Era
costumbre de los hebreos, como sigue siendo en oriente, hacer una gran exhibición
de duelo, consistente con golpes de pecho, ayuno, polvo o cenizas sobre la
cabeza, rotura de vestiduras etc.
Por
lo general el duelo se prolongaba durante una semana (Gn 50,10; 1 Sam 31,13; 1
Cro 10,12), que se alargaba en el caso de personas importantes (70 días para José,
Gn50, 3 y 30 días para Moisés, Dt 34,8). Los miembros de la familia y sus
amigos se reunían alrededor del difunto y se daban a lamentaciones rayanas en
la histeria, el llanto era estridente al momento de la muerte de algún familiar.
Miqueas dice que el sonido de estas lamentaciones era el chillido de los
chacales y de los búhos (Miq 1,8).
Durante
todo el periodo del duelo se mantenía el ayuno, interrumpiéndose solamente
durante el festín fúnebre el “pan por luto” (Jr 16,7)
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