Quisiera aclarar un
punto bien interesante antes de entrar en detalle con el contexto del Evangelio
de el X domingo del Tiempo Ordinario, para mí la Biblia Latinoamericana es una
malísima traducción con errores muy graves y omisiones importantes de los cuales
no quiero entrar en detalle, a partir de hoy estaré alternando diversas
traducciones que considero son de primer orden y que son fiel a los textos
“originales”. Entre ellas la Biblia de
Bover y Cantera en su cuarta edición de 1957, la Biblia de Nacar y Colunga de
1966 y la Santa Biblia de Juan Straubinger.
EVANGELIO
11
Y aconteció al día siguiente que marchó Jesús a una ciudad llamada Naím, y
caminaban con él sus discípulos y gran tropel de gente. 12 Y como llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que
sacaban ¡i enterrar a un difunto, hijo único para su madre-y ella era viuda -,
y estaba con ella mucha gente de la ciudad. 13 En viéndola el Señor, sintió que se le enternecía el corazón con
ella, y le dijo: No llores. 14 Y
llegándose al féretro, lo tocó—y los que lo llevaban se detuvieron—, y dijo:
Muchacho, te lo digo, levántate. 15
Y se incorporó el difunto y comenzó a hablar. Y se lo entregó a su madre. 16 Sobrecogió un temor a todos, y
glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado en medio de nosotros;
y visitó Dios a su pueblo. 17 Y se
difundió esta voz acerca de él por toda la Judea y por todos los países
comarcanos. (Traducción de la Biblia de Juan Straubinger).
COMENTARIO
GENERAL
Este episodio de la resurrección
del hijo de una viuda, en la ciudad de Naín (Lc 7,11-17), marca una nueva etapa
en la descripción de las actitudes frente al ministerio de Jesús en Galilea.
Desde el punto de vista de la composición literaria, este pasaje, que no tiene
paralelo en la narración de Marcos, pertenece aún a lo que hemos llamado
«interpolación menor» de materiales lucanos dentro del esquema elaborado por
Marco. Su inserción en este momento de la narración evangélica es un nuevo modo
de indicar la progresión narrativa. En efecto, en el episodio precedente se ha
mostrado la poderosa actuación de Jesús en favor de una persona gravemente
enferma, a punto de muerte; ahora, la actuación de Jesús va a recaer sobre un
muerto a punto de ser enterrado. El pasaje es una nueva revelación del ámbito
insospechado, que alcanza el poder y la autoridad de Jesús precisamente en esta
parte del Evangelio según Lucas.
Además,
el episodio tiene carácter prefigurativo. En Lc 7,22, Jesús va a responder a la
pregunta de los enviados de Juan Bautista con una serie de signos en los que se
pone de manifiesto el carácter propio de su ministerio, y, entre otras cosas,
añade: «los muertos resucitan». Es decir, Lucas no se contenta con ilustrar esa
respuesta de Jesús únicamente con la resurrección de la hija de Jairo, que se va
a narrar posteriormente en Lc 8,40-42.49-56, sino que ya en este momento
introduce el relato de una resurrección. De este modo, cuando los enviados de
Juan vuelvan a su maestro para comunicarle la respuesta de Jesús, no sólo
podrán transmitirle una palabra (Lc 7,22), sino también un caso concreto, ya
narrado en el Evangelio según Lucas, de una resurrección ya realizada.
El
episodio está tomado globalmente de «L», la fuente particular de Lucas. Sin
embargo, hay que atribuir a la propia composición del evangelista el versículo
introductorio (v. 11). Con todo, la localización concreta del episodio tiene
que ser de origen prelucano, ya que no hay razón alguna para suponer que Lucas
eligió al azar el marco geográfico de su narración. M. Dibelius pretende
atribuir a Lucas los vv. 13 y 15b; el v. 13, porque Lucas suele «describir
emociones» y muestra cierta predilección por «introducir mujeres» en su relato,
y el v. 15b, por su semejanza con el texto de 1 Re 17,23. Pero esas razones no
resultan absolutamente evidentes, ya que en muchos casos Lucas omite las
emociones de Jesús, que, sin embargo, aparecen en sus fuentes , y el verbo splanchnizesthai ( = «sentir lástima»,
«conmoverse») no sale más que en pasajes claramente derivados de «L» (Lc 7,13;
10,33; 15,20). En todo caso, los vv. 16-17 deben atribuirse a composición
personal de Lucas, dada su semejanza con otros sumarios conclusivos de estas
mismas características, tan frecuentes en la narración lucana.
Desde
el punto de vista de historia de las formas, el episodio es un «relato de
milagro». R. Bultmann (HST, 215) enumera este pasaje entre los que él califica
de «milagros de curación». Lo mismo hace V. Taylor. Pero tal vez sea más
adecuado clasificarlo como «resurrección», una categoría admitida por el propio
Bultmann en el curso de sus análisis (HST, 233-234). Éste es el primero de los tres relatos de resurrección
que Lucas ha introducido en su obra: Lc 7,11-17; 8,40-42.49-56; Hch 9,36-43
(ciertos comentaristas añaden un cuarto episodio: Hch 20,7-12).
En
este pasaje resuena la actuación de Elías (1 Re 17,8-24), que resucita al hijo
de la viuda de Sarepta. Jesús, igual que Elías, llega a una ciudad: Jesús, a
Naín (Lc 7,11); Elías, a Sarepta (1 Re 17, 10). Los dos encuentran a una viuda
a la puerta de la ciudad (Lc 7,12; 1 Re 17,10). En ambos casos, el hijo de la
viuda, muerto, recobra la vida (Lc 7,15; 1 Re 17,22). Es más, en la narración
de Lucas se hace una referencia explícita a la historia de Elías: «se lo entregó
a su madre» (Lc 7,15b; 1 Re 17,23). La proximidad geográfica entre Naín y la
antigua Sunán ha sugerido a algunos comentaristas que, en esta narración de
Lucas, hay una referencia a la resurrección del hijo de la sunamita realizada
por Elíseo (2 Re 4,18-36). Pero la sugerencia se apoya en una base demasiado
tenue como para detenernos en su análisis. Un dato mucho más importante es la
exclamación de la gente, que reconoce a Jesús como «un gran profeta» (v. 16c);
a esto habría que añadir la alusión al episodio de Elías (v. 15). Con estos
elementos se podría afirmar que Lucas utiliza esta narración para presentar a
Jesús en el papel de Elías.
Pero
hay una diferencia sustancial entre esta narración de Lucas y el episodio de la
historia de Elías: Jesús resucita al hijo de la viuda con un imperativo, con un
mandato de su palabra poderosa, mientras que Elías tiene que recurrir al gesto
de echarse tres veces sobre el niño, clamando al Señor que le devuelva la vida
(cf. Lc 7, 14; 1 Re 17,21). Si, como pretende R. H. Fuller, hay que buscar el
origen de este episodio en «un cuento popular», cristianizado a base de rasgos
de la historia de Elías, habrá que admitir que no se puede considerar a Lucas
como el primero en dar a este pasaje su configuración cristiana.
Para
finalizar con un dato importante que conviene subrayar en este episodio concreto
es que el prodigio no queda relacionado en absoluto con la fe en Jesús; la
actitud de fe no se exige ni a la madre del muerto ni a los amigos que le
acompañan a la sepultura. El prodigio se debe únicamente a la compasión que
experimenta Jesús, y el relato tiene fundamentalmente una intencionalidad
hagiográfica.
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