El
texto que nos presenta Mateo 16,13-20 nos da unas enseñanzas para el cristiano
de hoy que no debe nunca pasar por alto. Jesús
llega a la región de Cesarea de Felipe (Mt 16,13) y es allí donde provoca en
sus discípulos la gran respuesta de fe. Esta región era el centro de adoración
del dios griego Pan.
Y es precisamente allí donde les pregunta a sus
discípulos: ¿Quién dice la gente que soy? Los discípulos respondieron que el
pueblo pensaba que Él era un profeta, unos dicen que es Elías, otros que
Jeremías y otros que algún profeta. Sin embargo, Jesús les hacia esa pregunta
para provocar en ellos una confesión de fe, donde se adoraba otro dios, Jesús
quiere que se declare que Él es el único que ha venido a salvar la humanidad,
por eso les pregunta “¿Y ustedes quien dice que soy?” (Mt 16,15). Pedro
respondió inmediatamente que “Él era el Mesías el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).
Hoy es necesario que nos preguntemos también nosotros ¿Quién es Jesus? ¿Qué
puesto ocupa en mi vida? Para muchos, Jesus solamente es un apagafuegos, en el
que acudimos en momentos críticos de nuestras vidas. El mundo quiere moverse
con criterios humanos, no se toma en cuenta a Jesús para nada, pareciera que
murió en vano.
Jesús
le dice a Pedro que su respuesta se la revelado su Padre y que desde ese
momento en que reconoció a Jesús como el Mesías, él iba a ser la piedra sobre
la cual iba a construir su Iglesia. Ese texto Mt 16, 17-19) ha sido blanco de
grandes controversias y disputas entre católicos y protestantes. Hay que
aclarar que Jesús le da las llaves del reino a Pedro para que su Iglesia sea la
portadora de su enseñanza, para que proponga siempre lo bueno, lo correcto, y
lo sano, y para que rechace lo que es inmoral, lo que es abominable, lo que no
es sano al hombre. Jesús hizo a su Iglesia depositaria de toda su doctrina y de
los demás medios de salvación que quiso dar a los hombres. El Apocalipsis habla
de él como el Señor que tiene las llaves, que abre y nadie puede cerrar, cierra
y nadie puede abrir (cf . Ap 3,7). En una de las antífonas de la novena de Navidad cantamos a Cristo
como "Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede
cerrar, cierras y nadie puede abrir".
Desde
el momento en que Jesús nombra a Pedro como su Vicario han paso por nuestra
Iglesia 270 Papas de forma ininterrumpida
hasta nuestros días. Ninguna otra religión puede afirmar lo mismo,
aunque prediquen el Evangelio de salvación.
Ahora
bien, Jesús no le entrego solamente las llaves a Pedro, también se la entregó a
cada uno de nosotros, es su Palabra la que puede abrir los cielos y desatar
bendiciones en nuestras vidas. Hoy es preciso que te preguntes: ¿Tengo las llaves del Reino? El profeta
Ezequiel revela 3,1-15 el amor y fervor
que cada persona le debe tener a la Palabra de Dios, él dice que luego
de haberse comido el rollo y alimentar su vientre “le supo tan dulce en la boca
como la miel”. Es la dulzura de Dios la que dejó plasmada en la Biblia, y es la
que nos asegura que el único camino y verdad es Jesús.
Cada
día se hace más necesario extender la Palabra de Dios, hay que utilizar los
medios de comunicación porque estos la esparcen muy rápidamente. En nuestras
familias nunca debe faltar la Biblia, la cual debe ser leída y venerada
constantemente y en todo momento, ella representa el arma de todo cristiano.
Muchas
veces vamos a la Iglesia y lo que menos escuchamos son las lecturas, estamos
más interesados en ver cómo va vestido el otro, en observar quienes van y
quiénes no. Siempre he dicho y lo seguiré repitiendo hasta la saciedad que
necesitamos una buena catequesis sobre la Misa, hay excesos que se cometen y
que deben ser corregidos para no confundir al pueblo. Hay que estar bien claro,
en Misa vamos a escuchar a Dios y a Jesús a través de su Palabra.
Nadie
puede decir que ama a Dios sino lo conoce, y ese conocimiento viene a través de
su Palabra donde nos revela su obra salvadora que estuvo siempre marcada por un
denominador común, como lo es el amor. El mundo debe ser impregnado del olor
fragante de Cristo, solo así se acabaran las guerras, el odio y la corrupción.