LA MUERTE NO ALCANZA A DIOS, NI A LOS HIJOS DE DIOS (Lc 20,27-40)

martes, 5 de noviembre de 2013

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El texto de Lucas 20,27-40 tiene como figuras principales a Jesús y los saduceos, al final del versículo aparecen los escribas. El pasaje se basa en Mc 12,18-27 con algunos retoques. El evangelista solo habla en este texto de los saduceos, mientras que en Mateo (3,7;16,1;16,6;16,11; 16,12;22,23;22,34), en Marcos (12,18), y en Hechos de los Apóstoles (4,1; 5,17; 23,6; 23,7; 23,8). Los saduceos (gr. saddoukaios) deriva del nombre propio del Sumo Sacerdote rival de Abiatar (2 S 8,17; 1 R 1,8), Sadoq, nombre que a su vez viene del hebreo que significa “justo”. La descendencia de Sadoq ejerció gran influjo sobre el clero en Jerusalén, hasta el punto que ya no se habla más de los “hijos de Aarón”, sino de los “hijos de Sadoq” (2 R15, 33; Ez 40,46). Los saduceos constituían un partido opuesto a los fariseos, tenían serias discrepancias, ya que se limitaban a los escritos de la Torá. Para ellos sólo la Ley escrita era determinante, pero pretendían el derecho a interpretarla a su manera. Rechazaban la creencia farisea en la tradición oral y toda creencia posterior a los escritos de Torá. Negaban la resurrección del cuerpo y la existencia de los ángeles y demonios.


Los saduceos se le acercan a Jesús y le preguntan: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si a uno se le muere un hermano casado y sin hijos, deberá tomar como mujer a la viuda para dar descendencia a su hermano. Pues bien, eran siete hermanos. El primero tomó mujer y murió sin hijos; 30 la tomó el segundo, luego el tercero..., y así sucesivamente, hasta que murieron los siete, sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Entonces, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque fue mujer de los siete.»
La pregunta tiene que ver con el matrimonio levirático (Dt 25,5), en Gn 38,8 es una síntesis de este tipo de matrimonio, dice: “entonces Judá dijo a Onán: Cásate con la mujer de tu hermano y cumple como cuñado de ella”. A la muerte del marido de una mujer, esta debía casarse con el hermano para perpetuar el nombre del difunto. Los saduceos al preguntarle a Jesús, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Se equivocan al pensar que esta misma vida será igual en el mundo futuro.

La respuesta de Jesús no viene por el camino que ellos piensan. Les dice que: “los hijos de este mundo toman mujer o marido” (Lc 20,34), pero luego les dice: “pero los que lleguen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido; ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección” (Lc 20,35-36). La palabra griega “aión” significa eternidad (hacia el pasado o el futuro), tiempo, siglo, mundo. Jesús les dice que la condición para el “aión” futuro es que sean “dignos” de pertenecer a ese mundo. No se dice cuales son los requisitos para que una persona pueda ser considerada digna (gr. kataxiothentes). La misma palabra aparece en Hch 5,41donde se dice de los apóstoles “Ellos abandonaron el Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús”.
“Los hombres del mundo venidero son inmortales, porque son semejantes a los ángeles. Tienen el modo de ser de los ángeles. Éstos lo tienen porque son hijos de Dios. Los ángeles son designados en la Escritura como «hijos de Dios» (por ejemplo: Job 1,6; 2,1). Tienen participación en la gloria de Dios, en su poder y en su esplendor (Act 12,7). Los resucitados reciben la filiación divina (1 Jn 3,2; Rom 8,21), la gloria (Rom 8,18), un «cuerpo espiritual» (I Cor 15,44). «Así también será la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, se resucita en incorrupción; se siembra en vileza, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en fortaleza; se siembra cuerpo puramente humano, se resucita cuerpo espiritual» (I Cor 15,42ss) 1”.

En cuanto a la Escritura Jesús cita el pasaje de la Zarza (Ex 3,6), donde Yahweh se declara Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. En aquel momento, hacía siglos que los patriarcas habían muertos, y, sin embargo, Yahweh todavía es su Dios. Lo que quiere decir que, para Él, ellos están vivos, aunque para nosotros han muerto “No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven” (Lc 20,38). Directamente, Jesús afirma sólo la supervivencia de los patriarcas, pero implícitamente enseña la resurrección.

Luego de la respuesta de Jesús a los saduceos, aparecen ahora los escribas, ellos ahora alaban a Jesús por haber hablado bien (Lc 20,39), ellos se alegran , no de la victoria de Jesús, sino de la derrota de los saduceos, sus adversarios doctrinales, sin embargo no pueden olvidar ellos que también quedaron derrotados en varias ocasiones anteriores (Lc 5,17-26; 6,6-11; 11,37-54;20,1-8), por eso ya no se atreven a preguntarle nada más (Lc 20,40).

ACTUALZACIÓN
La muerte no alcanza a Dios, ni a los hijos de Dios, los que están muerto son los del mundo, los que viven apegados a las cosas materiales, los que son egoístas y no les importa el hermano.
Los que están vivos son aquellos que viven en el Señor, que esperan un cielo nuevo y una tierra nueva, son los que dan testimonio de la Palabra, los que han amado a sus semejantes con un amor benevolente.


1. STORGER, Alois, El Evangelio Según San Lucas, Herder, Tomo1, cap 3. Herder, Barcelona 1979, 1ra Edición, p 181.


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