Es común en las personas pedir a Dios siempre
que algo les va mal. Pocas veces observamos claramente las grandes bendiciones
que Dios trae a nuestras vidas, Él no quiere que le contemos solamente nuestros
problemas, también desea saber de nuestras alegrías, decepciones, estados de ánimo,
nuestras inseguridades etc.
El
libro de Juan (6,1-21) nos relata la forma como Dios da y los medios necesarios
para que ello ocurra.
Estando
Jesús con sus discípulos y una gran multitud
que lo seguía al otro lado de la orilla de Galilea, quiso darles comida y le
preguntó a Felipe “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?” Jesús probaba
la fe de Felipe al igual que constantemente prueba la nuestra. Felipe con poca
fe le dice a Jesús: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno
coma” (Jn 6,6). Felipe no estaba poniendo los medios necesarios para que se
produjera el gran milagro. Fue Andrés el hermano de Pedro quien le dijo que en
la multitud había un joven que tenía “cinco panes de cebada y dos peces” (Jn
6,9).
La
clave del relato y del milagro se encuentra en la acción que Jesús hace a través
de la donación de los alimentos que tenía el joven que pasa desapercibido y que
representa a todos los que confían en el Señor. El joven donó espontáneamente lo
que tenia, los discípulos no se lo quitaron a la fuerza. Él perfectamente pudo
haberse negado a entregarles los cinco panes y los dos peces diciéndoles quizás
que era su único sustento o el de su familia. Sin embargo sabía que algo grande
iba a ocurrir porque estaba en la presencia de Jesús.
El
resultado de la entrega de los alimentos
del joven fue que Jesús le dio de comer nada más y nada menos que a
cinco mil personas sobrando todavía doce canastos de panes.
El
milagro se produce por la fe del joven que dio el sustento que tenia, de su corazón
generoso salió el compartir lo poco con lo mucho, Jesús dio en medidas
desproporcionadas con lo poco que se tenía.
Nuestro
Dios siempre nos devuelve en grandes proporciones nuestras oraciones y
peticiones siempre y cuando sean de su agrado. Solamente es necesario poner los
medios necesarios y el milagro se activa, la clave es que debemos ofrecer lo
mejor de nosotros, teniendo en cuenta que nuestro tiempo no es el tiempo de
Dios.
Soy
de los que opinan que cualquier esfuerzo nuestro por recibir una bendición de
Dios es insignificante para lo que vamos a recibir. Solamente con la muerte en
la cruz por nosotros es una medida inigualable.
Otros
pasajes que confirman medidas desproporcionadas que el Señor dio, fue el pasaje
del joven rico que le dijo que si dejaba todo lo que tenía iba a recibir los “tesoros
del cielo” (Mt 19,21). A los discípulos les dijo “el que deje su casa o
hermano, madre, padre o hijos por mi ha de recibir en esta vida cien veces más
y en el mundo futuro tendrá vida eterna” (Mc 10,29-31)
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