SOMOS LOS BRAZOS DE DIOS EN EL MUNDO

martes, 5 de julio de 2011

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Un pueblo alemán, que quedó prácticamente destruido durante la segunda guerra mundial, tenía en una iglesia un crucifijo, que era muy antiguo y del cual las personas eran muy devotas.
Cuando se inicia la reconstrucción de la iglesia, los campesinos encontraron esa magnífica talla, sin brazos, entre los escombros. No sabían que hacer: “unos eran partidarios de colocar el mismo crucifijo restaurado, con brazos nuevos, a otros les parecía mejor encargar una réplica del antiguo”.
Por fin, después de muchas deliberaciones, decidieron colocar la talla que siempre había presidido el retablo, tal como había sido tallada, pero con la siguiente inscripción . “MIS BRAZOS SON USTEDES”.
Somos sin lugar a dudas los brazos de Dios en el mundo, pues Él ha querido tener necesidad de los hombres.
Somos los brazos de Dios en este mundo cuando acogemos al afligido, al sediento, al pobre, cuando llevamos su Palabra  a todas partes, por eso el Papa Juan Pablo II en su primera alocución el 27 de agosto de 1978 decía a los fieles: “Si todos los hijos de la Iglesia fueran misioneros incansables del evangelio, brotaría una nueva floración de santidad y renovación en este mundo sediento de amor y verdad”.

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