Nuevamente los fariseos están al ataque en contra de Jesús
(Mt 22,14-22). Se reúnen y buscan un modo de enredarlo con sus palabras. Ya
anteriormente, los fariseos habían salido derrotados cuando le preguntaron a
Jesús: “¿Con qué autoridad enseñas? ¿Quién te ha dado tal autoridad? (Mt
21,23-27).
En su afán por hacerlo caer, les envían a algunos discípulos entrenados en la Ley y que estaban acompañados de “herodianos”. Creen que al ir ellos directamente nuevamente Jesús se iba a defender para no caer con sus palabras. Por otra parte los “herodianos” no pertenecían a ningún grupo o secta religiosa, actuaban como grupo o partido político afecto a Herodes
En su afán por hacerlo caer, les envían a algunos discípulos entrenados en la Ley y que estaban acompañados de “herodianos”. Creen que al ir ellos directamente nuevamente Jesús se iba a defender para no caer con sus palabras. Por otra parte los “herodianos” no pertenecían a ningún grupo o secta religiosa, actuaban como grupo o partido político afecto a Herodes
Los
discípulos de los fariseos y los herodianos empiezan la trampa a Jesús
llamándolo “maestro” (gr didaskalos; hb rabbí). Le dicen que él es una persona
sincera y fiel al camino de Dios e imparcial en la condición de las personas,
por ello quieren saber su opinión sobre el tema de los tributos. Los fariseos
saben que la pregunta esta confeccionada de tal manera que Jesús no tendrá
escapatoria. Le preguntan: ¿Es lícito pagar tributo al césar o no? (Mt 22,17).
Si
Jesús es favorable al pago del tributo, pierde el favor del pueblo, si lo
niega, los herodianos, invitados expresamente, lo denunciaran a la autoridad
como subversivo. Los romanos, bastante tolerantes en todo, no eran tiernos en cuestiones de
poder.
Al
saber la mala intención de los interlocutores, los llama hipócritas y les
pregunta ¿Por qué me tientan? Ya Jesús venció en el desierto las tentaciones, una
de ellas era de congraciarse con el poder y la riqueza (Mt 4,9-10).
Ahora
viene el contraataque, Jesús, les dice: “Muéstrenme la moneda del tributo”
(Mt22,19). Le presentan un denario, esta moneda tenia grabada por una parte al
emperador Tiberio por un lado, y en
donde dice: “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto” y a su madre Livia
por el otro, y en donde se encuentra grabado: “Pontífice Máximo”. Jesús les
pregunta de quién “es esa imagen” (Mt 22,20), a lo que le respondieron “del
César”. La moneda es propiedad de aquel cuya efigie lleva, sin su autorización
no se acuñaría, en este caso la moneda es del césar, es por ello que Jesús les
dice la famosa frase: “Den, al césar lo que es del césar ya Dios lo que es de
Dios” (Mt 22,21).
La
respuesta tan inteligente, y yo diría que hasta chistosa del Señor los dejó
sorprendidos, y no tuvieron otra alternativa que irse. La intención de su respuesta no era dividir el mundo en dos
reinos (el de Dios y el del césar) poniéndolos en un plano de igualdad, su
respuesta llevaba el recordatorio que fue Dios quien “creó el cielo y la
tierra” (Gn 1,1), que todo lo que hay en ella le pertenece, y es Él el único que
hace justicia verdadera (cf. Prov 29,26).
El
Apóstol Pedro (1 Pe 2,13-15) manifiesta que todas las personas tienen que
someterse a las autoridades humanas, pero que la causa debe ser “el Señor”, es
decir obedecer a las autoridades porque ellas harán lo bueno y justo para su
pueblo: “Sométanse a toda autoridad humana por causa del Señor: al rey, porque
tiene el mando; a los gobernadores, porque él los envía para castigar a los que
obran mal y para animar a los que obran bien. La voluntad de Dios respecto de
ustedes es que, obrando el bien, acallen la ignorancia de los imbéciles”. Por
su parte en la carta de Hechos de los Apóstoles se nos narra como los discípulos
prefieren obedecer a Dios que a cualquier otra autoridad humana que se revele
contra su voluntad: “Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien
ustedes dieron muerte colgándolo de un madero. Dios lo exaltó y lo puso a su
derecha como Jefe y Salvador, para dar a Israel la conversión y el perdón de
los pecados. Nosotros somos testigos de esto, y lo es también el Espíritu Santo
que Dios ha dado a los que le obedecen” (Hech
5,29-31).
Tenemos inscrita la
imagen de Dios
Cualquier
moneda puede tener inscrita una imagen, el cristiano solamente tiene grabada la
imagen de Dios (Gn 1,27). Nuestra obediencia debe tener su raíz en nuestro
Padre, Él nos ha dado los lineamientos que debemos seguir para obedecer a
cualquier autoridad civil. Si las políticas que imponen son en contra de Dios
(aborto, eutanasia, homosexualidad etc) entonces se debe deplorar
fervientemente tales aberraciones.
En
innumerables veces tenemos inscrito en nuestro corazón la cara del orgullo,
rencor, falta de perdón que nos hace ser personas que piensan exclusivamente en
la vida terrenal, no se ponen como objetivo el vivir en la presencia gloriosa
de Dios.
Un
cristiano que quiere ser consecuente en su vida civil y profesional, en el
mundo de la enseñanza o de la sanidad, en los medios de comunicación o en la
política, tiene aquí, no un tratado completo de actuación, pero sí una consigna
de jerarquías que deberá continuamente tener en cuenta.