Señor, por su mansedumbre, a que usemos con ellos de una gran caridad, de una
abundante misericordia, rogando a Dios por ellos, para que les dé finalmente un
recto sentir, para que reflexionen y se den cuenta que no tienen en absoluto
nada que decir contra la verdad; lo único que les queda es la enfermedad de su
animosidad, enfermedad tanto más débil cuanto más fuerte se cree. Oremos por
los débiles, por los que juzgan según la carne, por los que obran de un modo
puramente humano, que son, sin embargo, hermanos nuestros, pues celebran los
mismos sacramentos que nosotros, aunque no con nosotros, que responden un mismo
Amén que nosotros, aunque no con nosotros; prodigad ante Dios por ellos lo más
entrañable de vuestra caridad".
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