QUIEN NO TIENE AMOR NO TIENE NADA (Mt 5,38-48)

miércoles, 19 de febrero de 2014

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Mateo nos presenta en boca de Jesús las dos últimas antítesis sobre la no violencia oponiéndose rotundamente a la ley del Talión y sobre el amor a los enemigos (Mt 5,38-48).
La llamada “ley del talión” toma su nombre de su incorporación a la ley romana. Las frases con que aparece citada eran las primeras con las que aparece formulada en la Ley (Ex 21,24.25v; Dt 19,18.21v). Era la ley vigente en el Oriente bíblico. Es la ley de código de Hammurabi. Esta legislación, tan chocante con la mentalidad moderna, nacía precisamente de un espíritu de justicia y moderación. Si la injusticia privada fácilmente degenera en reyerta y ésta en abuso, a prevenir y evitar éstos tendía la “ley del talión.” Era la justicia tasada materialmente, “Ojo por ojo,” pero no más que el equivalente material de la ofensa hecha. Aunque también se admitía en la antigüedad la sustitución de esta tasación material por una equivalencia en especie o dinero (Ex 21,26-35). 


Sin embargo, si en la época de Cristo regía la sustitución pecuniaria o equivalente de la “ley del talión,” no es seguro. En la literatura rabínica hay indicios de estar vigente estrictamente esta ley, al menos en casos concretos. Josefo dice que era practicada si el agredido no aceptaba la compensación pecuniaria. Y este principio es el que Cristo toma en su primitiva formulación para preceptuar a sus discípulos un ancho espíritu de justicia, desbordada por la caridad.
Cristo nos habla de cuatro casos concretos para oponerse a la ley de Talión: a) Si uno te da una bofetada en tu mejilla derecha, ofrécele la otra (Mt 5,39). b) Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica  déjele también el manto (Mt 5,40). c) El que te obligue a caminar una milla vete con él dos (Mt 5, 41). d) A quien te pida da, y no vuelvas la espada al que desee que le prestes algo (Mt 5,42).
En la segunda pericopa (Mt 5,43-48) Jesús  dice que “habéis oído que se dijo: amaras a tu prójimo y odiaras a tu enemigo, pues yo digo que: se debe amar a los enemigos y se debe rogar por quienes los persigan” (Mt 5,43-44). La primera parte de esta sentencia se encuentra formulada así en la Ley (Lev 19,18), pero la segunda “odiarás a tu enemigo”  no aparece formulada en ningún escrito bíblico, ni rabínico.
Jesús no elimina el mandamiento del Antiguo Testamento, el autor Josef Schmid nos dice al respecto que “Jesús al hablar sólo del amor al enemigo quiere dar a entender el límite extremo hasta el que debe llegar el amor. El sentido de la antítesis, entendida en relación con los v. aclaratorios 45-47, no es: amad a vuestros enemigos, en lugar de odiarlos, sino: amad tanto a vuestros amigos como a vuestros enemigos. La Doctrina de los doce apóstoles (I, 3) añade al precepto de Jesús «amad a los que os aborrecen», la frase «y no tendréis enemigo», introduciendo así en las palabras de Jesús un motivo que les es del todo extraño. Un amor así entendido no estaría ya completamente libre de egoísmo. El paralelismo contenido en el mismo v. 44 muestra quiénes son los enemigos en el precepto de Jesús, esto es, los perseguidores. Como la forma más alta y la prueba más auténtica del amor hacia los enemigos se designa la oración por ellos, con la que queda borrado todo sentimiento de aversión”.
El evangelista utiliza el verbo agapao=amor. Se lo utiliza para el amor de caridad, de benevolencia, de buena voluntad; el amor capaz de dar y mantenerse dando sin esperar que se le devuelva nada. Es el amor totalmente desinteresado, completamente abnegado, el amor con sacrificio. De este verbo se deriva la palabra ágape (= amor de caridad).
Al final de la pericopa se añade la siguiente sentencia del Señor, “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). La palabra griega “perfectos” (τέλειοι) es traducida por F. Delitzsch al hebreo por temimim, que significa, en sus diversas formas, perfección. Pero esta palabra, en el contexto de Mt, exige la perfección del caso concreto a que se alude. Como la “perfección” que se pide aquí es la benevolencia y el amor a los enemigos, pudo ser traducida en el estilo helenístico de Lc por el sentido amplio de la palabra “misericordiosos” (οιχτίρμονες).
ACTUALIZACIÓN
Jesús expone en estas dos pericopas la radicalidad de amor. Toda persona debe llenarse de un amor de entrega, un amor que no espera nada a cambio. La palabra amor aparece en el NT más de 110 veces lo que nos deja claro que es lo más importante para Jesús y sus seguidores, es por eso que quien no tiene amor no tiene nada, es una persona vacía.

El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Dios es amor, describe el amor "eros" y el "ágape". Enseña que el amor ágape puede purificar el amor eros sin extinguirlo. Cuando el amor ágape ordena todos nuestros amores, entonces llegamos al amor maduro. El amor perfecto es el de Jesucristo y al unirnos a El podemos alcanzarlo. El amor de Jesús hacia nosotros es ágape y eros. Es ágape porque se entrega por nuestra salvación y es eros porque nos ama con pasión y desea nuestra respuesta.


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