Texto
completo de la audiencia del Papa Francisco hoy 17 de diciembre. "El Sínodo de los Obispos sobre la Familia,
celebrado recientemente, ha sido la primera etapa de un camino que finalizará
el próximo mes de octubre con la celebración de otra Asamblea sobre el tema
"Vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo".
La oración y la reflexión que tienen que acompañar este camino involucran a todo el Pueblo de Dios. Quisiera también que las habituales meditaciones de las audiencias de los miércoles formen parte de este camino común. Por lo tanto, he decidido reflexionar con vosotros, en este año, precisamente sobre la familia, sobre este gran don que el Señor ha hecho al mundo desde el principio, cuando confirió a Adan y Eva la misión de multiplicarse y llenar la tierra. Aquel don que Jesús ha confirmado y sellado en su Evangelio.
La oración y la reflexión que tienen que acompañar este camino involucran a todo el Pueblo de Dios. Quisiera también que las habituales meditaciones de las audiencias de los miércoles formen parte de este camino común. Por lo tanto, he decidido reflexionar con vosotros, en este año, precisamente sobre la familia, sobre este gran don que el Señor ha hecho al mundo desde el principio, cuando confirió a Adan y Eva la misión de multiplicarse y llenar la tierra. Aquel don que Jesús ha confirmado y sellado en su Evangelio.
La
cercanía de la Navidad enciende sobre el misterio de la familia una gran luz.
La encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal
del hombre y de la mujer. Y este inicio sucede en el seno de una familia, en
Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía venir especularmente, o como un
guerrero, un emperador… No, no. Viene como un hijo de familia, en una familia.
Por eso es importante mirar en el pesebre esta escena tan bella.
Dios
ha querido nacer en una familia humana, que ha formado Él mismo. La ha formado
en una aldea remota de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, no en una
gran ciudad, sino en una periferia casi invisible, de hecho, más bien con mala
reputación. Lo recuerdan también los Evangelios, casi como una forma de decir:
"De Nazaret, ¿puede salir alguna vez algo bueno?". Quizás, en muchas
partes del mundo, nosotros mismos hablamos todavía así, cuando escuchamos el
nombre de algún lugar periférico de una gran ciudad. Pues bien, precisamente de
allí, de aquella periferia del gran Imperio, ha comenzado la historia más santa
y más buena, ¡la de Jesús entre los hombres! Y allí estaba esta familia.
Jesús
ha permanecido en esa periferia por treinta años. El evangelista Lucas resume
este periodo así: “vivía sujeto a ellos, es decir a María y José. Pero uno
dice: ¿pero este Dios que viene a salvarnos ha perdido treinta años, allí, en
aquella periferia con mala reputación? ¡Ha perdido treinta años! Y Él ha
querido esto. El camino de Jesús estaba en esa familia. La madre conservaba
todas estas cosas en su corazón, y Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia
ante Dios y ante los hombres". No se habla de milagros o sanaciones, no ha
hecho ninguna en aquel tiempo, no se habla de predicaciones, de muchedumbres
que acuden; en Nazaret todo parece ocurrir "normalmente", según las
costumbres de una pía y laboriosa familia israelí. Se trabajaba, la madre cocinaba,
hacía todas las cosas de la casa, planchaba las camisas… Todas las cosas de las
madres. El padre, carpintero, trabajaba, enseñaba al hijo a trabajar. Treinta
años. '¡Pero qué desperdicio, padre!' Pero nunca se sabe... Los caminos de Dios
son misteriosos. ¡Pero lo que era importante allí era la familia! Y eso no era
un desperdicio, ¿eh? Eran grandes santos. María, la mujer más santa,
inmaculada, y José, el hombre más justo. La familia.
Ciertamente
estaríamos enternecidos por el relato de cómo Jesús adolescente afrontaba las
citas de la comunidad religiosa y los deberes de la vida social; al conocer
cómo, cuando era un joven obrero, trabajaba con José; y luego su modo de
participar en la escucha de las Escrituras, en la oración de los salmos y en
tantas otras costumbres de la vida cotidiana. Los Evangelios, en su sobriedad,
no refieren nada acerca de la adolescencia de Jesús y dejan esta tarea a
nuestra afectuosa meditación. El arte, la literatura, la música han recorrida
esta vía de la imaginación. Ciertamente, ¡no es difícil imaginar cuánto podrían
aprender las madres de los cuidados de María por aquel Hijo! ¡Y cuánto podrían
aprovechar los padres del ejemplo de José, hombre justo, que dedicó su vida a
sostener y a defender al niño y a la esposa --su familia-- en los momentos
difíciles! ¡Y no digamos cuánto podrían ser alentados los jóvenes por Jesús
adolescente a comprender la necesidad y la belleza de cultivar su vocación más
profunda y de soñar a lo grande! Y Jesús ha cultivado en aquellos treinta años
su vocación por la cual el Padre lo ha enviado, ¿no? Dios Padre. Jesús jamás en
aquel tiempo se ha desalentado, sino que ha crecido en valentía para seguir
adelante con su misión.
Cada
familia cristiana --como hicieron María y José-- puede antes que nada acoger a Jesús,
escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él; y así
mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestro corazón y en nuestras jornadas al
Señor. Así hicieron también María y José, y no fue fácil: ¡cuántas dificultades
tuvieron que superar! No era una familia de mentira, no era una familia irreal.
La familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la vocación y la misión de
la familia, da toda familia. Y como ocurrió en aquellos treinta años en
Nazaret, así puede nos puede suceder también a nosotros: hacer que el amor sea
normal y no el odio, hacer que la ayuda mutua sea algo común, no la
indiferencia o la enemistad. Entonces, no es casualidad, que
"Nazaret" signifique "Aquella que custodia", como María,
que --dice el Evangelio-- "conservaba en su corazón todas estas
cosas". Desde entonces, cada vez que hay una familia que custodia este
misterio, aunque esté en la periferia del mundo, el misterio del Hijo de Dios,
el misterio de Jesús que viene a salvarnos, está actuando. Y viene para salvar
al mundo. (Y ésta es la grande misión de la familia, ¿eh? Hacer sitio a Jesús
que viene, recibir a Jesús en la familia, en la persona de los hijos, del
marido, de la mujer, de los abuelos, porque Jesús está allí. Acogerlo allí,
para que crezca espiritualmente en esa familia. Que el Señor nos de esta gracia
en estos últimos días antes de Navidad. Gracias".