RELATOS DE LA INFANCIA DE JESÚS

jueves, 6 de febrero de 2014

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La designación de “Evangelios de la Infancia” ha nacido con la crítica histórico-literaria bíblica.  Las preguntas sobre el origen, sobre el nacimiento y sobre los primeros años del Salvador, han comenzado a aparecer después con las polémicas sobre el origen del Mesías. No se conoce su Sitz im Leben. Pero es muy verosímil suponer que los círculos cristianos de Jerusalén, que conocían a los “hermanos del Señor” y que, en la persona de Santiago, dominaban la entera cristiandad palestina, continuaran hablando de la infancia de Jesús. Por eso, las noticias trasmitidas provienen sin dudas de ambientes bien informados.

Los relatos de Mateo 1-2
J. Jeremías publicó en 1942 un artículo fundamental sobre el tema de las afinidades de Mateo 1-2 y los midrashim de Moisés. Según Jeremías, la historia de la Infancia de Mateo habría sido formada en diversos puntos, según el modelo de la leyenda de Moisés.  
Después de los estudios  de M. Bourke y C.H Cave, se ha hecho más vivo el interés de los escrituristas por las narraciones midráshicas sobre Jacob-Israel. A. Voegtle se adhiere sustancialmente a las posiciones de Daube, Bourke y Cave. Los dos primeros capítulos de mateo se acercarían mucho a las tradiciones haggádicas sobre Jacob y Moisés, tal vez también a las de Abrahán.
El género de Mateo 1-2 es, pues, sustancialmente histórico, se trata de historia verdadera, pero popular y religiosa. No faltan los adornos poéticos, folklóricos, literarios, sobrenaturales etc.

Los relatos en Lucas 1-2
Mientras que para Mateo 1-2 la atención se ha concentrado sobre todo en las relaciones con la literatura popular midráshica del antiguo judaísmo, esto no ha sucedido con Lucas 1-2. Sin embargo ha habido algunos autores como P. Winter que considera el anuncio de Zacarías (Lc 1,5-22) como un midrash sobre el nacimiento y la infancia de Sansón.
En opinión de R. E. Brown y de otros investigadores, Lucas toma diversas afirmaciones sobre Jesús, como las fórmulas y los títulos en los que había ido cristalizando la experiencia pospascual de la comunidad primitiva, y las retrotrae en el tiempo, es decir, las transpone desde aquel período en que ya se reconocía abiertamente a Jesús como Mesías, Señor, Salvador e Hijo de Dios, para aplicarlas a los momentos iniciales de su infancia, a su nacimiento e incluso a su concepción. La resurrección y la concepción de Jesús, igual que otros puntos culminantes de su existencia humana recogidos progresivamente en la tradición evangélica, se han llamado «momentos cristológicos» (R. E. Brown).


Según Fitzmeyer “esa terminología es, hasta cierto punto, ambigua. Por eso es preferible hablar de diversas fases en el proceso de maduración que experimentó la comunidad cristiana del s. I, en su comprensión progresiva de la inexorable personalidad de Cristo. No es que Jesús fuera constituido Mesías, Señor, Salvador o Hijo de Dios en un determinado «momento» de su existencia humana, es decir, en el estadio I de la tradición evangélica, sino que los diversos «momentos» que generaron las respectivas afirmaciones cristológicas fueron retrotrayéndose a etapas cada vez más tempranas de la existencia terrestre de Jesús, a medida que evolucionaba la comprensión de esa personalidad única y trascendente en sus relaciones con Dios”.
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