El
tema de las condiciones para ser discípulo de Jesús (Lc 14,25-33) también la
encontramos en Mt 10,37-39 excepto la última sentencia (v.33) que es propia de
Lucas.
El
texto se encuadra con el relato del
viaje de Jesús a Jerusalén, en el se presentan las tres condiciones necesarias
para ser un verdadero discípulo. El v. 25 es introductorio y se atribuye al
propio Lucas. Jesús consideraba oportuno advertir a la “gran cantidad de gente
que le acompañaba”, que no todos ellos podían ser sus discípulos.
Los
vv. 26-27 proceden de “Q”, en ellos se proponen las dos primeras condiciones
del discipulado; amar primeramente a Jesús por encima incluso de la familia
misma (v. 26), y llevar cada quien su propia cruz (v. 27).
Los
vv. 28-32 proceden de la fuente “L”, son dos parábolas gemelas que de dos
maneras distintas enseñan una misma idea, de hecho Jesús usó con cierta
frecuencia esta clase de paralelismo. Para muchos estudiosos (Augustinovich)
las dos parábolas están fuera de su contexto original ya que rompen
violentamente la unión natural entre los vv. 26-27 y el v. 33. Es probable que
el evangelista las dejara en este sitio por no conocer su contexto histórico.
En
opinión de Fitzmyer, el v. 33”es la conclusión del pasaje. Indudablemente, es
una composición personal de Lucas, en la que una de sus ideas más
características-la renuncia a las posesiones- se convierte en une nueva
condición para ser discípulo”. El versículo resalta la tercera condición para
el discipulado y al igual que la primera (v. 26) exige radicalidad.
ACTUALIZACIÓN
Ser
discípulo de Jesús supone una entrega total, ante Él no caben las medias
tintas.
Jesús
nos quiere demostrar que nos hemos de desprender de todas las cosas, cuando
sean un obstáculo en el camino para nuestra salvación.
Debemos
distinguir bien el sentido de “renunciar”, que no es lo mismo que “dejarlo
todo” que significa desprenderse materialmente de todo, es la pobreza y el
desprendimiento que Dios exige por razón de su vocación de vida a quienes se
consagran a Dios como religiosos. Renunciar a todo, significa liberar el
corazón de todas las cosas, lo cual puede hacerse sin dejarlas, es la pobreza
de espíritu, el poner orden en los afectos y apegos, lo que Dios exige a todos
los que quieran seguirlo.
Jesús
nos dice algo bien importante y que no podemos olvidar nunca; no podemos convertir a nuestra familia en lo
más importante de nuestra vida, ni tampoco nuestro trabajo, ni nuestro partido
político, ni nuestro amor a la patria, ni ninguna otra cosa. y menos aún, claro
está, nuestro dinero, o el fútbol, o la televisión que por encima de cualquier
cosa que amemos debemos ponerle a él, debemos poner la salvación que él nos da,
y debemos poner la llamada que él nos hace a seguir su evangelio. debemos saber
que todas las cosas todas son relativas, porque la vida plena sólo Dios la da y
debemos saber que el camino de esta vida es el camino del evangelio, con todo
lo que el evangelio implica de apertura a todos -los que no son de nuestra
familia, o los que no piensan como nosotros, por ejemplo-, de entrega y
atención a los demás, de preferencia por los pobres... todo lo que amamos
debemos amarlo teniendo muy en cuenta eso que nos dice Jesús, si no,
difícilmente nos podremos llamar cristianos.
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