Revisa la lista para ver si te encuentras en algunas:
1. Cuando haya enfermedades o situaciones graves, que podrían afectar a toda o parte de la familia.
2. Cuando haya que enfrentar situaciones presentes o futuras, difíciles de solucionar.
3. Cuando haya un problema grave en el matrimonio, o en uno de los cónyuges, o con los hijos.
4. Cuando piense dejar la comunicación para más adelante, intente hacerla inmediatamente, puede que luego, nunca la pueda realizar.
5. Cuando se deban comentar noticias,
situaciones sociales, religiosas o políticas importantes, que afecten a la
familia.
6. Cuando se necesite una segunda
opinión, para cosas personales, de la familia anterior, trabajo, amistades, o
sociedad.
7. Cuando se necesite ayuda en
problemas personales, religiosos, de salud o de criterio, para tomar
decisiones.
8. Cuando se sienta la necesidad de
comunicar, para afianzar el amor y la entrega incondicional al cónyuge.
9. Cuando un cónyuge desee
comunicarse, inmediatamente hay que poner los medios necesarios y la atención
precisa para escuchar, sin dilaciones ni excusas, pues es posible, que esa
situación no vuelva a repetirse. La frase clave es decirle y sentirlo “soy todo
oídos”.
10. Cuando un cónyuge quiera contar en
la intimidad, algo delicado de su vida pasada.
Si la conversación es con una sonrisa,
generará otra sonrisa. Si es con amor, recibirá más amor. Si es con una
crítica, recibirá otra crítica. Si lleva odio, recibirá odio. Si es con
palabras amables, recibirá palabras amables. Si es sobre el profundo interior
de las relaciones, se abrirán los corazones con sinceridad. Si es sobre intereses
culturales, se ampliarán los conocimientos. Si es superficial, se recibirán
opiniones superficiales o ficticias. Si es sembrando vientos, recibirá
tempestades. Para todo problema de comunicación en el matrimonio es
indispensable el orar juntos, el pedirle a Dios que intervenga en la vida de la
pareja y los colme de su amor.
No dejar de
estar comunicado continuamente con su cónyuge. Todos tenemos, sin utilizar muchos
recursos, talentos y fuerzas, para poder comunicar en la forma y manera, que el
cónyuge nos entienda y para ser receptivos y abiertos a sus ideas. La
comunicación con el cónyuge, si no llega hay que salir a buscarla con
inteligencia, amor y en base a la práctica de las virtudes y valores humanos.
Pero no conformándose con esas comunicaciones pueriles o convencionales, llenas
de tópicos, aburrimientos y faltas de interés.
Las buenas comunicaciones dejan
siempre un pozo y aunque no hayan calado hondo, cuando han pasado, vuelven las
ideas y los argumentos expuestos, lo que puede originar un torrente de nuevas
ideas y que nazca la necesidad de continuarlas. Al final, una buena
comunicación, crea el deseo de estar más unido al cónyuge.
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