Terminada
la lectura del muy interesante libro "El Último Exorcista", del Padre
Gabriele Amorth quisimos hacer una
aproximación de un perfil psicológico del demonio, teniendo en
vista algunos de los rasgos que comúnmente se consideran en una evaluación psicológica
de la personalidad.
Primero
hemos de decir que hay demonios de muchos ‘estilos', de diversas ‘psicologías',
de variados ‘caracteres'. Así lo eran cuando aún estaban constituidos como
ángeles de luz, y si bien la rebeldía contra Dios destrozó su equilibrio
interno, creemos no errar cuando afirmamos que han conservado varios de sus
rasgos originarios que los hacen desiguales. Entretanto, su rebelión ocasionó
modificaciones sustanciales en sus espíritus, que terminan creando condiciones
comunes a todos los ángeles caídos, y que hoy constituyen la base de su
"personalidad", como veremos.
Normalmente
el demonio se muestra bastante "extrovertido" durante los exorcismos.
Por boca y cuerpo de los posesos grita mucho, gesticula bastante, habla en
demasía, realiza bulliciosos pseudo-milagros durante las sesiones,
frecuentemente intenta intimidar al exorcista con su parafernalia escandalosa.
Entretanto... cuando se indaga con el poder de Cristo y de la Iglesia por
asuntos referentes a la fe -como por ejemplo el nombre del santo al cual teme
más o cuando se le pide que reconozca la realeza y poder de Jesús o María
Santísima- su locuacidad excesiva se transforma muchas veces en un silencio
rabioso que no es fácilmente vencido. Asimismo, es cierto que cuando alguien
distinto al sacerdote que preside el rito litúrgico intenta entablar conversación
con el espíritu maligno o simplemente con la persona poseída, él rápidamente
dirige su atención a este nuevo interlocutor, situación de la cual muchas veces
el incauto e inoportuno dialogante sale malherido. Entonces, resumiendo este
punto, el demonio más que extrovertido es parlanchín, de las cosas que atañen a
sí mismo, a su orgullo.
En
el ‘continuum' ansiedad (neuroticismo) - estabilidad, es claro que el demonio
es el ansioso por excelencia. Normalmente no es necesario sino que el Sacerdote
comience el ritual del exorcismo para que el demonio manifieste todo su
nerviosismo, su inestabilidad, su ansiedad. El primer ritual exorcístico del P.
Amorth fue con un campesino italiano, "hombre de 25 años, delgado. Se
notaban sus orígenes humildes. Se veía que todos los días tenía que enfrentarse
a un trabajo bellísimo pero muy duro. (...) Me pongo la estola -relata el P.
Amorth-, tomo el breviario y el crucifijo. Cerca tengo el agua bendita.
Comienzo a recitar el exorcismo en latín: ‘No te acuerdes, Señor, de nuestras
culpas o de las de nuestros padres y no nos castigues por nuestros pecados.
Padre Nuestro...' ".
En
concreto la reacción de este primer demonio exorcizado por el P. Amorth no fue
instantánea: primero convirtió al pobre poseído en rígida estatua, pero después
de otras pocas oraciones "es en este momento cuando el campesino, de
repente, levanta la cabeza y me mira fijamente. Y al mismo tiempo estalla en un
grito de cólera y miedo. Se enrojece y comienza a gritar injurias en inglés. Permanece
sentado. No se me acerca. Parece que me teme. Pero al mismo tiempo quiere
aterrorizarme. - ¡Cura, termina ya! ¡Cállate, cállate, cállate! Y luego
blasfemias, palabrotas y amenazas...".
Es
bien cierto que a veces el demonio busca ocultarse en medio del ritual. El
Padre Amorth afirma que estos pueden ser los demonios más arraigados y los más
poderosos. No obstante, inclusive con esos, su ansiedad intrínseca no deja de
manifestarse en determinado momento, como por ejemplo se evidencia en el
siguiente relato: "Mario, soy el padre Amorth"- dice el exorcista a
una persona que da síntomas de posesión. "- Ahora diré una oración por
usted, ¿le parece? Ninguna respuesta. Empiezo la oración de exorcismo. Mario no
reacciona. Ni se mueve ni habla. Llego hasta el final de exorcismo sin ningún
problema. De modo que me despido de Milena (la esposa) y le prometo volver al
día siguiente. (...) Al día siguiente la escena se repite de la misma manera.
(...) No responde a mis preguntas. No reacciona ante el exorcismo. Y así será
durante todo el mes". El Padre Amorth les sugiere entonces ver a otro
exorcista, el Padre Saverio. Con el Padre Saverio el demonio sí comienza a
manifestarse desde la primera sesión de exorcismo, de forma terrible,
"clásica".
Otro
de los rasgos comunes del demonio manifestado durante los exorcismos es su
odio. Odio contra todo y contra todos, es decir una ansiedad llevada al extremo
y violenta. Ninguna manifestación de afecto, mucho menos de cariño o aprecio.
Es un odio que excluye cualquier paz de alma.
¿Es
el demonio un "deprimido"? Hay un texto de libro del P. Amorth que
evidencia la carencia total de esperanza, la tristeza sin fin que lo habita, en
este ser que en otros tiempos era portador de la felicidad:
"Un
día estaba haciendo un exorcismo. Ya había exorcizado a esta persona muchas
veces. Y ya sabía quién la poseía. No era un demonio cualquiera. Era Satanás.
Una posesión profunda, difícil, casi imposible de eliminar. Le pregunté a
Satanás: ‘¿por qué no te sales y te vas al infierno?' (...) - Cura dímelo,
¿adónde debería irme? - ¿Por qué no te vas hacia Dios? ¿por qué no tocas su
puerta? ¿por qué no te arrepientes y desandas tus pasos? Siguió un largo
silencio. Luego habló: - Yo no volveré nunca atrás. Mi opción es definitiva.
Irrevocable. Mi rechazo es para siempre. - ¿Pero no volviste alguna vez a las
puertas del paraíso? - Yo no regreso jamás. Permanezco siempre aquí. Yo soy el
infierno. Y Dios mi enemigo por la eternidad".
La
lectura de El Último Exorcista es indiscutiblemente benéfica para tornar
presente la realidad de la acción del demonio, que muchas veces olvidamos. Y
para de ahí partir al reconocimiento de la necesidad de una vida de oración, de
piedad, sacramental, de gran devoción a la Madre de Dios, quien desde el inicio
aplastó la cabeza del demonio: "No sabría decir cuántas veces la Santísima
Virgen ha venido en mi ayuda. Ella ha estado a mi lado desde el primer
exorcismo. Y aún antes, desde siempre, en el curso de toda mi vida", confiesa
el P. Amorth.