CON EL AGUA HASTA EL CUELLO

lunes, 26 de enero de 2015

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Muchas veces experimentamos situaciones dolorosas en nuestra vida, a la cual no le encontramos solución, por el contrario, parece que nos ahogamos con ella, porque el agua ha llegado hasta el cuello. Toda situación por difícil que sea, siempre tiene la puerta abierta al lado positivo. En el libro de Marcos 4,35-41(cf. Mt  8,23-27; Lc 8,22-25) se nos narra el episodio cuando Jesús calma la tempestad. Mientras Jesús dormía, un viento huracanado se levantó contra la barca que se estaba llenando de agua, los discípulos se encontraban asustados sin saber qué hacer, su única solución fue recurrir a Jesús, y le dicen: “Maestro (Διδάσκαλε gr. didáskale), ¿no te importa que naufraguemos? (Mc 4,38). Jesús se levantó y le ordenó al viento que se hiciera silencio, que se “enmudeciera” (πεφίμωσο gr. pefímoso. Denota también que alguien utiliza un bozal para callar). El viento cesó  y vino una gran “calma” (γαλήνη gr. galéne). Jesús luego se dirige  a los discípulos y les dice: ¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe? El evangelista utiliza el adjetivo “δειλοί gr. deiloí” que significa “cobarde”, proviene de “deilós” y aparece 3 veces en en NT Mt 8,26; Mc 4,40; Ap 21,8. Ahora bien, existe una interrogante, y es ¿por qué Jesús los llama de esa manera, si recurren a él? Aún no habían llegado a ser conscientes de que Jesús era realmente el Señor de la naturaleza. Habían aceptado su condición de Mesías, pero todavía no habían llegado a todas las conclusiones que se derivaban de ello. Los discípulos confiaban en un Jesús “despierto”, no en el que estaba durmiendo. Jesús no les reprocha que hayan recurrido a él, sino su falta de fe para esa situación.

La situación vivida por los discípulos de Jesús es muy parecida a la nuestra, confiamos en un Dios que “aparezca”, que haga “nuestra voluntad”, sin saber nosotros que es lo mejor que nos conviene, muchas veces dudamos que Dios verdaderamente exista, porque mi situación, mi problema, sigue siendo el mismo, e inclusive con tendencia a agravarse. Necesitamos ser fuertes y dejar de ser “cobardes”, ninguna situación precaria, ni ninguna enfermedad puede hacernos doblegar nuestro amor hacia Jesús, es ahí donde él exige más entrega para que las bendiciones del cielo puedan venir a nuestras vidas, confiemos en Jesús que siempre está a nuestro lado, él nos observa con una mirada tierna y llena de atención para que nunca el agua rebose nuestro cuello.

Toda nación, familia, y persona, debe declarar las palabras de David contenidas en el Salmo 16,8-11 en momentos de angustias y dolor:
·        “Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha, jamás vacilaré. Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura: pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo. Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha”. 


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