XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
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En Marcos se inicia la cuarta discusión (12, 28-34) que reproduce el dialogo entre Jesús y un escriba luego del discurso de la resurrección de los muertos (Mc 12,18-27) y cuyo tema fundamental es el mandamiento principal. El interlocutor en Marcos es un escriba cuyo título en heb. Es “sofer” y se aplicaba a personas encargadas de escribir o copiar las leyes, oficio para el que se formaban desde pequeños en una escuela especial. En los registros más antiguos del AT, se llama “sofer” a los que solían manejar punzón de escribiente (Jue 5,14), corresponde a los funcionarios reales que tenían por misión escribir las cartas del rey sus decretos y disposiciones (2 Sam 8,17; 20,25; 1 Re 4,3; 2 Cro 24,11; Is 36,3). Los escribas evolucionaron en todas partes de simples escribientes y lectores en depositarios del saber religioso, militar y literario. Luego de la cautividad, la función de los escribas en Israel se concretó en la interpretación y enseñanza de las Sagradas escrituras. A Esdras se le llama escriba o doctor muy diestro en la Ley de Moisés (Esd 7,6; Neh 8,1-13). El único factor del poder de los escribas estriba sólo en el saber. Tenían un puesto en el Sanedrín. Quien deseaba ser admitido como escriba debía recorrer un ciclo de estudios de varios años. Sólo cuando había alcanzado la edad canoníca para la ordenación, fijada en cuarenta años, a partir de entonces estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez en los procesos criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente. Sólo los doctores ordenados creaban y trasmitían la tradición derivada de la Torá, por lo general eran fariseos.
En Marcos se inicia la cuarta discusión (12, 28-34) que reproduce el dialogo entre Jesús y un escriba luego del discurso de la resurrección de los muertos (Mc 12,18-27) y cuyo tema fundamental es el mandamiento principal. El interlocutor en Marcos es un escriba cuyo título en heb. Es “sofer” y se aplicaba a personas encargadas de escribir o copiar las leyes, oficio para el que se formaban desde pequeños en una escuela especial. En los registros más antiguos del AT, se llama “sofer” a los que solían manejar punzón de escribiente (Jue 5,14), corresponde a los funcionarios reales que tenían por misión escribir las cartas del rey sus decretos y disposiciones (2 Sam 8,17; 20,25; 1 Re 4,3; 2 Cro 24,11; Is 36,3). Los escribas evolucionaron en todas partes de simples escribientes y lectores en depositarios del saber religioso, militar y literario. Luego de la cautividad, la función de los escribas en Israel se concretó en la interpretación y enseñanza de las Sagradas escrituras. A Esdras se le llama escriba o doctor muy diestro en la Ley de Moisés (Esd 7,6; Neh 8,1-13). El único factor del poder de los escribas estriba sólo en el saber. Tenían un puesto en el Sanedrín. Quien deseaba ser admitido como escriba debía recorrer un ciclo de estudios de varios años. Sólo cuando había alcanzado la edad canoníca para la ordenación, fijada en cuarenta años, a partir de entonces estaba autorizado a zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, a ser juez en los procesos criminales y a tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien individualmente. Sólo los doctores ordenados creaban y trasmitían la tradición derivada de la Torá, por lo general eran fariseos.
A la pregunta por parte del escriba
acerca del “primero de todos los
mandamientos” (Mc 12,28), Jesús le responde: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor y amaras al
Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas” (Mc 12,29-30). El inicio de la respuesta de Jesús fue “Escucha, Israel”, es solamente Marcos
quien la introduce con la cita del Deuteronomio 6,4s refiriéndose al “Shemá” y
constituye la profesión de fe israelita que el judío piadoso recitaba dos veces
al día. Se compone de varios textos del Pentateuco (Dt 6,4-9; 11,13-21; Num
15,37-41). Según la tradición rabínica, el primer mensaje “Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé” (Dt 6,4) fue el núcleo original de este credo que,
posteriormente, recibió las adiciones mencionadas. Forma parte central, según
el Talmud, de la liturgia de los oficios de la mañana, desde que el sol
despunta hasta la hora tercia, y de la tarde, hacia el ocaso. Esta confesión
estaba enmarcada dentro de unas bendiciones. Todos los hombres del pueblo de
Israel así como los adolescentes a partir de los trece años estaban obligados a
la recitación regular del Shéma; las mujeres, los niños y los esclavos estaban
exentos. A los niños se les enseñaba el texto de esta oración desde que eran
capaces de hablar. El que prescindía de esta costumbre se apartaba de la
comunidad.
Jesús al hablarles del primero de
todos los mandamientos les menciona un segundo: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31). Los dos
mandamientos conforman una unidad puesto que “No existe otro mandamiento mayor que éstos” (Mc12,32). El escriba
se muestra de acuerdo con la respuesta
de Jesús y es el único caso en el cual
un escriba le da la razón, al final le dice a Jesús acertadamente que el
mandamiento principal: “Vale más que
todos los holocaustos” (Mc 12,33). En el Antiguo Testamento sobre todo en
los profetas, se encuentran varios pasajes que denuncian los abusos legalistas
y la hipocresía del culto, y afirma decididamente la mayor importancia de las
actitudes interiores con respecto a los preceptos cultuales (1S 15,22; Os 6,6;
Is 1,11; Pr 21,3, Am 5,21-27; Sal 40, 7-9).
Jesús al ver que el escriba le había contestado con sensatez
“nounecos”, es decir, sabiamente, le dijo: “No
estás lejos del Reino de Dios”. La respuesta de Jesús debió dejar
desconcertado al escriba. En pocas palabras Jesús afirma indirectamente que
todo eso no basta para pertenecer al Reino; como el joven rico (Mc 10,17-22),
le falta el paso decisivo que está por darse. Es indispensable algo más, porque
el Reino de Dios es Jesús mismo, y si no se abandona todo para seguirlo, el
Reino sigue siendo inaccesible. Para comprender el alcance de la respuesta de
Jesús, es necesario apelar a la experiencia iluminante de Pablo que dice: “Pero lo que antes consideré ganancia, lo
tengo ahora por perdida a causa de Cristo. Más aún, juzgo que todo es pérdida
ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí
todas las cosas; incluso las tengo por basura para ganar a Cristo y encontrarme
arraigado en él, no mediante mi justicia, la que viene de la Ley, sino mediante
la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada por la
fe” (Flp 3,7-10).
Al final del pasaje el evangelista
dice: “Y nadie más se atrevía ya a
hacerle preguntas” (Mc 12,34). Al igual que al comienzo del pasaje, también
al final Marcos introduce su toque redaccional, tan ágil como eficaz, y fija en
pocas palabras la situación psicológica de malestar y derrota que se había ido
creando en sus adversarios a lo largo de las discusiones anteriores. Tanto
Mateo como Lucas desplazan esta conclusión a otro contexto (cf.Mt 22,46; Lc
20,40) siempre en la serie de las cinco discusiones.
Actualización:
Que lección tan esplendida le dio Jesús
al escriba y nos sigue dando a cada uno de nosotros. El mandamiento principal
es amar a Dios pero hay otro que es complemento del primero y forman una unidad
y es el amar al prójimo. Hay muchas personas que dicen amar a Dios pero el
trato con sus hermanos es de lo más violento. Nuestra fe debe estar basada en
el amor a Dios y ella se debe reflejar en obras. No puedo decir que soy salvo y
que amo a Dios si mis obras contradicen mis palabras, por eso el apóstol Pablo
fue categórico al decir: “¿De que sirve hermanos
míos, que alguien diga –tengo fe-, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la
fe? Si un hermano o hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y
alguno de vosotros les dice: -Id en paz,
calentaos y hartaos-, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué
sirve? Pues así es también la fe, si no
tiene obras está realmente muerta (St 2,14-17).
Necesitamos apoderarnos y hacer una
bandera de la expresión de “amar a Dios
y al prójimo”, es la única manera en la que el mundo pueda sufrir un cambio,
una nueva dirección que apunte al encuentro vivo y verdadero con Jesús, él nos
está preparando un lugar (Jn 14,2-3)
eterno, bello y lleno de amor donde podremos recostar nuestra cabeza sobre el
pecho de Jesús (Jn 13,25) tal como lo hizo el discípulo amado (Jn 13,23).
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