En
los evangelios, el perfume aparece ante todo en los episodios que describen una
unción. En la unción de Betania, «el perfume» se encuentra en Mc 14,3.4.8; Mt 26,7.12;
Jn 12,3.5. En Juan y Lc 7,37.38.46 se ungen los pies de Jesús; en Mt y Me, la
cabeza. El perfume como símbolo del amor
de la esposa al esposo tiene su origen en el Cantar de los Cantares (Cant 1,12:
«Mientras el rey [ = el esposo] estaba en su diván [Jn 12,2: «reclinado»], mi
nardo despedía su perfume»). El tema de los cabellos, asociado al del perfume
en Jn 12,3 y Lc 7,37s, se encuentra en Cant 7,6: «Con tus trenzas cautivas a un
rey».
En
la escena descrita en Jn 12,1-8, el perfume que derrama María es, pues, símbolo
del amor de la comunidad por Jesús, que responde al amor que él le ha mostrado
comunicándole la vida (Lázaro). Al secarle los pies con el pelo, en el cual
queda cautivado el esposo (Cant 7,6), se insinúa el amor con que corresponde
Jesús a los suyos.
En
esta escena de simbolismo nupcial, la frase final: «la casa se llenó de la
fragancia del perfume» (Jn 12,3), contrasta con Jr 25,10 (LXX): «haré cesar la
voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia, la fragancia
del perfume y la luz de la lámpara». Con Jesús, el esposo, ha vuelto la alegría
que llenó a Juan Bautista (Jn 3,29); existe de nuevo la fragancia del amor. En
Cant 1,3 (LXX) el perfume se identifica con el esposo: «La fragancia de tus
perfumes supera todos los aromas, perfume derramado es tu nombre ( = tu
persona), por eso las doncellas se enamoran de ti.» La casa entera, la
comunidad, se llena de la fragancia del Espíritu, amor recibido de Jesús y
devuelto a él, vínculo de unión entre los discípulos. El Espíritu es perfume
por ser vida e inmortalidad, oponiéndose al hedor que temía Marta de su hermano
muerto (Jn 11,39). Lo mismo se aplica a la escena de Mc 14,3-9 (Mt 26, 6-13),
donde entra en la casa una mujer y unge la cabeza de Jesús, que está reclinado.
Marcos añade la precisión del «perfume de nardo auténtico de mucho precio», que
lo pone en paralelo con Jn 12,3. En ambos casos, la unión del perfume, símbolo
del amor, con el adjetivo «auténtico», que significa también «fiel», representa
el amor que nunca se desmiente (cf. Jn 1,14). En la escena de Marcos, la
entrega total del amor se simboliza «quebrando el frasco» para derramarlo en la
cabeza de Jesús.
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