Muchas
veces experimentamos situaciones dolorosas en nuestra vida, a la cual no le
encontramos solución, por el contrario, parece que nos ahogamos con ella,
porque el agua ha llegado hasta el cuello. Toda situación por difícil que sea,
siempre tiene la puerta abierta al lado positivo. En
el libro de Marcos 4,35-41(cf. Mt
8,23-27; Lc 8,22-25) se nos narra el episodio cuando Jesús calma la
tempestad. Mientras Jesús dormía, un viento huracanado se levantó contra la
barca que se estaba llenando de agua, los discípulos se encontraban asustados
sin saber qué hacer, su única solución fue recurrir a Jesús, y le dicen:
“Maestro (Διδάσκαλε gr. didáskale), ¿no te importa que naufraguemos? (Mc 4,38).
Jesús se levantó y le ordenó al viento que se hiciera silencio, que se
“enmudeciera” (πεφίμωσο gr. pefímoso. Denota también que alguien utiliza un
bozal para callar). El viento cesó y
vino una gran “calma” (γαλήνη gr. galéne). Jesús luego se dirige a los discípulos y les dice: ¿Por qué son tan
cobardes? ¿Aún no tienen fe? El evangelista utiliza el adjetivo “δειλοί gr.
deiloí” que significa “cobarde”, proviene de “deilós” y aparece 3 veces en en
NT Mt 8,26; Mc 4,40; Ap 21,8. Ahora bien, existe una interrogante, y es ¿por
qué Jesús los llama de esa manera, si recurren a él? Aún
no habían llegado a ser conscientes de que Jesús era realmente el Señor de la
naturaleza. Habían aceptado su condición de Mesías, pero todavía no habían
llegado a todas las conclusiones que se derivaban de ello. Los discípulos
confiaban en un Jesús “despierto”, no en el que estaba durmiendo. Jesús no les
reprocha que hayan recurrido a él, sino su falta de fe para esa situación.
La
situación vivida por los discípulos de Jesús es muy parecida a la nuestra, confiamos
en un Dios que “aparezca”, que haga “nuestra voluntad”, sin saber nosotros que
es lo mejor que nos conviene, muchas veces dudamos que Dios verdaderamente
exista, porque mi situación, mi problema, sigue siendo el mismo, e inclusive
con tendencia a agravarse. Necesitamos ser fuertes y dejar de ser “cobardes”,
ninguna situación precaria, ni ninguna enfermedad puede hacernos doblegar
nuestro amor hacia Jesús, es ahí donde él exige más entrega para que las
bendiciones del cielo puedan venir a nuestras vidas, confiemos en Jesús que
siempre está a nuestro lado, él nos observa con una mirada tierna y llena de
atención para que nunca el agua rebose nuestro cuello.
Toda
nación, familia, y persona, debe declarar las palabras de David contenidas en
el Salmo 16,8-11 en momentos de angustias y dolor:
·
“Ante mí tengo siempre al Señor, porque
está a mi derecha, jamás vacilaré. Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos
rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura: pues tú no darás mi alma a la
muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo. Me enseñarás la senda de la vida,
gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha”.
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