El relato de la sanación del ciego Bartimeo es el último milagro de curación
narrado por Marcos (10,46-52). Sólo en
este pasaje y en el episodio de Jairo (cf. 5,22) Marcos cita nombre de personas,
fuera del relato de la Pasión exceptuados los nombres de los discípulos. Mateo
por su parte (20,29-34) habla de la
curación de dos ciegos. Son dos, como los hijos de Zebedeo, pero su petición es
distinta a la de aquellos. En Lucas (Lc 18,35-43) no aparece el nombre del
ciego y menciona solamente uno. Lo que parece más probable es que el ciego del
cual hablan los sinópticos es uno debido a que en Marcos está históricamente
tan determinado (citando su propio nombre) que es indispensable tenerlo en
cuenta. Algunos dicen que la duplicación de los personajes en Mateo se debe al
gusto del escritor. Sin embargo hay que suponer que se trata de una tradición
con estos datos.
El
episodio tiene lugar a la salida de Jesús de Jericó (heb. “Lugar fragante”) que
es una antigua ciudad situada en el valle del Jordán (Dt 34,1-3), a unos 11 Km
del río Jordán y a 14 Km del mar muerto, y aproximadamente a 25 Km de Jerusalén.
En la actualidad pertenece a Jordania.
Al salir de Jericó “Un limosnero
ciego se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de
Timeo). Al enterarse de que era Jesús de
Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión
de mí!” (Mc 10,46-47). Solamente en este pasaje y en el versículo siguiente
Jesús es llamado expresamente con el título “Hijo de David”, que reconoce en Él
al heredero de la promesa hecha a David (cf. 2S 7,12-16; Sal 89,4s.20-30.50).
Era
tanto el grito (gr.“krázo”
cf. Mt 8,29; 9,27; 14,26.30; 15,22.23; 20,30.31; 21,9.15; 27,23.50; Mc 3,11;
5,5.7; 9,24.26; 11,9; 15,13.14; Lc 4,41; 9,39; 18,39; 19,40; Jn 1,15; 7,28.37;
12,44) del ciego que “Varias personas lo
reprendían. Pero él gritaba con más fuerza: ¡Hijo de David, ten compasión de
mí!” (Mc 10,48). El verbo “reprender” (gr.
epitimáo) también significa “ordenar, mandar, amonestar, censurar,
prohibir”. Entre más reprendían al ciego con más fuerza gritaba. El deseo de
ser sanado era muy fuerte que no obedecía
ninguna palabra que no viniera de
Jesús.
Luego
de ser reprendido por las personas del lugar, Jesús se detuvo y dijo que lo llamaran. Los que momentos
antes le habían dicho que se callara lo llamaron y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Te llama” (Mc
10,49). Un dato bien importante y consolador para todos nosotros se refiere al
hecho de que fuera de este versículo en los Evangelios el que proporciona
“ánimo, valor y confianza” (gr. dsarséo)
es únicamente Jesús (La palabra ánimo se encuentra 8 veces (Mt 9,2.22; 14,27;
Mc 3,21; 6,50; 10,49; Lc 21,28; Jn 16,33).
Al
llamado del Señor el mendigo se despojó de lo único que tenía que era su manto.
El despojarse del manto (gr. himation)
significa que quería estar más ágil (cf. Mt 24,18; Hch 7,58) y le servía de
manta durante la noche (Ex 22,25s; Dt 24,12s; Mt 5,40). Jesús al verlo venir
hacia Él le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?” (Mc
10,51). La misma pregunta que Jesús le hace al ciego también se la hizo a
Santiago y Juan (Mc 10,36) con la diferencia que la pretensión de los dos
apóstoles es ambiciosa mientras que la del ciego es de fe.
A
la pregunta de Jesús, Bartimeo le responde: “Rabbuní
que vea” (Mc 10,51). Recordemos que “Rabbuní”
es una exclamación más fuerte y confiada que el simple Rabbí y Rab, significa
“mi Señor”, “mi Maestro”. Este término se encuentra únicamente en Jn 20,16 en
boca de María Magdalena. Jesús al observar la fe del ciego, el despojarse de lo
único que tenía que era su manto le dice: “Vete
tu fe te ha salvado” (Mc 10,52). La misma expresión de Jesús la encontramos
con la hemorroísa (Mt 9,22; Mc 5,34; Lc 8,48), la pecadora pública (Lc 7,50)
y el leproso (Lc 17,19). Al recobrar la
vista Bartimeo, dice el evangelista: “Y
le seguía por el camino” (Mc 10,52). El verbo “seguir” (gr. akolouzeô) utilizado por Marcos también
denota “acompañar” y “estar en el mismo camino”. Bartimeo como consecuencia del
poder ver se agregó a los otros peregrinos de la comitiva. Lucas por su parte añade “Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios (Lc 18,43).
La curación
del ciego Bartimeo refleja la forma de cómo seguir a Jesús. Hay personas
que quieren ser su discípulo pero no saben cómo acercarse a Él. Veamos algunas
características de ese encuentro lleno de regocijo:
Ø En
primer lugar el discípulo no es pasivo, se encuentra a la “orilla” del camino
esperando que pase Jesús.
Ø Para
tener un encuentro con el Señor es indispensable la oración, Bartimeo gritaba,
nuestro grito es el silencio del corazón para que Dios nos hable.
Ø Debemos
despojarnos de todo lo terrenal, teniendo a Jesús lo tenemos todo, el ciego
sabía eso por ello se despojó de su manto.
Ø La
alegría debe ser una característica de todo aquel que ha conseguido al Señor,
por eso el ciego brinco de la emoción.
Ø El
que quiera seguir a Jesús que se lo pida. El ciego le dijo “Que vea” y al momento su ceguera desapareció.
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