Abrahán no fue obediente |
El
relato del sacrificio de Isaac (Gén 22,1-19) ha sido mal interpretado por
nuestra Iglesia, se dice que Dios prueba la obediencia de Abrahán al recibir la
orden de sacrificar a su hijo por parte de Dios. El tema principal del relato no es el mandato
de Dios, sino en la orden divina de no
tocar al niño (Gén 22,11-12).
El
texto hay que interpretarlo como un progreso evolutivo de la conciencia
religiosa de Abrahán y en definitiva de la del pueblo, hacia el conocimiento y la fe en una deidad
radicalmente distinta a las que eran adoradas en el contexto geográfico en que
se mueven los ancestros de Israel. La práctica de sacrificios humanos era una aberración
en la que había caído el pueblo de Israel (cf. 2 Re 3,27; 16,3, 17,17). Abrahán
vive en un contexto religioso en el que, al ofrecer su hijo a Dios, también recibía
una descendencia numerosa y un territorio. Abrahán en lugar de ser obediente,
fue infiel a un Dios que no produce muerte.
Con
respecto al texto Gerhard Von Rad nos dice que “es claro que el relato en su
presunta redacción más antigua era la saga cultual de un santuario, y como tal
legitimó el rescate de un niño pedido en sacrificio por la divinidad merced a
su sustitución por el sacrificio de una res. Este contenido ha llegado a ser
completamente extraño al relato actual. Donde lo vemos con más claridad es en
la pérdida del nombre de aquel lugar de culto. Al desgajarse el relato de su
antigua referencia cultual, perdió su interés por el nombre que se dio a aquel
paraje. Y lo que antes era el aspecto más importante, se convirtió en un juego
de palabras con valor secundario para la narración. Quizá el antiguo nombre
desapareciese cuando el relato se ligó más tarde al" país de Moría".
Esto es lo que cabe decir respecto a su prehistoria. ¿Qué hay de su
significado? En un relato como este que—como es patente—recorrió muchas etapas
en su elaboración interna y cuyos materiales estuvieron en movimiento hasta el
final, por así decirlo, hemos de renunciar de antemano a deducir una idea
básica que constituya el sentido de todo él. Existen muchos estratos en su significado;
y quien creyere haber llegado al fondo, pronto tendrá que reconocer que todavía
quedan muchos niveles inferiores. Un redactor de la madurez del nuestro no
tiene en modo alguno la intención de describir exactamente el sentido de un
acontecimiento así, ni el propósito de fijar la atención del lector. Al
contrario: una historia como la nuestra está básicamente abierta a la
interpretación, y quien la narra no piensa en andar poniendo trabas a los pensamientos
que ella suscite en el lector, sean de la índole que fueren; está contando un
hecho, no enunciando una doctrina. Y para el exegeta sólo existe una
limitación, aunque—eso sí— absoluta: el relato no debe ser entendido como
exposición de una verdad religiosa general y sin arraigo histórico. Se ha visto
en él la protesta de una humanidad que se levanta contra los sacrificios de
niños, hasta ha sido calificada de hito en la historia de las religiones. Dios
no quiere la muerte sino la vida”1.
Dios
le exige a Abrahán rebelarse en contra de aquello que amenace la vida y que asume un
compromiso más radical a favor de ella. El Dios bíblico es un Dios de vida no
de muerte, su compromiso desde la creación ha sido el construir, edificar y dar
vida, nunca ha querido destruir, dar tinieblas, ni menos aún muerte.
El
cristiano debe adquirir el mismo compromiso a favor de los más pequeños, los
abortos están a la luz del día, se dice que un corazón pequeño que palpita no
tiene vida, las personas hoy más que nunca quieren quitarse la existencia, los
maltratos verbales aumentan en nuestras familias y matan muchos sueños y crean
divisiones.
Dios
nos ha creado para someter la tierra (Gén 1,28), pero ese someter es a través
de su Palabra que produce vida.
1.Von
Rad, Gerhard, El libro del Génesis, Sígueme, Salamanca 1982, pag 299
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