El
libro de Job nos presenta el problema del sufrimiento del inocente. En el
segundo discurso de Dios con Job (Jb 40,1-32) le dice unas palabra que a muchos
hoy en dia hay que repetírselas porque creen que son autosuficientes,
prescinden de Dios, y están revestidos en su propia gloria. Dios le dice a Job:
“Tienes un “brazo” (זְר֖וֹעַ
heb. Zeroa. Significa fuerza, poder, brazo) tú como el de Dios? ¿Truena tu voz como la
suya?” (Jb 40,9). Transliterado seria (veim-zeroa kael lakh uvkol kamohu tarem).
El
hombre se considera hoy día un ser poderoso capaz de realizar hazañas
asombrosas, es por eso que Dios le dice estas palabras a Job, lo interpela y lo hace reflexionar, ahora bien
nosotros debemos preguntarnos ¿quién es el ser humano para reprochar algo a
Dios? Aun cuando las cosas no nos vallan bien, Dios siempre tiene el control, y
por lo general nos hace llegar siempre hasta el extremo para probarnos y ver
nuestro grado de fe. Ante las circunstancias adversas siempre debemos tener la
confianza puesta en Dios, él mismo lo ha dicho “Mis planes no son tus planes,
mis caminos no son tus caminos” (Is 55,8).
El
ser humano no tiene un “zeroa” como el de Dios, él hace prodigios asombrosos,
en nuestra vida siempre está actuando, nunca descansa, es el ser humano el que
se ha vuelto perezoso y evade el encuentro a través de la oración con un Padre
que está dispuesto a darnos muchas más bendiciones de las que ya tenemos.
El
cristiano debe considerarse “un amputado de las manos”, solo con las manos
poderosas de Dios podemos hacer obras maravillosas que sean siempre para
beneficio de todos.
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